¿Arde Viena?
La
cultura fructifica en la diversidad, y Viena, capital del imperio
austro-húngaro, que recibía aportes de húngaros, checoslovacos y
polacos (también alemanes y rusos), en las primeras décadas del
siglo XX, fue un semillero de ideas no sólo en economía y matemática
sino también por su movimiento psicoanalítico y su empirismo lógico.
En la Universidad de Viena enseñaban Von Wieser, Von Mises, Von
Hayek, Haberler. Mises dirigía un seminario que nucleaba a jóvenes
destacados: Hayek, Haberler, Machlup y Morgenstern, y al que asistió
algunas veces Lionel Robbins. En 1927, Hayek comenzó a dirigir el
Instituto Austríaco de Investigación de la Coyuntura, con Alexander
Gerschenkron como asociado. En metodología de las ciencias sociales
sobresalía Felix Kaufmann. Un primer golpe vino en 1929: Viena era
una plaza financiera sensible, y su Boden Kreditanstalt, de los
Rothschild, fue el primero en caer por la crisis de Wall Street.
Las condiciones económicas se volvieron duras y comenzó la emigración:
Von Neumann a Princeton (1930), Hayek y Rosenstein-Rodan a Londres
(1931), Haberler y Schumpeter a Harvard (1932), Machlup a Buffalo
(1933) y Von Mises a Ginebra (1934). La depresión no impidió que
el Instituto de la Coyuntura siguiera en manos de Oskar Morgenstern
y que Karl Menger organizara un coloquio de matemáticas, donde participaron
Von Neumann, Wald y Schlesinger. El segundo golpe, el definitivo,
se asestó del 11 al 12 de marzo de 1938: sin encontrar resistencia,
las tropas alemanas entraron en Austria, que desapareció como país,
anexada como provincia Ostmark del imperio alemán, con los plácemes
de gran parte de la opinión pública austríaca, opuesta, como es
evidente, al mensaje de libertad que predicaba la escuela austríaca.
La atmósfera social, pues, iba a contrapelo de la faena intelectual,
privando a ésta del oxígeno de la libertad. Algunos no soportaron
ni la perspectiva futura y, el día mismo de la invasión, Schlesinger
se suicidó y Gerschenkron emigró. Mises, Morgenstern y Kaufmann
fueron destituidos. Los cuatro fueron acogidos en EE.UU.: Mises
en New York, Gerschenkron en California y después Harvard, Morgenstern
en Princeton y Kaufmann en la Nueva Escuela de Investigación Social.
Una historia para recordar todos, incluso acá, donde el exilio,
la cárcel y el asesinato fueron destino de varios economistas, sólo
por pensar distinto.
El
lucro y el deber
Pocos
conceptos han gozado de tanto consenso entre los economistas como
aquel que dice que la ganancia es el móvil de la empresa. Esto,
reconocido por clásicos, neoclásicos, keynesianos y todos los modernos.
La fórmula de la ganancia es: ingresos menos costos, una resta que
puede dar positiva, negativa o nula. Dará positiva si el productor
acertó con qué producto fabricar y con qué insumos y luego que,
una vez hechas las cuentas, los costos resultaron lo bastante bajos
y la venta anduvo bien. Es un ingreso que depende de condiciones
futuras del mercado, y por tanto es imposible calcularla exactamente.
Pueden forzarse hacia arriba las ventas mediante publicidad o acuerdos
de tipo monopólico, y pueden forzarse hacia abajo los costos explotando
a los trabajadores y deteriorando la calidad de los insumos. La
producción de bienes privados, en una sociedad sedienta de lucro,
sólo funciona adecuadamente en manos de empresas privadas si éstas
se hallan sometidas a un estricto control de calidad. Pero la producción
de bienes públicos, como la salud, el transporte público y otros,
¿funciona adecuadamente en manos privadas en función del lucro de
éstas? Puede demostrarse que la prestación por empresas privadas
y estatales da soluciones distintas: las primeras maximizan el lucro
vendiendo ciertacantidad del bien en la que el ingreso adicional
es igual al costo adicional de la última unidad vendida. La empresa
estatal, en cambio, puede fijar el precio de venta allí donde el
costo unitario de producción es mínimo, y a ese precio recupera
íntegramente los costos. Comparados, el precio de la solución estatal
es más bajo y la cantidad ofrecida es mayor que en la solución privada.
Luego, en bienes que se desea, llegan al consumidor al menor costo
posible y a la mayor cantidad de población: la solución estatal
es mejor. Precisamente en bienes como la educación y la salud, el
Estado considera su deber que alcance a la mayor cantidad posible
de beneficiarios. Podemos volver a las fuentes, pues ambos criterios
fueron distinguidos por Aristóbulo del Valle: �Estos son los elementos
de juicio que tenemos: la empresa tiene un criterio, que es su lucro;
el Gobierno tiene otro, que es su deber. ¿Haríamos bien en desvirtuar
(a las obras de saneamiento) en su fin, y convertirlas en un objeto
de lucro, entregándolas a una empresa privada que las explote con
este único y exclusivo criterio?�.
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