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DE
LECTORES
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Teología económica
Las obras de los mejores escritores son frescos de la condición
humana. Heinrich Boll pone en boca del protagonista de Opiniones
de un payaso esta interpelación a su padre, poderoso empresario
y respetado economista: Esos con quienes debates continuamente
de dinero, ¿no comprenden que callan lo más importante?
Esto recordamos cuando leíamos El baúl de
Manuel en la edición del 23 de enero. Ciertamente,
John K. Galbraith observa en La sociedad opulenta que la sabiduría
convencional que viene a ser la de nuestros economistas
oficiales se estructura como rito religioso. Y su enemigo
no son las ideas, sino la marcha de los acontecimientos. La realidad
es molesta, tanto como los pobres, y mejor omitirla en la exposición
académica. Preferible no irritar al poder que procura confort
en esta vida. La economía deja así de ser ciencia
para convertirse en especulación metafísica, al
no someter sus proposiciones a verificación empírica.
Se aleja el efecto de la causa, que es la concreta acción
humana de ese poder. El súbdito o víctima
de una organización socioeconómica tiende a dejar
de lado toda relación de casualidad para reemplazarla éxito
de los poderosos por intervenciones más vagorosas:
crisis, globalización, mano
invisible, mercado, desplazamiento indispensable
para que esa organización, que padecemos, funcione.
Ana María Benito
DNI 5.002.996
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