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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
22 OCTUBRE 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Riesgo-país

No hace mucho el gobierno anterior promocionaba a las todavía no estrenadas AFJP, difundiendo este singular mensaje: “Usted apostó al Estado, y perdió”, junto con el mensaje cuasi delictivo de que era imposible identificar los aportes realizados por cada persona. Confieso que sentí gran indignación, porque uno desenvolvía su trabajo dentro de un orden jurídico estable, que obligaba a realizar aportes, de magnitud estrictamente prefijada, y no arbitraria o caprichosa como las apuestas de una ruleta. Al poco tiempo, la decisión de un funcionario X privó a todo un pueblo de su fuente principal de trabajo y, ante los reclamos, otro funcionario Z sugirió que, si no podían hallar trabajo, se mudasen a otra parte. Ninguno fue preso, ni siquiera reconvenido. Sencillamente, habían descripto el modo de relacionarse el argentino con la sociedad y las instituciones. Yo enseño en un establecimiento con más de 60 mil alumnos; la mayoría de ellos trabaja, lo que resta un tiempo extraordinario al estudio; la mayoría no lee libros, sino fichas o apuntes de clase; la mayoría no lee inglés, ni hace nada por aprenderlo; la mayoría rechaza la matemática, la estadística y la historia; la mayoría viene de la clase media o media baja, y con todo ello la posibilidad de acceder rápido y con provecho a la renovación de conocimientos es casi nula. Todos esperan que el título les traiga éxito y un buen trabajo. Adam Smith estimaba que sólo 1/20 de quienes siguen profesiones liberales tendrá éxito. En este caso, serían unos 3000. Me parece una cifra muy abultada. ¿Y los demás? Habrán apostado a un número que no sacó premio, como hacen tantas decenas de miles de ciudadanos todos los días, comprando billetes que no premian a nadie. “El éxito universal de la lotería -.decía Smith– nos hace ver que se tiende naturalmente a sobreestimar las probabilidades de ganancia.” O bien, a subestimar el riesgo eventual. Por eso la gente se emplea en condiciones de inestabilidad laboral absoluta, o acepta el puesto de un obrero de la construcción que acaba de morir aplastado por un derrumbe, o deja jugar a sus hijos en la calle sin temor a que una bala perdida los hiera gravemente. Cuando se habla de riesgo-país se alude a la inseguridad que afecta al capital. Debería también hablarse del riesgo-país a que se someten las personas, que en otros casos habría bastado ya para vaciar de gente estos territorios.

Crecer

Está instalado en los valores colectivos que el crecimiento del capital, y no el crecimiento de las personas, es la medida del éxito de una sociedad. Esta anda bien si su tasa de crecimiento (del capital) es elevada, y viceversa. Pero el crecimiento del capital, en todo caso, es apropiado sólo por una minúscula fracción de la sociedad, y no por toda ella; o en el orden internacional, es apropiado por un minúsculo grupo de países, no por todos. ¿Qué es el capital y cómo crece? Lo forman aquellos bienes usados para producir otros bienes. Tales bienes -.de producción–, tal como los usa el aparato productivo, no sirven para comer, vestirse ni dormir dentro de ellos. Por tanto, la sociedad debe satisfacer primero sus necesidades de consumo, y a partir de ahí puede crear nuevos bienes de capital. Ese excedente por encima de las necesidades elementales, si estuviera igualitariamente repartido entre todos, no se destinaría a crear bienes que no pueden consumirse ya. Cada cual trataría de disfrutar hoy de su parte del pastel. Para que el excedente se convierta en nuevo capital, su uso debe decidirlo el sector de la sociedad que necesita el incremento de capital: la clase empresaria. La acumulación, pues, tiene una base de desigualdad social. La desigualdad no ocurre: se la crea para favorecer la acumulación. En una sociedad donde todo se negocia por dinero, basta con limitar los ingresos de las personas, para reducirlas a la mera función deconsumir lo indispensable. Para lograrlo basta con convertir al salario en el precio de una mercancía: la competencia entre los oferentes de trabajo hace todo el resto. ¿Para qué acumular? Porque a mayor cantidad de capital, más alta es la relación capital/trabajo (C/T), y por tanto más alta es la productividad del trabajo (compare un trabajador labrando la tierra con una pala o haciéndolo con un tractor). La sociedad pasa a un nivel tecnológico más avanzado, que rinde más frutos (más excedente), los cuales, claro está, han de ser apropiados por la clase empresaria, para que el proceso continúe sin fin. Los economistas observan el apetito insaciable de acumulación de parte de la clase empresaria. ¿Y cómo comprarán los nuevos productos los habitantes que apenas ganan para vivir? En una economía globalizada, los mercados internos tienen valor secundario. Se trabaja, en última instancia, para que gane y acumule la economía global.