Versión original
Por
Alfredo Zaiat
Daniel Artana, mano derecha del flamante ministro
de Economía, se ha vestido rápidamente el traje de
funcionario público, lo que implica mucho más que
la simple jura que deja a un lado al economista teórico de
una fundación liberal. El primer mandamiento del manual de
un nuevo equipo económico dice que se debe enfatizar la herencia
recibida y que las cuentas fiscales están mucho peor de lo
que se pensaba. Y Artana ha seguido esa regla de oro de esos códigos
inútiles de la gestión pública, como si esa
prevención sirviera de algo para luego explicar el fracaso
o éxito posterior. Pero en este caso, existe apenas un pequeño
detalle que no hace muy creíble el del por sí desprestigiado
argumento de la herencia. Durante los quince meses de
gestión de José Luis Machinea, el jefe de Artana convivió
estrechamente en el gabinete con el ministro de Economía
saliente, mantuvo innumerables conversaciones reservadas sobre la
marcha de la economía, supo de las dificultades que existían,
de las presiones por más gasto que sufría y también
festejó como el resto del gobierno el blindaje. Aquí
no hay herencia, sino el reemplazo del gerente (el ministro) de
la empresa (el gobierno) ante las quejas de los proveedores más
poderosos (el establishment). Estos reclamaron, y con bastante fundamento,
que es mejor tratar con la versión original que con una copia.
Y si de herencia se trata, el nuevo equipo económico tiene
la oportunidad de no cometer los mismos errores iniciales de gestión
de su predecesor que abortaron la incipiente reactivación
de fines de 1999. Con el rescate a los acreedores de Argentina indudablemente
mejoró levemente el clima de negocios, cuyos efectos positivos
en cuanto a expectativas quedaron rápidamente diluidos. Pero
una cosa son las percepciones y otra muy distinta la realidad. Lo
cierto es que la producción industrial de febrero mostrará
una variación al alza. La actividad manufacturera presentará
un número alentador pese a que la fabricación de autos
descendió 32 por ciento respecto a febrero de 2000. Y quién
mejor que Abel Viglione, especialista de esos índices en
FIEL, para advertirle a su compañero de ruta Artana que lo
de la herencia no es una buena estrategia. Viglione
escribió el martes pasado en BAE que cuando va a aparecer
la primera variación positiva (del índice de producción
industrial), libre de contaminación, esto es
la discusión de destacionalización, Machinea no será
el que la anuncie; el tiempo le jugó una mala pasada, pese
a que el ex ministro había anticipado que para estas alturas
esperaba el fin de la recesión industrial.
Pese a ello, y posiblemente cegados por la obsesión fiscalista,
el dueño de los bigotes más rudos atemorizará
a consumidores y empresas con la necesidad de ajustar las cuentas,
ya sea por 1000, 1200 o 1500 millones de pesos. La tarea de guardián
de las cuentas públicas fue asumida por Machinea en esa suerte
de clonación de ortodoxia fiscalista. Y ya se conocen sus
resultados. Ahora, el ejemplar original aspira a hacer honor de
sus antecedentes cuando, en realidad, lo que se necesita para salir
de la recesión no es machacar sobre el aspecto fiscal, precisamente.
(Un comentario al margen:
Por curiosidad gástrica, sería interesante saber qué
ricino están tomando radicales y frepasistas para aceptar
con exasperante cadencia la incorporación al Gobierno en
el equipo de López Murphy de Manuel Solanet, colaborador
de José Alfredo Martínez de Hoz durante sus cinco
años de gestión, para luego saltar al cargo de secretario
de Hacienda durante la gestión de Roberto Alemann, entre
diciembre de 1981 y junio de 1982. Si no se trata de un secreto
de Estado, sería revelador conocer de qué se trata
ese aceite purgante.)Daniel Artana, mano derecha del flamante ministro
de Economía, se ha vestido rápidamente el traje de
funcionario público, lo que implica mucho más que
la simple jura que deja a un lado al economista teórico de
una fundación liberal. El primer mandamiento del manual de
un nuevo equipo económico dice que se debe enfatizar la herencia
recibida y que las cuentas fiscales están mucho peor de lo
que se pensaba. Y Artana ha seguido esa regla de oro de esos códigos
inútiles de la gestión pública, como si esa
prevención sirviera de algo para luego explicar el fracaso
o éxito posterior. Pero en este caso, existe apenas un pequeño
detalle que no hace muy creíble el del por sí desprestigiado
argumento de la herencia. Durante los quince meses de
gestión de José Luis Machinea, el jefe de Artana convivió
estrechamente en el gabinete con el ministro de Economía
saliente, mantuvo innumerables conversaciones reservadas sobre la
marcha de la economía, supo de las dificultades que existían,
de las presiones por más gasto que sufría y también
festejó como el resto del gobierno el blindaje. Aquí
no hay herencia, sino el reemplazo del gerente (el ministro) de
la empresa (el gobierno) ante las quejas de los proveedores más
poderosos (el establishment). Estos reclamaron, y con bastante fundamento,
que es mejor tratar con la versión original que con una copia.
Y si de herencia se trata, el nuevo equipo económico tiene
la oportunidad de no cometer los mismos errores iniciales de gestión
de su predecesor que abortaron la incipiente reactivación
de fines de 1999. Con el rescate a los acreedores de Argentina indudablemente
mejoró levemente el clima de negocios, cuyos efectos positivos
en cuanto a expectativas quedaron rápidamente diluidos. Pero
una cosa son las percepciones y otra muy distinta la realidad. Lo
cierto es que la producción industrial de febrero mostrará
una variación al alza. La actividad manufacturera presentará
un número alentador pese a que la fabricación de autos
descendió 32 por ciento respecto a febrero de 2000. Y quién
mejor que Abel Viglione, especialista de esos índices en
FIEL, para advertirle a su compañero de ruta Artana que lo
de la herencia no es una buena estrategia. Viglione
escribió el martes pasado en BAE que cuando va a aparecer
la primera variación positiva (del índice de producción
industrial), libre de contaminación, esto es
la discusión de destacionalización, Machinea no será
el que la anuncie; el tiempo le jugó una mala pasada, pese
a que el ex ministro había anticipado que para estas alturas
esperaba el fin de la recesión industrial.
Pese a ello, y posiblemente cegados por la obsesión fiscalista,
el dueño de los bigotes más rudos atemorizará
a consumidores y empresas con la necesidad de ajustar las cuentas,
ya sea por 1000, 1200 o 1500 millones de pesos. La tarea de guardián
de las cuentas públicas fue asumida por Machinea en esa suerte
de clonación de ortodoxia fiscalista. Y ya se conocen sus
resultados. Ahora, el ejemplar original aspira a hacer honor de
sus antecedentes cuando, en realidad, lo que se necesita para salir
de la recesión no es machacar sobre el aspecto fiscal, precisamente.
(Un comentario al margen:
Por curiosidad gástrica, sería interesante saber qué
ricino están tomando radicales y frepasistas para aceptar
con exasperante cadencia la incorporación al Gobierno en
el equipo de López Murphy de Manuel Solanet, colaborador
de José Alfredo Martínez de Hoz durante sus cinco
años de gestión, para luego saltar al cargo de secretario
de Hacienda durante la gestión de Roberto Alemann, entre
diciembre de 1981 y junio de 1982. Si no se trata de un secreto
de Estado, sería revelador conocer de qué se trata
ese aceite purgante.)
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