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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
28 ENERO 2001








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Apuntador y primera actriz

Jorge Sappia, el ex viceministro de Trabajo cuando Alberto Flamarique estaba al frente de esa cartera, tiene dos virtudes. La primera es que sabe mucho del tema laboral, motivo que lo llevó a renunciar cuando Fernando de la Rúa designó a Patricia Bullrich al frente de Trabajo. Y la segunda es que es bastante sincero dentro de la autocensura de los políticos. Esa virtud la manifestó en un par de oportunidades cuando se refirió a los técnicos del FMI y Banco Mundial y a los economistas de la city. Al respecto, y cuando el FMI critica a los políticos argentinos calificándolos de “lamentables”, vale recordar unas declaraciones radiales de Sappia (Radio del Plata, 2 de noviembre de 2000, programa “El mañanero”, conducido por Juan Castro), oportunamente guardadas en un archivo. Son valiosas porque ayudan a la comprensión de los discursos que se imponen en determinado momento y de la dinámica que asumen algunos acontecimientos.
–¿Con qué autoridad vienen los funcionarios del Fondo?, le preguntaron a Sappia.
–Vienen con la autoridad de ser los tipos a los que usted le debe... ¿Sabe lo que le quiero contar? ¿Sabe de dónde sacan sus razones?
–¿De dónde?
–De acá, no las traen de afuera. Esos son los argumentos que les dan...
–¿Quiénes?
–Los Broda. Esos son los señores que les dan los argumentos. Entonces ellos vienen repitiendo los mismos argumentos que usted escucha en cualquier conferencia de estos economistas que emiten sus consejos. Son burócratas (los del FMI) que no tienen capacidad de generar un discurso propio y traen el discurso que les dan en la esquina antes de llegar al ministerio estos señores (los Broda). Esta es la verdad histórica. Es decir, yo después de las reuniones que he tenido con la señora Teresa Ter Minassian, con Paul Levy del Banco Mundial, he llegado a la conclusión de que son mucho más buenos –para decirlo de algún modo– los burócratas de los organismos internacionales que los que tenemos acá, que son los que les llenan la cabeza con esas ideas. Como decía un viejo profesor de Derecho del Trabajo: “El problema no son las multinacionales, sino los negociadores locales de las multinacionales”.
Sappia facilita así la posibilidad de entender la repentina e inusual preocupación del FMI sobre la calidad de los políticos argentinos. (No se trata de defender aquí la ineptitud y la corrupción que invade al mundo de la política, pero suena un poco a desfachatez que la crítica provenga del Fondo, burocracia de economistas de segunda a nivel internacional, que en los últimos años no se ha cansado de fracasar con sus políticas de ajuste, y de los economistas liberales del elenco estable que en las últimas décadas acumulan una sucesión de errores de diagnósticos con consecuencias nefastas para la sociedad.)
En el informe final al Directorio del FMI de la misión que trabajó en el rescate de los acreedores de Argentina se evalúa que es “lamentable” la actitud de algunos dirigentes políticos, que a la vez pueden generar “riesgos significativos” al programa aprobado. Teresa Ter Minassian, quien escribió ese capítulo del informe, amplió su idea en un reciente reportaje (BAE, 22 de enero de 2001) culpando directamente a Carlos “Chacho” Alvarez porque al renunciar provocó la crisis que desembocó en el socorro financiero, sin hacer mención de que ella misma fue quien avaló el paquete de medidas de Machinea que profundizó la recesión en el 2000 y acercó al país al borde de la cesión de pagos.
Siguiendo a Sappia falta una pieza en este tablero. La ficha apareció el lunes pasado en El Cronista: “Las condiciones están, y ahora los políticos tienen la palabra”, fue el título de su artículo, en el cual precisó que “las posibilidades de una reactivación dependerán crucialmente del comportamiento de la clase política argentina”. El autor ustedes ya lo imaginan: Miguel Angel Broda. Apuntador y primera actriz salieron a escena.