EL
FMI Y LA FLEXIBILIZACION
Echale
la culpa a la tasa y no al salario
Bajar
el costo del crédito y redistribuir el ingreso es la receta que
surge de mezclar las ideas de Stiglitz y Summers.
Por Felipe Frydman * El FMI ha convertido la flexibilidad laboral
en un nuevo paradigma para solucionar los problemas de desocupación
surgidos en los países emergentes luego de aplicarse las medidas
recomendadas en el Consenso de Washington. El Fondo, sin embargo,
en realidad está integrado por distintas voces que no siempre
parecieran pertenecer al mismo coro. Europa y Japón integran también
el directorio del FMI y sus sistemas de empleo están muy alejados
de las reformas reclamadas a los países prestatarios. La posición
del Fondo pareciera contradictoria con la clara tendencia internacional
de aumentar los estándares laborales. Los paradigmas del FMI están
basados en un modelo sencillo de equilibrio general, donde los
actores pueden entrar y salir, y los precios bajar o subir para
ajustarse a las condiciones del mercado. En esta simplificación
de la vida económica, cualquier restricción atenta contra el equilibrio
general y produce distorsiones que impiden alcanzar el punto óptimo
del bienestar general. Dentro de ese esquema, los límites a la
expulsión de mano de obra y la rigidez del salario a la baja constituyen
imperfecciones que impiden el ajuste de las empresas, haciendo
más difícil modificar sus planes de producción y mantener su rentabilidad.
Sin embargo, el mercado laboral no es el único donde existen rigideces.
Cuando se reclama flexibilidad laboral, se sostiene que favorecerá
el aumento en el empleo, pero, en realidad, la demandan los empresarios
que desean disminuir sus costos para ajustarse a condiciones recesivas.
En una reciente presentación ante la Asociación de Economistas,
Joseph Stiglitz, del Banco Mundial, sostuvo que la rebaja anticipada
de salarios, provocada por la flexibilización, y la deflación
significan una redistribución a favor de los acreedores, porque
las empresas deben devolver a los bancos, en términos reales,
más de lo previsto. En el mismo contexto, sostiene que estudios
recientes han demostrado que no existe ninguna asociación entre
mayor flexibilidad laboral y aumento de la producción, y que,
por el contrario, aquélla puede contribuir a profundizar la recesión.
El problema de las empresas afectadas por la recesión no se encuentra
en el rubro personal. Cuando existen recesión y deflación combinadas,
las preocupaciones financieras se convierten en el parámetro dominante.
El costo financiero aumenta por la caída de las ventas y la necesidad
de cubrir los inventarios, lo cual reduce el rendimiento del capital
invertido. El acceso al crédito y la baja de las tasas de interés
son factores mucho más importantes que la flexibilización para
contribuir a la reactivación. Si se aceptara que el aumento del
empleo forma parte de una política social, se podría coincidir
con Larry Summers, secretario del Tesoro de EE.UU., cuando afirma
que �el crecimiento económico es la mejor política social inventada
hasta el presente�. Las recomendaciones del FMI difícilmente incluyan
sugerencias que afecten al sistema financiero y disminuyan el
costo de los préstamos. Dentro del esquema vigente, sólo está
presente la necesidad de mantener la solvencia y garantizar la
rentabilidad de este sector. La crisis asiática mostró que todo
el peso del ajuste recayó sobre el sector asalariado, sin que
éste haya tenido responsabilidad en el manejo de los préstamos
otorgados por los bancos para financiar las aventuras empresarias.
En la Argentina existe una precariedad creciente de las condiciones
de trabajo, exacerbada por la alta tasa de desocupación. Todas
las estadísticas indican también que las políticas aplicadas durante
los últimos diez años provocaron una redistribución regresiva
del ingreso. Juntando las afirmaciones de Summers sobre el crecimiento
como política social, y las comprobaciones empíricas efectuadas
por Stiglitz sobre las limitaciones de la flexibilidad laboral
para crear empleos, se alcanza la conclusión de que las prioridades
del momento son la disminución de la tasa de interés y una participación
activa de un movimiento gremial democrático para garantizar una
redistribución del ingreso progresiva que sirva de motor al desarrollo
económico. * Economista.
arriba