Hugo Broggi (1880-1965)
Broggi fue una figura excepcional en la enseñanza e investigación
de la ciencia económica en la Argentina. Según él
mismo indicó en su tesis doctoral, nació en Como,
Italia, el 29 de diciembre de 1880. Estudió en Como y Milán
el nivel primario y medio, que concluyó en el Instituto Técnico
en 1898. En 1898-1901 realizó en Milán distintos estudios,
sobre todo literarios y filosóficos. En 1901-02 estudió
en Göttingen, diplomándose en Matemática Actuarial.
Tras un semestre en Berlín (invierno-verano 1903), pasó
a Roma como director de la sección matemática de una
compañía de seguros de vida. Al mismo tiempo estudió
en la escuela diplomática de Roma, en la que se diplomó
en abril de 1904 en Ciencias Económicas. Ese año inició
una intensa colaboración con el Giornale degli Economisti,
que se extendió hasta 1907. Desde la Pascua de 1905 hasta
el otoño de 1906 estudió de nuevo en Göttingen.
En 1906 publicó Matematica Attuariale. El 4 de junio de 1907
presentó una disertación inaugural supervisada por
David Hilbert, sobre Los axiomas del cálculo de probabilidades,
doctorándose en Matemática. Poco antes (enero 1907)
había defendido su propia tesis en dicha universidad Max
Born, que sería Premio Nobel 1954 y visitó Como al
regreso de Broggi a Italia. En 1907 apareció la traducción
francesa de su libro. Se radicó en Buenos Aires en 1910.
Fue electo profesor de Matemática Financiera del IAEC. En
la Universidad Nacional de La Plata enseñó Análisis
Matemático y Matemáticas Superiores desde 1911-12.
Fue el primero en el país en dictar esa disciplina con sentido
moderno. En 1912 la UBA lo nombró titular de Estadística,
con Alejandro E. Bunge como adjunto. Integró el primer Consejo
Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas (noviembre
1913) y la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1914,
de la que fue secretario (1919-25). Dictó junto a Luis Roque
Gondra, en 1918, el primer curso de Economía Matemática
de Sudamérica. En 1919 obtuvo la primera demostración
de la existencia de la función de utilidad. En 1923 planteó,
por primera vez, la insuficiencia del criterio de Walras para probar
la existencia de soluciones de equilibrio general, punto que sería
vuelto a plantear por Robert Remak, también discípulo
de Hilbert en Göttingen, luego de retornar Broggi a Italia
en 1927. La Academia Nacional de Ciencias Económicas lo nombró
académico correspondiente.
Mi
mamá me ama. Mi país, no
Unos países son ricos en diamantes; otros,
en bosques; algunos, en agua. Otros lo son en tierra, fuente de
los alimentos derivados de la agricultura y ganadería. La
explosión demográfica europea del siglo XIX multiplicó
la necesidad de alimentos y, por tanto, de nuevas tierras. Pero
el problema crecimiento de población ya traía consigo
parte de la solución: la migración humana a zonas
poco habitadas. La historia moderna de la Argentina giró
así en torno del cambio en el uso de sus tierras. O dicho
de otro modo, la colosal expansión del área sembrada
en combinación con el trabajo y el capital. Los dos últimos,
proverbialmente escasos en el país, incorporados mediante
inmigración a gran escala e inversiones de capital extranjero,
ambos abundantes en Europa en el período que va del último
tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. En la gran
ciudad el número de extranjeros sobrepasó al de argentinos
nativos. El mundo se asombraba con la aparición de este gigante
agropecuario, y se comparaba con Australia y Canadá. Lo que
el mundo no sabía era que tales tierras nunca estuvieron
despobladas, aunque gobernantes y literatos se complacían
en referirlas como el desierto, es decir, un lugar inhabitado. La
conquista del desierto (1879) fue esencialmente una operación
de genocidio, resuelta por una superioridad de armamento, dirigida
a eliminar del territorio a un grupo nacional, el indio. Cuando
éste no ofrecía resistencia, igual se lo mataba moralmente,
cortando su raíz con la tierra, desplazándolo y confinándolo.
Sus orígenes y desarrollo en eltiempo son ahora fantasmales,
pues se tuvo buen cuidado en no registrar sus lenguas, tradiciones
y cultura. La cultura de pertenencia de las urbes pasó a
ser la de los países colonialistas: Inglaterra, Francia,
Italia, Portugal. Hablar sus idiomas llevó a identificarse
con su proyecto. Se ignoran en documentos oficiales o en la educación
de niños y jóvenes los idiomas de las culturas aborígenes.
No se enseña en las escuelas a decir en quechua y guaraní:
compatriota, juntos, dame tu mano,
toma la mía. Ignorar esas lenguas es un asesinato cultural
silencioso. La Revolución de Mayo se hizo conocer al interior
en lenguas vernáculas, como el aymará. Se buscaba
integración y solidaridad. Hoy se trata de proveer armas
para una globalización darwiniana, bajo el lema: si no puedes
vencer a tu enemigo, únete a él.Unos países
son ricos en diamantes; otros, en bosques; algunos, en agua. Otros
lo son en tierra, fuente de los alimentos derivados de la agricultura
y ganadería. La explosión demográfica europea
del siglo XIX multiplicó la necesidad de alimentos y, por
tanto, de nuevas tierras. Pero el problema crecimiento de población
ya traía consigo parte de la solución: la migración
humana a zonas poco habitadas. La historia moderna de la Argentina
giró así en torno del cambio en el uso de sus tierras.
O dicho de otro modo, la colosal expansión del área
sembrada en combinación con el trabajo y el capital. Los
dos últimos, proverbialmente escasos en el país, incorporados
mediante inmigración a gran escala e inversiones de capital
extranjero, ambos abundantes en Europa en el período que
va del último tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra
Mundial. En la gran ciudad el número de extranjeros sobrepasó
al de argentinos nativos. El mundo se asombraba con la aparición
de este gigante agropecuario, y se comparaba con Australia y Canadá.
Lo que el mundo no sabía era que tales tierras nunca estuvieron
despobladas, aunque gobernantes y literatos se complacían
en referirlas como el desierto, es decir, un lugar inhabitado. La
conquista del desierto (1879) fue esencialmente una operación
de genocidio, resuelta por una superioridad de armamento, dirigida
a eliminar del territorio a un grupo nacional, el indio. Cuando
éste no ofrecía resistencia, igual se lo mataba moralmente,
cortando su raíz con la tierra, desplazándolo y confinándolo.
Sus orígenes y desarrollo en eltiempo son ahora fantasmales,
pues se tuvo buen cuidado en no registrar sus lenguas, tradiciones
y cultura. La cultura de pertenencia de las urbes pasó a
ser la de los países colonialistas: Inglaterra, Francia,
Italia, Portugal. Hablar sus idiomas llevó a identificarse
con su proyecto. Se ignoran en documentos oficiales o en la educación
de niños y jóvenes los idiomas de las culturas aborígenes.
No se enseña en las escuelas a decir en quechua y guaraní:
compatriota, juntos, dame tu mano,
toma la mía. Ignorar esas lenguas es un asesinato cultural
silencioso. La Revolución de Mayo se hizo conocer al interior
en lenguas vernáculas, como el aymará. Se buscaba
integración y solidaridad. Hoy se trata de proveer armas
para una globalización darwiniana, bajo el lema: si no puedes
vencer a tu enemigo, únete a él.
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