PLáSTICA
› LUIS CENTURION EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA
Los saberes autodidactas
Una muestra de gran delicadeza rescata la obra de un pintor hoy olvidado, que brilló en la década del cincuenta.
› Por Fabián Lebenglik
En la Sala C del Centro Cultural Recoleta se puede ver una muestra deliciosa: la del pintor entrerriano Luis Centurión, nacido en Concepción del Uruguay en 1922 y muerto en 1985.
Se trata de un artista autodidacta, relativamente secreto, “alejado de capillas y retóricas”, como dice Manuel Mujica Lainez en un texto que se reproduce para la muestra, cuya etapa más interesante es la que va de comienzos de los años cincuenta a mediados de los sesenta.
Con el aporte de una decena de coleccionistas fieles a la obra del pintor, el curador de la muestra, Duilio Pierri, reunió una antología de medio centenar de óleos de formato mediano, de una gran delicadeza y refinamiento, que aportan frescura al panorama porteño de exposiciones.
El autodidactismo de Centurión, al revés de lo que sucede muchas veces –cuando el artista recorre a través de su propia obra una suerte de historia implícita de la pintura, desde los clásicos hasta el presente (el presente de la acción de pintar)–, lo coloca en el lugar de la contemporaneidad, gracias a su gran sabiduría pictórica. El trabajo de Centurión puede pensarse en sintonía con ciertas corrientes modernas de la figuración, una vez superada la falsa dicotomía entre figurativos y abstractos.
Centurión comenzó a exponer su obra –individual y colectivamente– a mediados de la década del cuarenta. Fue invitado a la cuarta Bienal de San Pablo y a la primera Bienal de México. En 1960 viajó a Europa y se radicó en París hasta 1966. Poseen obra suya el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y coleccionistas de Argentina, América latina, EE.UU. y Europa.
Gracias a una ajustada síntesis de colores y formas, su obra evoca –luego de un período inicial emparentado con una trabajada deformidad de la figuras, lo cual llevó a algunos a clasificarlo como un pintor ingenuo– los géneros más establecidos y altamente codificados de la pintura: el retrato, el paisaje y la naturaleza muerta. Es decir, el pintor se siente a gusto con estructuras temáticas y formales largamente transitadas, porque los suyo no es el ansia de innovar formalmente, sino la búsqueda de un lenguaje propio en el interior de la tradición moderna.
Mientras que los que buscaban la innovación se lanzaban en los años cincuenta al informalismo y la densidad dramática de la pintura, Centurión encontraba su estilo con el brillo del color, la concisión de las figuras netas y las formas cerradas. Si los informalistas buscaban romper con las supuestas rigideces del racionalismo y la geometría, Centurión prefería tomar distancia de ambas tendencias para generar una obra tan fresca como artificiosa.
La “misteriosa sabiduría” (como decía Mujica Lainez) del pintor se refugia en cuadros que lucen aparentemente simples. Se trata de un saber equiparable, como escribía Manucho, al de “los exquisitos pintores orientales, cuya sobriedad es el fruto de agudas síntesis y de un afán de calidad que, despojándose de lo accesorio, persigue únicamente el fruto de decantadas esencias”.
En la muestra se distinguen tres etapas claramente distintas. Por una parte el “Jockey” de 1952, donde se impone el aspecto expresivo y las figuras tienden a la deformidad (en relación con el modelo del realismo). La segunda etapa, más extendida y ya descripta, en la que se destaca el tratamiento del color, la síntesis; la mirada perdida y nostálgica de sus figuras solitarias; las naturalezas muertas como diálogo entre la figuración y la abstracción.
La tercera etapa, posterior a su vuelta de París, en la exposición está representada por una breve selección de óleos de los años setenta en los que la paleta se oscurece, y se privilegia la visión de conjunto por sobre la individualización de las figuras. La exposición forma parte de una serie de muestras (junto con “Manos en la masa” y “Homenaje a Luis Frangella”), organizadas por la Fundación Banco Ciudad y curadas por el pintor Duilio Pierri. (Centro Recoleta, Junín 1930, hasta el 16 de noviembre.)