PLANIFICACION
Y CONDICION CIUDADANA
La cuestión de la Modernidad III
Por
Pedro C. Sonderéguer *
Hablar
de la condición urbana como expresión de la voluntad común,
como construcción social consciente y siempre renovada, supone
hablar de la participación ciudadana, uno de los temas centrales
del urbanismo desde mediados del siglo XX: equilibrio necesario entre
el fragmento y el conjunto, entre libertad individual de los actores
y unidad de acción, entre descentralización y capacidad
ejecutiva, mecanismos que sólo adquieren sentido cuando están
habitados por la elaboración de un proyecto.
Una de las herramientas de la sociedad urbana en la economía
global es la organización del consenso para la toma de decisiones,
cuestión que remite a rasgos seculares de la ciudad de Buenos
Aires: sociabilidad, participación ciudadana, construcción
de la ciudadanía como acto de confianza, fueron desde los comienzos
elementos claves de la organización nacional, frente a un territorio
que nunca dejó de ver a la ciudad como motor de la renovación
social y del progreso.
Fatalidad de un territorio drásticamente cerrado por la cordillera
o radical contradicción entre las políticas demográficas
y territoriales .de Alberdi a Roca, este proceso esencialmente
urbano recorre nuestra historia. La Argentina construye una tradición
que modela no sólo el pensamiento social sino también
el espacio, la ciudad. Este largo proceso, destinado a encontrar su
momento histórico en la transformación tecnológica
de fines del siglo XX (revolución en las comunicaciones, cambios
productivos, protagonismo de las grandes ciudades), entró en
colisión con la evolución del sistema político
local en los años 70.
En el último tercio del siglo, las grandes ciudades del mundo
incorporaron la participación vecinal como modo ineludible de
modernización del gobierno urbano, profundizando en cada caso
tradiciones propias: institucionalización de las juntas vecinales
en Nueva York -.en 1977; consolidación del urbanismo concertado
en París (las ZAC); puesta en marcha de mecanismos participativos
en Montreal y en Seattle, etc.
En esos mismos años, como bien sabemos, Buenos Aires entró
en un período de barbarie que atentó violentamente contra
la sociabilidad urbana, agrediendo una tradición de participación
ciudadana que, nacida con la independencia, se había desarrollado
a lo largo de más de un siglo y medio, entrelazando ámbitos
de todos los sectores sociales (clubes y sociedades de fomento, comités
y unidades básicas, parroquias y juntas vecinales).
La dictadura de 1976 irrumpió violentamente en ese mundo solidario,
sumando como siempre a la violencia extrema la extrema ineptitud: desgarró
el tejido social de la comunidad, convirtió la condición
ciudadana en delito, justo cuando la ciudad más necesitaba esa
condición. Ese proceso no fue revertido todavía y sus
consecuencias impregnan hasta hoy las dificultades de la ciudad para
poner en marcha un proyecto estratégico plural y consensuado.
Una vez más, las prácticas de asociación y debate
democrático de los problemas locales, los valores de libertad,
solidaridad y justicia que informan esas prácticas son hoy funcionales
a la sociedad hipercomunicadaen gestación. Esas mismas prácticas
son hoy herramientas de un urbanismo concertado, adecuado a la nueva
ciudad, que necesita redefinir su rol regional, reasignar recursos,
resignificar terrenos y replantear funciones si quiere recuperar competitividad
económica y mejorar al mismo tiempo su calidad ambiental (PCS,
Terrenos ferroviarios en la Cd de Buenos Aires, Documento FADU/ UBA,
1995).
Con estas consideraciones, la cuestión de la organización
del consenso para la toma de decisiones alcanza su verdadera magnitud
y es una verdadera piedra de toque de todo el proceso urbano frente
a las exigencias de la economía global, en la medida que se vincula
directamente con los nuevos escenarios políticos (relación
Estado/ Sociedad) y los nuevos escenarios territoriales (relación
Buenos Aires/ economía global). Hay también, en fin, una
fuerte cuestión teórico-metodológica en esto de
la participación ciudadana: una cuestión de saberes, una
discusión sobre cómo percibir la ciudad, una polémica
sobre la validez de los métodos y la pertinencia de las especialidades
(ver m2 del 26/8/2000). Polémica saldada hoy en parte por los
hechos, en la misma medida de la ya evidente pérdida de competitividad
relativa de la ciudad y sus dificultades para situarse en el escenario
regional y contribuir desde su área específica a una estrategia
de crecimiento.
En Buenos Aires, con una renta per cápita equiparable a la de
una ciudad del Primer Mundo, niveles de educación excepcionales
en América latina y desequilibrios sociales crecientes, parece
claro que el problema es ante todo y en primer lugar un problema de
política urbana, en su sentido más amplio.