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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
22 OCTUBRE 2000








POLITICA DEL AVESTRUZ

O ABRIR LA DISCUSION

Por Roberto Navarro

Raúl Alfonsín volvió a encender la mecha. “La Convertibilidad fue nefasta”, afirmó, precipitando una reacción en cadena en defensa de la paridad 1=1. Pero esa defensa no abrió el debate sino que simplemente buscó cerrarlo. ¿La Convertibilidad sigue generando confianza, expansión del crédito, atrae inversiones? ¿O produce deflación, recesión, desempleo? ¿Quién se anima a salir del esquema cambiario establecido por el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, en 1991? El Gobierno y la mayor parte de la oposición no quieren ni oír hablar de devaluación. El tema se ha convertido en tabú. El miedo es que una devaluación lleve al Estado y a la mayoría de las empresas privadas a una cesación de pagos al no poder hacer frente a las deudas en dólares. Cash consultó a ocho de los más importantes economistas del país sobre la conveniencia o no de abandonar la Convertibilidad, las ventajas y desventajas de una devaluación, la forma de hacerla y los caminos alternativos.
Cuando Cavallo ató la moneda nacional a la norteamericana, fijó una paridad de un dólar igual a 10 mil australes (denominación que luego se cambió por el peso, con cuatro ceros menos). Así, la Convertibilidad nació con el pecado original de la subvaluación del peso, que alentó las importaciones y el ingreso de capitales, derivando en una fuerte expansión económica. A partir de 1995, Estados Unidos, debido a su salto tecnológico, comenzó a aumentar su productividad a un ritmo superior al resto de los países. La mayoría respondió devaluando sus monedas para no perder competitividad. Pero la Argentina no pudo hacerlo porque quedó atrapada por la Convertibilidad. Entonces, su economía se ajustó mediante deflación de precios y salarios, lo que derivó en una profunda recesión y en un aumento de la desocupación.
La deflación lleva casi tres años, pero las caídas de precios fueron de escasa magnitud y no en todos los sectores. Las tarifas de la mayoría de los servicios públicos privatizados siguieron aumentando. Por eso los sectores productivos perdieron competitividad frente al resto de los países que devaluaron sus monedas.
Con el mercado interno estancado y las exportaciones apenas sostenidas por el aumento del precio del petróleo, algunos economistas comienzan a pensar si no son más los costos que los beneficios de continuar con el actual esquema cambiario. El éxito de la devaluación brasileña del año pasado es uno de los argumentos que esgrimen quienes auspician el pasaje hacia un sistema de cambio flotante. Pero el mero cuestionamiento genérico de la Convertibilidad por parte del ex presidente Raúl Alfonsín la semana pasada generó un fuerte rechazo del Gobierno, de la oposición y del establishment.
Aquellos que defienden la continuidad de la Convertibilidad afirman que abandonarla sería dar un salto al vacío. El fantasma de la cesación de pagos es la principal preocupación. En el actual escenario, nadie duda que un régimen de cambio flotante produciría una inmediata devaluación del peso, y no una revaluación como imaginaba Cavallo hace algunos años. El 95 por ciento de la deuda del Estado está nominada en dólares y los ingresos públicos, en pesos. Entonces, la posibilidad de repago de la deuda disminuiría en proporción a la magnitud de la devaluación.
El sector privado enfrenta una situación similar: el 80 por ciento de su pasivo está registrado en moneda norteamericana. La deuda externa privada suma 65.500 millones de dólares. Sólo en préstamos hipotecarios con bancos locales, las empresas y las personas deben 11.500 millones de dólares. A esto hay que sumarle los créditos prendarios y los pequeños préstamos para la compra de electrodomésticos y otros bienes del hogar. Todos estos créditos se harían más difíciles de cancelar, ya que la mayor parte de los endeudados tienen ingresos en pesos.
El dilema económico que plantea la Convertibilidad es de difícil resolución. Pero todavía es más complicado si no se debate y se opta por la política del avestruz.

 

Martín Redrado
Fundación Capital

“Una economía dolarizada”

“Salir de la convertibilidad no resuelve ninguno de los dos principales problemas que tiene el país: la insolvencia fiscal y la falta de competitividad. El único resultado sería una cesación de pagos del sector público, que recauda en pesos y paga el 95 por ciento de su deuda en dólares, y un quiebre en la cadena de pagos del sector privado. La economía está dolarizada. La gente piensa, compra, vende y, si puede, ahorra en dólares. La devaluación generaría fuga de capitales, pérdida de confianza e inflación.”
¿La actual paridad es un obstáculo para crecer?
–No, el país, por su historia económica, perdió su moneda. Sólo le queda el camino de las reformas económicas e impositivas. Estamos así porque el sector público se ha tomado una larga siesta desde hace seis años en términos de reformas de fondo. Hay que eliminar impuestos distorsivos y analizar la gestión del Estado con un enfoque gerencial.
¿Es suficiente para ser competitivos?
–No, además el sector privado debe generar una constante reingeniería productiva y trabajar en una diferenciación de la calidad, que nos haga competir no sólo en base a menores costos.
¿Piensa que la Convertibilidad es para siempre?
–No se puede salir sin tener un superávit primario que permita eliminar la duda de la cesación de pagos. Yo veo una salida de la convertibilidad en base a acuerdos monetarios regionales con Brasil y el resto de los países del Mercosur. Y no creo que este escenario se dé en poco tiempo.

Javier Lindenboim
del Ceped-UBA

“Pasar a la flotación”

“Hay que salir de la convertibilidad. Casi no hay países con esta política tan rígida. Es cierto que es complicado hacerlo en este momento. Hay una memoria colectiva que cree que podemos ir al abismo. Hubiera sido más fácil en la primera mitad de los ‘90, en pleno crecimiento. ¿Peligros? No pongo las manos en el fuego por la reacción de los grupos que generaron la debacle de 1989, que podrían desatar una corrida contra el peso. Pero con esta recesión es difícil imaginarse una espiral inflacionaria.”
¿Cómo se sale?
–El pasaje debe ser hacia un régimen de flotación como el de la inmensa mayoría de los países desarrollados. Pero tiene que ser dentro de un esquema de crecimiento con equidad, como se prometió. Habría que reformar esta estructura impositiva regresiva, que se acentuó en los ‘90. El chantaje de los que dicen que si salimos vamos al abismo no se puede seguir soportando. Hay que hacer una salida pautada y gradualista.
¿Cómo imagina el escenario post devaluación?
–No puede quedar librado a las fuerzas del mercado. El Estado debería tratar de acomodar las cargas; evaluar que el sector financiero no se quede con una transferencia de recursos del resto de la sociedad. Lo mismo ocurre con las empresas privatizadas, que tienen sus tarifas en dólares. Habría que negociar un replanteo de ese esquema o cobrarles un impuesto especial. El costo de mantenerse en la convertibilidad es mayor que el de salir. Y cuanto más tiempo pase será peor.

Jorge Vasconcelos
Fundación Mediterránea

“Bajarían los sueldos”

“Estados Unidos viene creciendo hace cinco años a un promedio del 4,5 por ciento anual. El mundo reaccionó de tres maneras distintas: los que crecieron igual, como México; los que devaluaron, como la Unión Europea, Brasil y los países asiáticos, y los países con regímenes cambiarios más estrictos, como Hong Kong y Argentina, que deflacionaron su economía. Si se analiza la devaluación del Euro y del Real, por poner dos ejemplos, fueron del 20 por ciento. Y la diferencia de precios relativos entre Argentina y Estados Unidos, es decir nuestra deflación contra su inflación en los últimos cinco años, fue del 15 por ciento. O sea que, en realidad, no perdimos tanto terreno. Lo que ocurrió fue que, en los últimos cuatro años, la presión tributaria aumentó un 2,5 por ciento con relación al PBI. Y además subieron los servicios públicos privatizados. Entonces, la deflación es un promedio que no representa a los costos de producción, que sí subieron. Por eso tenemos problemas de competitividad y fiscales.”
Entonces, si en vez de deflación hubiese habido una devaluación del 15 por ciento, se estaría en el mismo problema.
–Exactamente.
¿No hay que cambiar el esquema cambiario?
–Ecuador el año pasado devaluó, salió del cambio fijo, y cayó en una crisis bancaria y en quebrantos generalizados. La devaluación de Brasil se instrumentó frente a la imposibilidad política de avanzar en reformas estructurales. Su crecimiento no será sólido y, además, sigue siendo el país con peor distribución de renta de la región. En Argentina una devaluación también volvería a rebajar los sueldos, acentuando la regresiva distribución de la riqueza.

Jorge Carrera
de IEFE

“No hay que tener miedo”

“El tiempo de la convertibilidad se está acabando. Ahora viene la disputa entre los que quieren un régimen flexible y los que proponen la dolarización. A este ministro le queda poco. Antes nos vendían el mito de que el ajuste traía crecimiento y ahora que el problema es psicológico. Por ese motivo proponen un shock de confianza. Pero eso no resuelve el problema de falta de competitividad en un mundo en el que todos han devaluado. Y nosotros estamos asociados con la moneda equivocada. La Convertibilidad había tenido una cierta capacidad de ajustar la competitividad. Pero a partir de 1997, con las devaluaciones asiáticas y luego brasileña, se perdieron esos avances. Ahora es muy difícil seguir recuperando terreno con aumentos de productividad, porque es imposible aguantarle el ritmo a Estados Unidos.”
¿La Convertibilidad tiene más costos que beneficios?
–Seguro, lo que pasa es que aún perduran en la memoria de la gente los beneficios. Además, Domingo Cavallo hizo una expansión del gasto público fenomenal. El es el culpable de que la convertibilidad no haya funcionado. Si Cavallo hubiera sido suficientemente inteligente para percibir que lapolítica fiscal era el único elemento contracíclico que tenía, y hubiera armado un fondo como el que se hizo con los bancos, ahora no estaríamos sufriendo la actual crisis.
¿Qué pasa con la deuda pública en caso de devaluación?
–Cavallo cerró el candado y tiró la llave al mar. Hay que ver cómo se sale: de manera traumática o planeada; si lo decide el gobierno o los mercados. Y medir costos y beneficios. En todo caso hay que hacer una lectura a largo plazo y no temer lo que pase en un primer momento.

Adolfo Sturzenegger
economista cavallista

“Mantener la estabilidad”

“No es el momento de salir de la convertibilidad. El esquema instrumentado por Domingo Cavallo eliminó de raíz el descontrol monetario del país y sigue siendo necesario para mantener la estabilidad. La incertidumbre de los factores económicos generada por el alto endeudamiento de los sectores público y privado es el obstáculo que está impidiendo salir de la recesión. Un cambio del esquema cambiario produciría una desconfianza aún mayor y no resolvería los problemas centrales de la economía.”
¿El 1=1 no se convirtió en un freno para el crecimiento?
–La convertibilidad es hoy un régimen menos fuerte de lo que fue hasta mediados de 1998. El crecimiento de la deuda y factores externos, como la revaluación del dólar, lo debilitaron. Pero el camino es reforzarlo con otras medidas. La principal es poner patas para arriba toda la institucionalidad fiscal del país: ingresos y egresos. Hay que remover la corrupción, cambiar la deficiente estructura del sistema tributario, reducir la evasión y promover un nuevo pacto fiscal. La ley de responsabilidad fiscal no sirve porque no se cumple. El aumento del riesgo país lo demuestra. La convertibilidad es insostenible tal cual está, pero hay un camino por recorrer.
¿En qué momento el país podrá ir hacia un esquema de cambio flotante, como la mayoría de las economías del mundo?
–No veo que sea necesario salir en ningún momento. Si el país tuviera una solvencia fiscal absoluta, probablemente se podría discutir la conveniencia, pero estamos muy lejos de eso. En general, los economistas internacionales prefieren los sistemas de flotación, pero también muchos están hablando de una reducción del número de monedas.

Héctor Valle
de FIDE

“Replantear el modelo”

“Hace rato que deberíamos haber salido del tipo de cambio fijo, porque este esquema nos coloca en una situación de vulnerabilidad frente al resto de los países. Sobre todo a partir de la fuerte revaluación del dólar. Con la devaluación de Brasil la asimetría con el socio principal se ha tornado insostenible. Y no se trata sólo del régimen cambiario, hay que replantear el modelo. Instrumentar una reforma general que altere el actual esquema de ganadores y perdedores. Cambiar las reglas de juego de las empresas privatizadas, instalar una política fiscal progresista y reformular las condiciones laborales, tratando de elevar el nivel de ingresos. Laconvertibilidad se instaló de la mano de una reforma conservadora; hay que salir de la mano de una contrarreforma progresista.”
Hay economistas que afirman que salir de la convertibilidad significa más recesión y quebrantos generalizados.
–Se debe salir con un gran consenso previo, que llegará cuando se entienda que no hay otro camino para generar empleo. Para evitar los quebrantos habría que instrumentar un sistema que permita la refinanciación de los pasivos de las pymes; me refiero a deudas de hasta 100 ó 150 mil dólares. El Banco Central debería otorgar redescuentos a las entidades financieras con ese fin específico. Habrá que disponer de una masa crítica de dólares para sostener al sistema. Pero también las entidades deberían requerir fondos a sus casas matrices.
¿No habría una caída de salarios y más recesión?
–No necesariamente, porque es muy difícil que la inflación se dispare con la actual caída de ventas y, en todo caso, sería por un lapso acotado.

Carlos Melconian
M&S Consultores

“Sin chances de salir”

“La sociedad aceptó la dolarización de la economía y ya no hay ninguna chance de salir. Una economía tan dolarizada como la argentina no lo permite. La sociedad está cómoda con esta situación. Con la convertibilidad crecimos un 50 por ciento y vamos a seguir creciendo. En todo caso se irá hacia una dolarización total.”
¿Se perderá la posibilidad de hacer política monetaria?
–Es cierto que un sistema flotante ayuda a amortiguar impactos externos, como lo ha hecho Brasil. Eso se lee en cualquier libro de economía; pero en el caso particular argentino, con su larga historia de inflación, es preferible tener un cambio fijo.
¿En cuánto influye el sistema cambiario en la actual recesión?
–En nada. Los problemas de confianza y desconfianza se generan con cambios fijos o flotantes. Al contrario, con la certidumbre del uno a uno, la gente se maneja de otra manera. La actual recesión es coyuntural y se debe a un cúmulo de factores que frenaron la inversión. Pero una vez superada esta situación, no tengo dudas de que el mercado se comportará mejor con convertibilidad que sin ella. Lo mejor sería no discutir este tema.
¿Por qué?
–Principalmente porque la salida de la convertibilidad ya no es una cuestión que esté en manos de los economistas, sino de los agentes económicos y de la sociedad en general. La aversión de la gente al cambio se vio claramente con el rechazo que sufrieron las declaraciones de Raúl Alfonsín.

Alfredo Eric Calcagno
ex funcionario de la ONU

“Hay que devaluar”

“Hay que salir del modelo económico neoliberal, con convertibilidad incluida, y pasar a un modelo reformista. Si sólo se altera el esquema cambiario la situación no mejorará. Se habla del cambio de modelo como unacatástrofe y ya ha ocurrido muchas veces en la historia argentina. Debemos ir hacia un esquema progresista, por ejemplo, como el de Francia, una democracia socialdemócrata.”
¿Cómo se traduce en medidas económicas esa reforma?
–Es necesario nacionalizar las rentas petrolera, gasífera y agrícola; instrumentar un plan de desarrollo industrial y diseñar una política social y cultural en consonancia, como medidas de fondo. En cuanto al corto plazo, es imprescindible rescatar la autonomía de decisión en política económica, no podemos seguir cumpliendo las recetas de los organismos internacionales. También hay que recuperar instrumentos de política económica, en especial los monetarios y financieros, mediante la subordinación del Banco Central al poder político. En ese contexto hay que devaluar. También se debe abandonar la teología neoliberal del ajuste perpetuo y reactivar en lugar de ajustar. Mal le hubiese ido a Estados Unidos si en la depresión del ‘30 continuaba con la política de ajuste en lugar de la de expansión que instrumentó Franklin Roosevelt.
¿Cómo se soluciona el problema de los deudores en dólares?
–Toda devaluación tiene ganadores y perdedores. Mi propuesta es que la paguen los que ganaron en la última década: el sistema financiero. Habría que instrumentar un desagio y que los créditos se paguen en pesos al tipo de cambio vigente al otorgarse el préstamo.