ALEJANDRO
ROSSO, EL ERUDITO DE PLASTILINA MOSH, SE TOMA LAS COSAS CON CALMA
“Nunca
me creí eso de que somos los mejores”
Detrás
de esa media hora magistral que es la segunda obra del dúo de Monterrey
respira la sabiduría de un muchachito que se duerme temprano y prefiere
encerrarse en un estudio de grabación antes que tocar frente a “100
mil personas brincando”. En entrevista exclusiva, Rosso revela la fórmula
que hace funcionar a este tremendo eclipse mexicano.
POR PABLO PLOTKIN
Hoy
voy a pasar mi día en el jacuzzi, hoy voy a nadar en shampoo.
No creo estar seco... de la espuma y el shampoo. (Ostentación
de bienestar entonada por Jonás después de los susurros
de una tana ardiente en un contestador automático. Del funk de
sauna Shampoo, segundo tema de Juan Manuel, coproducido
por Chris Allison, Money Mark y los autores.)
Durante
la grabación de su segundo disco, los Plastilina Mosh escuchaban
tanto a Roberto Carlos que habían acordado incluir la canción
Detalles en su versión original. Así
nada más, sin remezclas ni inyecciones tecnológicas.
Asuntos burocráticos entre compañías discográficas
echaron a perder los planes, pero la idea ejemplifica el descaro del
dúo de Monterrey. Considerando su naturaleza degenerada de recicladores
de basura, la primera sensación es que se trataría de
un gesto de sarcasmo trash. Alejandro Rosso, la mitad ilustrada de Plastilina,
no lo ve de ese modo. Creo que disfrutamos de ese tipo de música
porque era lo que escuchaban nuestras mamás, nuestras tías,
cuando nosotros éramos niños, le dice al No desde
un estudio regiomontano. Encontrarle el lado cool, el sabor a
eso, es bonito, porque son buenas composiciones, a pesar de que ya puedan
sonar viejitas.
La anécdota de Roberto Carlos se aplasta bajo el yunque Juan
Manuel, un álbum profundamente ambicioso (en la acepción
más noble del término): música disco (Boombox
baby), empleo de vocoder en el soul robótico Baretta
1989, free jazz (Graceland, con la orquesta de Gil
Evans sampleada), raggammufin y electrónica terrorista (Supercombo
electrónico) y un final dulce y melancólico, con
el trotecito de un caballo alejándose hacia el crepúsculo
al cabo de una canción instrumental Good bye happy
farm que inventa el lounge granjero. Graznidos, berridos
y cacareos sobre una hermosa melodía de piano. No pretendíamos
cerrarlo en ese específico estado de ánimo, cuenta
Rosso, pero al momento de terminar esa canción, los dos
teníamos muy claro que queríamos que ésa fuera
la última del disco, independientemente del resto. Nuestro punto
de vista era: ¿qué otra canción puede seguir después
de ésa? No creíamos que hubiera alguna.
Plastilina Mosh una multiprocesadora inteligente de música
universal puede considerarse un dúo instrumental, puesto
que usa las palabras con un fin puramente sonoro. Eso de no decir nada
puede entenderse como un embarazoso déficit intelectual, pero
también como una sabia decisión de autoexcluirse de un
género que se la pasa diciendo. Las letras nunca ocuparon
un lugar trascendente en nuestra manera de componer, corrobora
Alejandro. A la mayoría de las canciones yo las hubiese
dejado sin voz. En este caso, el que se encarga de escribir la lírica
es Jonás. Y lo que siempre comentamos es que a él le atrae
mucho el escribir con un enfoque más fonético, más
sonoro que literal. Nos preocupa más que las palabras y los títulos
de las canciones suenen interesantes antes que transmitan contenido.
Desde su aparición pública tres años atrás
cuando Aquamosh y el hit emtivideano Mr. P. Mosh lo
convirtieron en el chiche nuevo más extravagante del rock latino
quedó claro que en Plastilina cohabitaban dos personalidades
opuestas. Jonás, rocker disperso fogueado en bandas de metal,
y Rosso, el hijo dilecto de una familia musicalmente instruida. El eclipse
funcionó, y el dúo sacó provecho del contraste.
Jonás y yo somos realmente distintos, no sólo como
músicos sino también como personas, asegura Rosso.
Y cuando tienes un amigo que es muy distinto a ti, pues nunca
tienes que vivir con él como si estuvieras casado. Después
de las giras nos dimos cuenta de que lo más sano es aceptar y
sacarles el sabor a las diferencias. Ese fue el gran cambio entre el
primer y el segundo disco. En el primero no sabíamos quiénes
éramos, e hicimos algo que nos gustaba. En el segundo todo es
mucho más claro: yo sé quién es Jonás y
él sabe quién soy yo. Por eso creo que éste tiene
una cadencia más suave, unadinámica mucho más uniforme,
independientemente de que las canciones sean de diferentes estilos.
Cuando el agua y el aceite se mezclaron y eso que suele llamarse
química cobró un sentido inédito para
la música moderna de América latina, Alejandro descubrió
en primer lugar los diferentes propósitos que motivaban a él
y a Jonás a hacer música. Yo soy una persona que
estudió música desde muy temprana edad, y en mi familia
eso era muy aceptado y apoyado, cuenta. En el caso de Jonás,
la música fue como un escape de su vida cotidiana. Eso nos llevó
a ocupar un lugar muy definido y distinto dentro del mismo proyecto.
Creo que para Jonás ha de ser fascinante el hecho de que algo
que empezó como un escape se haya convertido en un boleto para
salir de gira y compartir eso con otra gente. En mi caso, la satisfacción
pasa por progresar en el estudio, aprender arreglos y técnicas
musicales y llevarlos a cabo en un disco. Somos muy distintos en ese
aspecto, pero a su vez creo que se hace mucho más bonito de esa
manera.
Vos tenés fama de ser la antiestrella.
(Se ríe.) A lo mejor es simplemente otro enfoque. Para
mí el éxito es otra cosa. Yo no encuentro nada gratificante
el tocar enfrente de 100 mil personas brincando, si no me siento lleno
musicalmente. Para mí es mucho más gratificante el hecho
de terminar un disco y saber que a mí me va a gustar, porque
soy un juez muy crítico y muy estricto conmigo mismo. El éxito
para mí es terminar el disco, escucharlo, que me guste, y entonces
saber que voy a poder hacer cualquier cosa. No podría ser hipócrita
y componer canciones para los demás sin que me gusten a mí.
Yo vivo para hacer y grabar música, no tanto para expresarla
enfrente de la gente.
¿Y qué importancia le das a las críticas,
teniendo en cuenta que en el caso de Plastilina casi siempre fueron
a favor?
Nunca he considerado una crítica como negativa, aunque
lo fuera. Simplemente creo que es el punto de vista de alguien más,
y se me hace algo muy bonito que se tomen el tiempo para dar su opinión
acerca del trabajo que hacemos. Como no creo que pase de ser una opinión
más, nunca me creí eso de que somos los mejores, o los
más originales simplemente porque alguna vez alguien lo comentó.
Hay que tener los pies en la tierra.
¿Cómo es su relación con México en
este momento?
Pues es algo bizarra, porque de antemano, cuando terminamos este
disco, Jonás y yo comentábamos que era obvio que no iba
a ser tan exitoso comercialmente como el anterior. Por la cadencia misma
del álbum y los cortes, que no son tan accesibles como los del
primero. No creo que haya vendido ni siquiera la mitad del anterior,
pero sucede algo muy extraño, también: es más respetado,
más alabado y más reconocido que el primero, incluso en
el exterior. En lo personal y creo que Jonás te diría
lo mismo estoy muy contento con este disco, y si me dieras a escoger
me quedaría con éste.
El hecho de que los elogien tanto desde el exterior, ¿los
tienta a abandonar Monterrey, o México, llegado el caso?
Nunca ha sido una opción para nosotros, porque creo que
cada vez se hace menos necesario. Disfrutamos mucho del lugar donde
vivimos, y creo que es una influencia muy fuerte para nuestra expresión.
Sería un error salir con la intención de abarcar cierto
mercado. El hecho de seguir aquí nos va a hacer llegar más
lejos, porque estamos haciendo las cosas más honestas que si
nos fuéramos a otro lado. Creo que lo que más nos conviene
es seguir aquí, olvidarnos de lo que es el resto de la escena
de México y componer tranquilos, como siempre lo hemos hecho.
¿Qué te gusta de Monterrey?
Honestamente, no podría decir cuáles son las grandes
cualidades de esta ciudad. Al igual que todas, conoces a la gente y
haces tu vida aquí. Está nuestra familia, nuestro hogar,
pero independientemente de eso creo que es una ciudad muy tranquila
y segura, a diferencia del DF, por ejemplo, que es una ciudad muy cargada
de gente y con mucho peligro.Nosotros nos adaptamos mejor a ciudades
que tengan ese ritmo de vida más lento y relajado, y creo que
es mucho más pleno para un artista. Al menos ésa es mi
Monterrey. Jonás, por ejemplo, vive la ciudad de noche. Yo soy
el diurno del grupo, pues.
Comida
china
La
intención es ir a mediados de año. Junio, julio,
adelanta Rosso sobre su próxima visita a Buenos Aires.
A cerca de cómo llevan al escenario un disco tan de laboratorio
como Juan Manuel, el tecladista y compositor cuenta que piensan
trabajar con algunos invitados, y alternar en la ejecución
de batería, bajo, contrabajo, teclados, marimbas. A diferencia
del look descuidado que cultivaron hasta ahora, Jonás y
Alejandro salen al escenario vestidos con chalecos, corbatas y
sacos. Queríamos cambiar un poquillo, dice
Rosso. Estábamos hartos de no tomarlo tan en serio.
Incansable, el cerebrito de Plastilina ya planea el sonido del
tercer álbum del dúo. Te puedo dar mis primeras
visualizaciones. Mi intención va a ser experimentar más
con arreglos orientales, trabajar con sonidos e instrumentos de
música japonesa, china. Me gusta mucho y no he tenido la
oportunidad de utilizarlo mucho hasta ahora. Creo que tiene que
ver con haber visto documentales, películas, haber escuchado
algo de música, ir a comer comida china. Siempre me ha
intrigado mucho, y ya se me han ocurrido varias ideas, así
que quiero enfocarlo por ahí. En el caso de Jonás,
noto que su enfoque puede ser igual de fuerte y rudo, pero con
un toque más electrónico que antes.
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