AJEDREZ › DIáLOGO CON EL ARBITRO INTERNACIONAL LEANDRO PLOTINSKY

“Lo esencial en esta profesión son las relaciones humanas”

 Por Pablo Mocca

Comenzó su carrera a los 12 años. Fue recientemente designado por la Federación Argentina para representar al país en los próximos juegos olímpicos. Arbitró y organizó torneos con figuras de primer orden mundial como Carlsen, Topalov y Kasparov. Pionero en la difusión de notas arbitrales en la web y uno de los árbitros internacionales más reconocidos de Sudamérica, hoy da clases en la UNTREF y cursos oficiales para los futuros colegas.

–¿Cómo toma esta primera designación de la Federación como árbitro olímpico?

–Es una satisfacción personal para toda la vida. Plantar un árbol, tener un hijo y arbitrar una olimpiada. Las Olimpíadas de Bakú (del 1 al 14 de septiembre de este año) llegan en el momento justo. Me siento sólido técnicamente y, aunque me da un poco de nervios, todo esto me obliga a mejorar, a tratar de investigar cambios, temas actuales como el de los baños con los celulares. Me estoy preparando para tener las antenas puestas y poder captar lo máximo en cada mesa del torneo.

–Nos intriga conocer el comienzo, ¿cómo y por qué alguien decide hacerse árbitro de ajedrez?

–En mi caso fue a los 12 años, en el club Torre Blanca. Yo en esa época jugaba los torneos escolares y muchas veces los árbitros no llegaban o lo hacían tarde. Ahí me nació dar una mano, me hice árbitro “sin querer queriendo”. Descubrí de pronto que el ajedrez, y el club, era el mejor ámbito para estar. Porque era el arbitraje, pero también estar en el mundo del ajedrez todos los días. La relación entre arbitrar y organizar es muy estrecha. Torre Blanca es mi segunda casa, un espacio social donde el árbitro es un empleado de todos los días, es el que atiende, es el que está con los socios. Para que te des una idea, cuando nació mi hijo y aún estaba en el hospital, la única vez que salí fue para firmarle la solicitud de socio recién nacido. Creo que el motivo por el que la mayoría se dedica a esto es porque en un montón de lugares no hay quien organice, y el que se pone al hombro el torneo termina siendo el árbitro. Mi referencia fue Geurt Gijssen, considerado el mejor del mundo, el creador el sistema de las leyes del ajedrez actual y uno de los primeros que publicó notas arbitrales. Me llamó la atención su forma de trabajo, es un tipo que siempre supo cuándo podía hacer otras cosas, tuvo el termómetro para entender cuando se podía innovar. A los árbitros nos cuesta comprender cuando es el momento justo de generar cosas.

–Se sabe que a usted también se interesa por escribir, incluso por dar cursos…

–Escribí notas arbitrales en veinte sitios de internet. Tengo archivos desde la prehistoria de la web, desde 1997, cuando no había casi nada en la red. Abordábamos el reglamento de manera integral, y son textos que además me salvaron varias veces. Cuando alguien venía y me reclamaba, yo les mostraba la nota arbitral, veían que la cosa no era contra ellos. Con esos archivos he calmado muchas situaciones. En la actualidad, realizo videos y doy cursos por todo el país, validados por la FADA, necesarios institucionalmente para conseguir las normas de arbitraje. Pero el mayor desafío lo encuentro enseñando en mi cátedra de la diplomatura de ajedrez de la UNTREF, porque en el mismo curso tengo a un maestro internacional de ajedrez, pero también una directora de escuela. Todo esto hace más fácil las cosas que en mi época porque ahora todo está en la palma de la mano, en Google encontrás cualquier cosa, “ping-pones” para ver cómo actúa un árbitro en una Copa del Mundo. Antes, los cambios en el reglamento llegaban por correo a la Federación, mientras que ahora, accedemos al instante. Si bien hay que saber para poder seleccionar, la información está a mano. Hoy es más fácil llegar a ser árbitro, tanto los cursos como las normas se hacen escalonadamente, nacional o regional, o hasta internacional.

–¿Las facilidades en el acceso a la información trajeron una nueva camada de árbitros?

–Sí, y el arbitraje de la región es muy bueno, y el de Argentina uno de los mejores, sólo en el país hay 25 o 30 Árbitros Internacionales (AI) y muchos otros en camino, con mucha proyección. Pero el tema no pasa por la letrita. El título internacional no remplaza la experiencia, hay muchos nacionales que son buenísimos, y por ahí mejores que los que pueden arbitrar copas del mundo. Lo esencial en esta profesión son las relaciones humanas, ya que al no existir un Colegio de Arbitros, no hay una institución que te designe.

–Impartir justicia dentro de un ámbito pequeño, donde todos se conocen, y en el que abundan escenarios donde el único elemento es la palabra de uno contra la del otro, ¿tiene momentos ingratos?

–Lo más difícil es cuando uno cree que puede equivocar un fallo pero cuando lo resolvés bien, es tal vez el momento más grato. Con los chicos uno puede manejarlo con preguntas persuasivas, pero son los torneos más difíciles, donde hay más situaciones que atender, no sólo con el chico sino también con los padres. En esos torneos, la clave no está tanto en lo reglamentario, sino en el manejo de situaciones. La típica es el nene que se pone a llorar y después llega el padre a reclamar. En un sudamericano, había una partida que definía una medalla y un chico reclama que su rival ya había soltado una pieza, pero “el acusado” lo negaba. Después de muchas preguntas, le damos la razón a uno, pero me quedo preocupadísimo. Cuando terminan, descubro que el fallo finalmente fue acertado porque el niño que fue penalizado, y que igualmente ganó la partida, vino y me confesó que la había soltado porque si perdía su viejo le pegaba. Dos o tres veces me quisieron agredir, y sé por otros, que no soy el único caso. En cambio, en los torneos de Grandes Maestros la dificultad está en la responsabilidad suprema, y también en la posibilidad de que te traicionen los nervios. El ámbito pequeño del mundo del ajedrez, y la buena relación con los jugadores, puede complicar pero también ayudar. Siempre puede haber alguien que crea que si arbitro a un amigo lo voy a beneficiar. Pero con la experiencia, eso ya no te afecta, hay respeto y la ventaja de conocerlos permite saber cómo tratarlos ante algún problema, detectar una pista en alguna reacción que tienen. Tampoco es grato lo que rodea a las sospechas y todo lo que generaron las noticias virales de jugadores haciendo trampa.

–¿Cuál fue su momento más difícil como árbitro?

–Tuve muchas situaciones, pero ninguna como las que viví en medio de desastres naturales. Recuerdo un torneo en el Callao, Perú, con 200 jugadores y más de 30 maestros. Se estaba jugando la última ronda, algunas partidas ya habían terminado, había varias normas de Gran Maestro y Maestro Internacional en juego, cuando de pronto arrancó un terremoto con peligro de tsunami. ¡La que se armó! Se fueron todos corriendo. Yo me quedé primero con un árbitro y un hombre de limpieza y después con todo el personal de maestranza, llenando planillas y anotando el tiempo de cada reloj, mientras, seguían los “temblorcitos”. Unos inconscientes. La otra fue en Bragado, menos dramática tal vez, en medio de una especie de huracán. Tuvimos que cerrar todas las ventanas porque se volaba todo, se cortó la luz, fue tremendo. Para continuar las partidas, pusimos un sol de noche y unas velas. Me acuerdo que en algunas mesas ya se estaba jugando con poco tiempo en el reloj, y me hacen un reclamo de tablas. Como las manos se movían rápido, a la luz de la vela no podía seguir bien la partida y tuve que detener el juego para para ver bien y poder determinar el fallo. Hoy en día, una situación así sería mucho más difícil por las posibilidades de hacer trampa que permiten los celulares. Interrumpir una ronda siempre es algo complejo ya que la tecnología cambió totalmente la vida del árbitro: tenés que solicitar los celulares antes de los juegos, hacer cursos anti trampa, hojas y hojas de manuales sobre cómo proceder. Recibí denuncias de sospecha, tuve que revisar para ver si tenían celulares escondidos. En un sub-12 recuerdo que el tema era por un chico, cuyo padre jugaba bien, donde el niño iba demasiadas veces al baño. Me encomendaron seguirlo sin que lo notara y finalmente no había nada raro, pero te revela algo del clima que trajo este tema.

–Además de ser reconocido como árbitro, organizador, y hasta animador, mucha gente lo identifica con la venta de artículos de ajedrez. ¿A vos cómo te gusta definirte?

–Lo de animador lo acepto, porque me divierte también arbitrar torneos donde la gente la pasa bien y los jugadores están distendidos. Pero antes que todo, soy un árbitro y también, un organizador que tuvo que encontrar en la venta un camino para subsistir. Mi hijo, que hoy tiene 12 años, estaba por nacer. Atendiendo en Torre Blanca o arbitrando, no podía mantener a una familia. Ahí nace Ventajedrez, que es uno de los pocos emprendimientos que existen dedicados exclusivamente a la venta de artículos de ajedrez.

–Trabajó junto a Carlsen, Karpov, Kasparov, Topalov, Granda, en algunos casos como árbitro, en otros como organizador. ¿Destaca alguno de estos logros en particular?

–Arbitrar a esas figuras fue muy importante, pero yo resalto mucho el tema de los viajes, en un contexto poco común para árbitros argentinos o sudamericanos. El ajedrez no es como el fútbol, que en los torneos internacionales debe arbitrar un juez de un país neutral. Salvo algunas pocas veces en la élite, en el resto siempre es un árbitro local. Por eso me llena de orgullo que me hayan llamado para ser el árbitro principal en el Panamericano en Perú, o para un Sudamericano en Bolivia.

–¿Sigue jugando?

–Es difícil el tema de jugar, por mi trabajo, pero aún lo sigo disfrutando. Cuando volvió Kasparov, hace poquito, me vi todas las partidas. Si bien no me dediqué nunca a competir en serio, en el momento en el que buscaba el título de AI me pidieron Elo, y tuve que jugar algunos torneos, por lo que hoy tengo 2095 puntos en el ranking.

–¿Qué fue lo más lindo que te dio el ajedrez?

Los amigos.

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