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Imaginando el futuro

Por Pedro C. Sonderéguer *

Desde los orígenes de la vida independiente, la ciudad de Buenos Aires fue sede del pensamiento transformador en la Argentina: pensamiento libre, abierto a las corrientes mundiales. La ciudad contiene la civilización: explicación de lo político por lo social y de lo social por lo geográfico: el desierto (y la ciudad como contrapartida: Sarmiento). Así, desde los comienzos, la Revolución es una necesidad de la ciudad. Es inteligible allí. Durante más de un siglo, ese espíritu animó el crecimiento de Buenos Aires, y se expresó en su forma física. Recinto de Plaza de Mayo, Plaza de los Dos Congresos, parques y avenidas, espacios para el trabajo y para el ocio, la ciudad ofreció armónicamente y a la vez que construía la representación de un modelo de sociedad: calidad del espacio público y de los transportes masivos, riqueza del equipamiento, claridad de la estructura urbana.

En esa construcción había también memoria y un sentimiento de continuidad, una idea, permanentemente recreada, de solidaridad entre generaciones: camino por donde el sentimiento de Mayo (expresión hoy casi de museo) se prolongaba en las generaciones del XIX, alcanzaba el Centenario y llegaba hasta el presente. Singular camino por donde Sarmiento (que hablaba de la vindicación de las injusticias de la suerte sufrida por sus deudos) se encuentra con Benjamin (como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos). Universalismo ético que la ciudad expresa y es el sustento de la cuestión urbana, el humor que le da forma, continuidad y carácter, valor testimonial Monumento, guardián de la memoria.

En las actuales condiciones de cambios (económicos, tecnológicos, políticos), ¿cómo sustentar esa visión, sin poner en marcha un profundo ejercicio de reflexión sobre el proyecto urbano? ¿Cómo preservar la ciudad y, al mismo tiempo, elaborar una visión de la ciudad futura, de la ciudad deseada, sin movilizar la memoria ciudadana, rescatando la ciudad de sus más recientes olvidos y omisiones, desde sus espacios hasta su nomenclatura? (Como fue alguna vez: avenida Juramento, Parque 3 de Febrero). A las puertas de una renovación demorada pero inevitable (corredores viales y ferroviarios, centros multimodales de transferencia de carga, estaciones de intercambio multimodal, integración creciente de modos de transporte terrestre, aéreo y marítimo, transformación de ferrocarriles, puertos, carreteras y estaciones de entrada y salida de mercancías y personas), hoy apenas atemperada por limitaciones del presupuesto y prudencias del plan urbano, iniciar esta reflexión es una necesidad de la ciudad.

Hoy, cuando las ventajas comparativas de los territorios en el escenario global no son –ya se sabe– algo dado sino algo a construir, los puntos de partida son, para las ciudades, los rasgos de la identidad propia (rasgos culturales, económicos, morfológicos) y, al mismo tiempo, los elementos nuevos (internos o externos), propios de los cambios en curso. Una visión del modelo urbano expresada en un proyecto a largo plazo, es la única herramienta que puede la ciudad oponer a la presión indiscriminada de los intereses de sector.

* Director de la Licenciatura en Gestión Ambiental Urbana de la Universidad Nacional de Lanús.