EL PAíS › TORCUATO DI TELLA FALLECIó AYER A LAS 86 AñOS

Pensamiento, sociología y mecenazgo

Además de su obra como intelectual, Torcuato Di Tella fue secretario de Cultura y era embajador en Italia. Sus ideas influyeron en la propuesta de transversalidad del kirchnerismo. Con su familia, había creado en 1958 el Instituto Di Tella.

 Por Javier Lorca

Su idea de reordenar al sistema de partidos políticos vertebró de alguna manera gran parte del devenir nacional en la última década y media: la transversalidad del primer kirchnerismo le debe mucho, le debe más que el macrismo, al que asesoró –no sin marcar sus diferencias ideológicas– en su arribo a la política profesional. Torcuato Di Tella, fino ironista y provocador, un dandy de gesto aristocrático y pensamiento socialista, graduado en ingeniería pero dedicado a la sociología y el mecenazgo, dueño de un apellido italiano que todavía evoca la infrecuente reunión del sueño de una Argentina industrializada y la vanguardia cultural, falleció ayer, a los 86 años.

Di Tella escribió libros que hoy ya son clásicos de las ciencias sociales, como Sociología de los procesos políticos e Historia de los partidos políticos en la Argentina, y también obras “menores”, como el simpático Diccionario del político exquisito.

Aunque fue secretario de Cultura de la Nación entre 2003 y 2004, y desde 2010 era embajador en Italia, quizá su gran contribución a la cosa pública provino de su promoción de la necesidad de “normalizar” el sistema político argentino a través de la conformación de dos grandes coaliciones de partidos, una de centroizquierda y otra de centroderecha –siguiendo el modelo de varias naciones europeas–, dos grandes constelaciones que permitirían agrupar los votos detrás de su origen social y de agendas ideológicas definidas. Originalmente, pensaba en el peronismo y sus aliados en el espacio de centroizquierda –”el peronismo es la única fuerza progresista real del país”, decía– y en el radicalismo y sus aliados en el espacio de centroderecha. El año pasado, antes de las elecciones, imaginó un cambio en el esquema político que definiría dos fuerzas de derecha, “la liberal empresaria del PRO y la conservadora popular” del massismo, y dos izquierdas, la socialdemócrata y “la nacional popular del kirchnerismo”.

Su cercanía con Néstor Kirchner quedó impresa en el libro Después del derrumbe, un atractivo diálogo entre ambos publicado en 2002, en plena campaña electoral. Tempranamente, en octubre de 2003, se atrevió a definir al kirchnerismo como “un peronismo más limpio, que eliminó la parte neoliberal y corrupta, así como a los extremistas de derecha e izquierda”. Había llegado al lugar del funcionario tras un largo proceso de reflexión sobre el peronismo, siempre en busca de claves para pensarlo. “Para entender el peronismo –ensayó alguna vez– hay que apelar a la teoría del rabanito: si uno quiere sacarlo de la tierra no hay que tirarlo de las hojas, porque se rompe. Hay que cavar en la tierra, pero sin dañar las hojas, porque por ahí el rabanito respira. Las hojas del rabanito pueden no parecerse, pero el rabanito es rojo.”

La relación con Mauricio Macri fue distinta. Fue el actual presidente quien lo buscó. “En 2001, una amiga mía que lo asesoraba a él y a Francisco de Narváez me preguntó si no quería tener alguna charla con ellos, como entrenamiento sociológico. Entonces expliqué que no coincidía ideológicamente con él, pero si quería, podía hacerlo como cosa técnica, y la verdad es que me pagaron bastante bien durante esos cuatro meses –contó Di Tella en 2009–. Ellos estaban con la teoría de que el país se incendiaba, y tenían bastante razón. No les daba clases de sociología, simplemente conversábamos sobre cómo se pueden interpretar las cosas y yo les decía ‘miren que ustedes tienen como destino ser una cosa de derecha, que es algo que se necesita en el país’, y a ellos no les gustaba.”

A Di Tella le gustaba polemizar y generar polémica. “El país es una casa que se quema y la cultura es el gallinero del fondo”, dijo, con previsible escándalo, mientras estaba a cargo de la Secretaría de Cultura. Ya fuera de la función, admitió: “Estoy contento de haber estado, y más contento aún de haberme ido”. Después de irse, lector de Roberto Arlt, tipificó al culturrito –“aquel que considera que la cultura vive en el triángulo comprendido entre avenida Libertador, Sarmiento y Figueroa Alcorta, y cree que allí está lo importante”– y también al culturraje –“el zurdaje culto”.

Linajes y símbolos

Torcuato Di Tella había nacido en 1929. Su padre, un inmigrante italiano, fue el fundador de la empresa Siam, que llegaría a fabricar desde electrodomésticos hasta autos y equipos industriales, y a simbolizar para la Argentina un futuro que no fue. Acaso por el peso de la tradición familiar, el hijo mayor del empresario se recibió de ingeniero industrial en la Universidad de Buenos Aires, en 1951. Pero apenas dos años más tarde su vocación lo llevó a obtener un Master of Arts en Sociología en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Desde entonces, se dedicó a la sociología y a la ciencia política; escribió y fue profesor universitario en la UBA, también en Chile y ocasionalmente, como invitado, en Oxford y en California.

El otro gran símbolo cultural asociado a su apellido fue el Instituto Di Tella, que Torcuato creó en 1958 junto a su hermano Guido –ya fallecido, llegó a ser canciller bajo el menemismo– y su madre, María Robiola. El instituto se constituyó en los 60 en un polo para el arte de vanguardia y la producción de saber crítico, mientras sufría los embates de la censura y el pensamiento conservador. “A tres cuadras de un Jockey Club que no se resolvía a resurgir de sus cenizas, una institución que llevaba el más célebre de los nombres surgidos de la nueva burguesía industrial ejercía en el más alto nivel el arbitraje de las modernas elegancias”, definió, con estilo, el historiador Tulio Halperín Donghi, uno de los tantos intelectuales y artistas que se formaron en el Di Tella.

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