El qué de la ciencia económica
En
la ciencia económica, unos tipos llamados �economistas� estudian
e interpretan la �realidad económica� a través de ciertos esquemas
o fórmulas. Tal realidad no incluye la vida de los microbios o el
agujero de ozono. El fragmento de la realidad que interesa a la
economía es aquel en que las comunidades humanas resuelven la satisfacción
de sus necesidades elementales y superiores a través de la interdependencia
y la interacción. Unas veces la interdependencia toma forma de cooperación
y mutuo apoyo, y otras de competencia y rivalidad. Platón fue el
primero en esbozar la economía como un sistema de interdependencia:
para él, cada ser humano es singular e incompleto. Así como nace
hombre o mujer y para amar necesita de su otro yo complementario,
también nace apto para la agricultura, la tejeduría o la albañilería,
y si es apto para la agricultura necesita de su otro yo tejedor
o albañil para conseguir su ropa o su vivienda. La forma económica
de la interdependencia es la división del trabajo en la sociedad,
por la cual cada uno aporta al conjunto aquello en que está mejor
dotado, y depende del conjunto para recibir las demás cosas. Como
cada producción exige distinto tiempo para ser producida, o está
disponible en ciertos momentos del año, sólo por casualidad la disponibilidad
del producto coincide con el instante en que se necesita: el intercambio
a través del mercado resuelve esas discrepancias. Un producto terminado
acaso necesite aguardar un tiempo la llegada de demandantes, o deba
trasladarse en el espacio hasta lugares donde se requiere, o tenga
que continuar su transformación por otros productores. El mercader
se encarga de recibir las producciones y conectarlas con sus demandantes.
Pero raramente es viable el cambio de un producto por otro en especie.
De ahí que se suma otro elemento: el instrumento del cambio, o dinero,
que permite disociar el cambio de producto por producto en dos operaciones
separadas: la venta y la compra. La Riqueza de las naciones (1776)
de Smith organizó la ciencia según ese esquema, cuyo primer libro,
que consta de once capítulos, podría dividirse en: división del
trabajo, intercambio y precios e ingresos. Bien dice el profesor
Olivera que las actividades que estudia el economista �se desenvuelven
sobre la base de un complejo sistema de división del trabajo, intercambio
de mercancías y retribuciones monetarias�.
Supongamos...
Naufragan
un químico, un físico y un economista, y rescatan latas de conserva.
¿Cómo abrirlas? Cada cual sugiere procedimientos conformes a su
profesión. El economista sugiere: �Supongamos que existe un abrelatas�.
El chiste (si puede llamarse tal) exagera la tendencia del economista
a dar por existente algo sin antes demostrar su existencia. Con
igual derecho podría decir �supongamos un unicornio azul�. Un matemático
sigue el procedimiento inverso: antes de usar una herramienta, demuestra
que existe. Por tal razón economistas que hacían economía matemática,
sin ser ellos matemáticos, cometían errores de procedimiento: Walras,
que era estudiante frustrado de ingeniería en minas, y Pareto, que
era ingeniero en ferrocarriles. En la Argentina, un matemático italiano,
que se desempeñó como docente entre 1910 y 1927, logró en 1919 la
primera demostración de la existencia de la función de utilidad,
cosa que daban por supuesta Walras y Pareto. También logró, diez
años antes que otros estudiosos, la primera refutación del pseudométodo
de Walras de probar la existencia del equilibrio general. Pero esos
no fueron los únicos descubrimientos científicos realizados en la
Argentina en el campo de la ciencia económica. En 1801, un cuarto
de siglo antes que Von Thünen (fundador de la ciencia económica
espacial), el ingeniero Pedro A. Cerviño elaboró los principales
conceptos de la economía espacial: distancia, usodel suelo según
el costo de transporte y agrupación de las producciones en corona
de círculo. Diez años antes que Harrod e Yntema, en 1919, el ingeniero
Teodoro Sánchez de Bustamante construyó la curva de ingreso marginal,
utilizada para analizar la competencia imperfecta. En 1939, al mismo
tiempo que el Premio Nobel Kantorovich y seis años antes que Dantzig,
Barral Souto presentó y resolvió un problema de programación lineal,
reconocido por el Premio Nobel Wassily Leontief. En 1974, Mantel
resolvió la conjetura de Sonnenschein sobre demanda excedente agregada,
aplaudido por los premios Nobel Arrow y Debreu. Y desde 1984, el
profesor Olivera ha venido reconstruyendo el análisis económico
fundamental a través de �economías distribucionales�, que operan
tanto en el caso neoclásico como con funciones no diferenciables
o discontinuas. No sólo el dulce de leche, el colectivo, la birome
y la picana eléctrica son creaciones argentinas.
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