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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
27 FEB 2000






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 DE LECTORES


Teología económica

Las obras de los mejores escritores son frescos de la condición humana. Heinrich Boll pone en boca del protagonista de Opiniones de un payaso esta interpelación a su padre, poderoso empresario y respetado economista: “Esos con quienes debates continuamente de dinero, ¿no comprenden que callan lo más importante?” Esto recordamos cuando leíamos “El baúl de Manuel” en la edición del 23 de enero. Ciertamente, John K. Galbraith observa en La sociedad opulenta que la sabiduría convencional –que viene a ser la de nuestros economistas oficiales– se estructura como rito religioso. Y su enemigo no son las ideas, sino la marcha de los acontecimientos. La realidad es molesta, tanto como los pobres, y mejor omitirla en la exposición académica. Preferible no irritar al poder que procura confort en esta vida. La economía deja así de ser ciencia para convertirse en especulación metafísica, al no someter sus proposiciones a verificación empírica. Se aleja el efecto de la causa, que es la concreta acción humana de ese poder. El súbdito –o víctima– de una organización socioeconómica tiende a dejar de lado toda relación de casualidad para reemplazarla –éxito de los poderosos– por intervenciones más vagorosas: “crisis”, “globalización”, “mano invisible”, “mercado”, desplazamiento indispensable para que esa organización, que padecemos, funcione.

Ana María Benito
DNI 5.002.996

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