Riesgo-país
No
hace mucho el gobierno anterior promocionaba a las todavía
no estrenadas AFJP, difundiendo este singular mensaje: Usted
apostó al Estado, y perdió, junto con el mensaje
cuasi delictivo de que era imposible identificar los aportes realizados
por cada persona. Confieso que sentí gran indignación,
porque uno desenvolvía su trabajo dentro de un orden jurídico
estable, que obligaba a realizar aportes, de magnitud estrictamente
prefijada, y no arbitraria o caprichosa como las apuestas de una
ruleta. Al poco tiempo, la decisión de un funcionario X privó
a todo un pueblo de su fuente principal de trabajo y, ante los reclamos,
otro funcionario Z sugirió que, si no podían hallar
trabajo, se mudasen a otra parte. Ninguno fue preso, ni siquiera
reconvenido. Sencillamente, habían descripto el modo de relacionarse
el argentino con la sociedad y las instituciones. Yo enseño
en un establecimiento con más de 60 mil alumnos; la mayoría
de ellos trabaja, lo que resta un tiempo extraordinario al estudio;
la mayoría no lee libros, sino fichas o apuntes de clase;
la mayoría no lee inglés, ni hace nada por aprenderlo;
la mayoría rechaza la matemática, la estadística
y la historia; la mayoría viene de la clase media o media
baja, y con todo ello la posibilidad de acceder rápido y
con provecho a la renovación de conocimientos es casi nula.
Todos esperan que el título les traiga éxito y un
buen trabajo. Adam Smith estimaba que sólo 1/20 de quienes
siguen profesiones liberales tendrá éxito. En este
caso, serían unos 3000. Me parece una cifra muy abultada.
¿Y los demás? Habrán apostado a un número
que no sacó premio, como hacen tantas decenas de miles de
ciudadanos todos los días, comprando billetes que no premian
a nadie. El éxito universal de la lotería -.decía
Smith nos hace ver que se tiende naturalmente a sobreestimar
las probabilidades de ganancia. O bien, a subestimar el riesgo
eventual. Por eso la gente se emplea en condiciones de inestabilidad
laboral absoluta, o acepta el puesto de un obrero de la construcción
que acaba de morir aplastado por un derrumbe, o deja jugar a sus
hijos en la calle sin temor a que una bala perdida los hiera gravemente.
Cuando se habla de riesgo-país se alude a la inseguridad
que afecta al capital. Debería también hablarse del
riesgo-país a que se someten las personas, que en otros casos
habría bastado ya para vaciar de gente estos territorios.
Crecer
Está
instalado en los valores colectivos que el crecimiento del capital,
y no el crecimiento de las personas, es la medida del éxito
de una sociedad. Esta anda bien si su tasa de crecimiento (del capital)
es elevada, y viceversa. Pero el crecimiento del capital, en todo
caso, es apropiado sólo por una minúscula fracción
de la sociedad, y no por toda ella; o en el orden internacional,
es apropiado por un minúsculo grupo de países, no
por todos. ¿Qué es el capital y cómo crece?
Lo forman aquellos bienes usados para producir otros bienes. Tales
bienes -.de producción, tal como los usa el aparato
productivo, no sirven para comer, vestirse ni dormir dentro de ellos.
Por tanto, la sociedad debe satisfacer primero sus necesidades de
consumo, y a partir de ahí puede crear nuevos bienes de capital.
Ese excedente por encima de las necesidades elementales, si estuviera
igualitariamente repartido entre todos, no se destinaría
a crear bienes que no pueden consumirse ya. Cada cual trataría
de disfrutar hoy de su parte del pastel. Para que el excedente se
convierta en nuevo capital, su uso debe decidirlo el sector de la
sociedad que necesita el incremento de capital: la clase empresaria.
La acumulación, pues, tiene una base de desigualdad social.
La desigualdad no ocurre: se la crea para favorecer la acumulación.
En una sociedad donde todo se negocia por dinero, basta con limitar
los ingresos de las personas, para reducirlas a la mera función
deconsumir lo indispensable. Para lograrlo basta con convertir al
salario en el precio de una mercancía: la competencia entre
los oferentes de trabajo hace todo el resto. ¿Para qué
acumular? Porque a mayor cantidad de capital, más alta es
la relación capital/trabajo (C/T), y por tanto más
alta es la productividad del trabajo (compare un trabajador labrando
la tierra con una pala o haciéndolo con un tractor). La sociedad
pasa a un nivel tecnológico más avanzado, que rinde
más frutos (más excedente), los cuales, claro está,
han de ser apropiados por la clase empresaria, para que el proceso
continúe sin fin. Los economistas observan el apetito insaciable
de acumulación de parte de la clase empresaria. ¿Y
cómo comprarán los nuevos productos los habitantes
que apenas ganan para vivir? En una economía globalizada,
los mercados internos tienen valor secundario. Se trabaja, en última
instancia, para que gane y acumule la economía global.
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