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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
11 MARZO 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Hugo Broggi (1880-1965)

Broggi fue una figura excepcional en la enseñanza e investigación de la ciencia económica en la Argentina. Según él mismo indicó en su tesis doctoral, nació en Como, Italia, el 29 de diciembre de 1880. Estudió en Como y Milán el nivel primario y medio, que concluyó en el Instituto Técnico en 1898. En 1898-1901 realizó en Milán distintos estudios, sobre todo literarios y filosóficos. En 1901-02 estudió en Göttingen, diplomándose en Matemática Actuarial. Tras un semestre en Berlín (invierno-verano 1903), pasó a Roma como director de la sección matemática de una compañía de seguros de vida. Al mismo tiempo estudió en la escuela diplomática de Roma, en la que se diplomó en abril de 1904 en Ciencias Económicas. Ese año inició una intensa colaboración con el Giornale degli Economisti, que se extendió hasta 1907. Desde la Pascua de 1905 hasta el otoño de 1906 estudió de nuevo en Göttingen. En 1906 publicó Matematica Attuariale. El 4 de junio de 1907 presentó una disertación inaugural supervisada por David Hilbert, sobre “Los axiomas del cálculo de probabilidades”, doctorándose en Matemática. Poco antes (enero 1907) había defendido su propia tesis en dicha universidad Max Born, que sería Premio Nobel 1954 y visitó Como al regreso de Broggi a Italia. En 1907 apareció la traducción francesa de su libro. Se radicó en Buenos Aires en 1910. Fue electo profesor de Matemática Financiera del IAEC. En la Universidad Nacional de La Plata enseñó Análisis Matemático y Matemáticas Superiores desde 1911-12. Fue el primero en el país en dictar esa disciplina con sentido moderno. En 1912 la UBA lo nombró titular de Estadística, con Alejandro E. Bunge como adjunto. Integró el primer Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas (noviembre 1913) y la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1914, de la que fue secretario (1919-25). Dictó junto a Luis Roque Gondra, en 1918, el primer curso de Economía Matemática de Sudamérica. En 1919 obtuvo la primera demostración de la existencia de la función de utilidad. En 1923 planteó, por primera vez, la insuficiencia del criterio de Walras para probar la existencia de soluciones de equilibrio general, punto que sería vuelto a plantear por Robert Remak, también discípulo de Hilbert en Göttingen, luego de retornar Broggi a Italia en 1927. La Academia Nacional de Ciencias Económicas lo nombró académico correspondiente.

 

Mi mamá me ama. Mi país, no

Unos países son ricos en diamantes; otros, en bosques; algunos, en agua. Otros lo son en tierra, fuente de los alimentos derivados de la agricultura y ganadería. La explosión demográfica europea del siglo XIX multiplicó la necesidad de alimentos y, por tanto, de nuevas tierras. Pero el problema crecimiento de población ya traía consigo parte de la solución: la migración humana a zonas poco habitadas. La historia moderna de la Argentina giró así en torno del cambio en el uso de sus tierras. O dicho de otro modo, la colosal expansión del área sembrada en combinación con el trabajo y el capital. Los dos últimos, proverbialmente escasos en el país, incorporados mediante inmigración a gran escala e inversiones de capital extranjero, ambos abundantes en Europa en el período que va del último tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. En la gran ciudad el número de extranjeros sobrepasó al de argentinos nativos. El mundo se asombraba con la aparición de este gigante agropecuario, y se comparaba con Australia y Canadá. Lo que el mundo no sabía era que tales tierras nunca estuvieron despobladas, aunque gobernantes y literatos se complacían en referirlas como el desierto, es decir, un lugar inhabitado. La conquista del desierto (1879) fue esencialmente una operación de genocidio, resuelta por una superioridad de armamento, dirigida a eliminar del territorio a un grupo nacional, el indio. Cuando éste no ofrecía resistencia, igual se lo mataba moralmente, cortando su raíz con la tierra, desplazándolo y confinándolo. Sus orígenes y desarrollo en eltiempo son ahora fantasmales, pues se tuvo buen cuidado en no registrar sus lenguas, tradiciones y cultura. La cultura de pertenencia de las urbes pasó a ser la de los países colonialistas: Inglaterra, Francia, Italia, Portugal. Hablar sus idiomas llevó a identificarse con su proyecto. Se ignoran en documentos oficiales o en la educación de niños y jóvenes los idiomas de las culturas aborígenes. No se enseña en las escuelas a decir en quechua y guaraní: “compatriota”, “juntos”, “dame tu mano, toma la mía”. Ignorar esas lenguas es un asesinato cultural silencioso. La Revolución de Mayo se hizo conocer al interior en lenguas vernáculas, como el aymará. Se buscaba integración y solidaridad. Hoy se trata de proveer armas para una globalización darwiniana, bajo el lema: si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.Unos países son ricos en diamantes; otros, en bosques; algunos, en agua. Otros lo son en tierra, fuente de los alimentos derivados de la agricultura y ganadería. La explosión demográfica europea del siglo XIX multiplicó la necesidad de alimentos y, por tanto, de nuevas tierras. Pero el problema crecimiento de población ya traía consigo parte de la solución: la migración humana a zonas poco habitadas. La historia moderna de la Argentina giró así en torno del cambio en el uso de sus tierras. O dicho de otro modo, la colosal expansión del área sembrada en combinación con el trabajo y el capital. Los dos últimos, proverbialmente escasos en el país, incorporados mediante inmigración a gran escala e inversiones de capital extranjero, ambos abundantes en Europa en el período que va del último tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. En la gran ciudad el número de extranjeros sobrepasó al de argentinos nativos. El mundo se asombraba con la aparición de este gigante agropecuario, y se comparaba con Australia y Canadá. Lo que el mundo no sabía era que tales tierras nunca estuvieron despobladas, aunque gobernantes y literatos se complacían en referirlas como el desierto, es decir, un lugar inhabitado. La conquista del desierto (1879) fue esencialmente una operación de genocidio, resuelta por una superioridad de armamento, dirigida a eliminar del territorio a un grupo nacional, el indio. Cuando éste no ofrecía resistencia, igual se lo mataba moralmente, cortando su raíz con la tierra, desplazándolo y confinándolo. Sus orígenes y desarrollo en eltiempo son ahora fantasmales, pues se tuvo buen cuidado en no registrar sus lenguas, tradiciones y cultura. La cultura de pertenencia de las urbes pasó a ser la de los países colonialistas: Inglaterra, Francia, Italia, Portugal. Hablar sus idiomas llevó a identificarse con su proyecto. Se ignoran en documentos oficiales o en la educación de niños y jóvenes los idiomas de las culturas aborígenes. No se enseña en las escuelas a decir en quechua y guaraní: “compatriota”, “juntos”, “dame tu mano, toma la mía”. Ignorar esas lenguas es un asesinato cultural silencioso. La Revolución de Mayo se hizo conocer al interior en lenguas vernáculas, como el aymará. Se buscaba integración y solidaridad. Hoy se trata de proveer armas para una globalización darwiniana, bajo el lema: si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.