CIENCIA › UN ENFOQUE DESDE LA PSICOLOGíA APLICADO AL MUNDO ANIMAL
La información que circula sobre el comportamiento canino suele carecer de sustento empírico. La investigadora Mariana Bentosela busca derribar esos mitos. ¿Qué comunican las mascotas? ¿Cómo expresan sus emociones e interpretan las actitudes de sus dueños?
› Por Pablo Esteban
Pocas veces las ciencias han enfocado sus ojos en un objeto (y sujeto) de estudio tan cercano como el perro. Guiados por la irrefutable e incandescente luz del sentido común, los seres humanos se asumen todopoderosos y aseguran saber todo sobre estos mamíferos que tan bien se han adaptado a compartir su breve estadía en la Tierra. Parientes amables de los lobos –seres apasionados que gustan de cantar a la luz de la luna– cultivaron una relación con las personas que supera los 15 mil años de antigüedad. Si bien en un principio las familias los utilizaron para protegerse de otros animales salvajes, pronto sus funciones se diversificaron. El proceso de domesticación provocó que aquellos ejemplares más dóciles se quedaran junto a los grupos familiares para realizar distintas tareas como la caza, el pastoreo y la guardia.
En la actualidad, su estructura de socialización hace de su compañía un fenómeno tan naturalizado como indispensable. Los caninos componen el elenco estable de los hogares y, en tiempos de revolucionaria escasez, brindan invaluables dosis de cariño. Además, cada vez son más utilizados en trabajos que requieren un alto nivel de sofisticación: realizan tareas de rescate en catástrofes naturales, detectan narcóticos y dinero escondido, así como también asisten a personas con capacidades diferentes. Si bien en el mundo existen más de 400 razas, son los labradores, los ovejeros alemanes y los caniches los que se roban todas las luces y dominan el mosaico argentino.
Mariana Bentosela es doctora en Psicología recibida en la Universidad de Buenos Aires e investigadora independiente del Conicet. Realiza su trabajo en el Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari y, en esta oportunidad, describe por qué es importante estudiar la psicología de los perros para comprender sus procesos de socialización y sus habilidades comunicativas.
–Usted tiene un doctorado en Psicología. ¿Cómo es investigar en este campo?
–Al principio, me resultó un tanto complicado porque el enfoque predominante al interior de la carrera es el psicoanálisis y se realiza poca ciencia. Pero pronto advertí ciertas ventajas; por ejemplo, habilita a estudiar una amplia variedad de temas para responder a todo tipo de interrogantes. Existe cierto mandato cultural que indica que la psicología es una ciencia diferente, pero desde mi perspectiva es incorrecto porque como cualquier otra disciplina utiliza el método científico para efectuar su trabajo. En este marco, me interesa el análisis del comportamiento animal, ya que me permite indagar una serie de asuntos que en las personas no es posible, como, por ejemplo, las manipulaciones neurológicas.
–Desde este punto de vista, la ciencia podría ser definida como una herramienta que puede ser utilizada desde diversos enfoques…
–Exacto. Por ejemplo, mi investigación se enmarca en un campo denominado cognición social. Se trata de un tema que es susceptible de ser abordado desde la psicología, pero también desde la biología, la comunicación, la sociología, etc.
–Entonces, ¿qué es la cognición social desde la perspectiva de la psicología?
–Puede ser definida como el conjunto de procesos que se vinculan con la posibilidad de interactuar con otros, ya sean individuos de la misma especie o de una distinta. Junto a mi equipo analizamos las relaciones que se desarrollan entre los perros y las personas. Un conjunto de acciones conductuales, cognitivas y emocionales que se ponen en marcha en el instante en que se planifica y efectúa una inte-racción determinada.
–Usted estudia las habilidades comunicativas que desarrollan los perros en relación con las personas. Cuénteme al respecto.
–Inicialmente se comenzó por examinar aquellas habilidades que representaban cierto valor para la comunicación en el ser humano, y de modo intuitivo se las asoció a las prácticas caninas.
–¿Por ejemplo?
–Por caso, la dirección de la mirada. En muchas especies animales cuando uno mira de frente puede codificarse como una acción de amenaza, y en las personas puede interpretarse como un gesto que transmite cierta tensión en casos determinados. Los perros son capaces de observarnos con el objetivo de acceder a un estímulo que necesitan satisfacer y que no pueden conquistar a través de sus propios medios. El típico ejemplo es cuando quieren salir de la habitación y miran a su dueño y a la puerta de un modo frenético. En nuestras investigaciones, por caso, colocamos comida en un sitio que pueden alcanzar con la vista pero al que no logran acceder. De modo que los perros, de cualquier manera, nos miran para que les brindemos respuestas.
–En este caso, las personas funcionarían como un medio para que el perro logre su objetivo.
–Claro. Justamente, nosotros, en muchas investigaciones definimos a las personas como herramientas sociales de los perros. Luego, existe otra técnica similar denominada “seguimiento al señalamiento”. En general, en la comunicación no verbal humana es de especial relevancia y consiste en que uno señale un objeto para convertirlo en un foco de interés. De modo que lo que hacemos con los perros es esconderle comida y señalamos la región en donde puede hallarla. Así, los animales son capaces de captar esa señal para acceder al objetivo. Además, en el último tiempo realizamos investigaciones para examinar si los perros son capaces de detectar emociones (como la alegría, el enojo, la tristeza, etc.) y actitudes humanas (generosidad, egoísmo, etc.).
–¿Por qué investigan a los perros y no escogen otros animales?
–Porque es una especie que tiene la ventaja de ser estudiada en cualquier contexto, sin la necesidad de contar con insumos de laboratorio para su examen. Es decir, ya está a disposición y poder acceder con tanta facilidad no representa poca cosa. Además, son bichos que me encantan, unas criaturas hermosas.
–Si el perro es el mejor amigo del hombre, ¿el humano es el mejor amigo del perro o su mejor amigo es otro? ¿Cómo desechar esa mirada tan antropocéntrica que la ciencia desarrolla toda vez que examina a otras especies?
–Los perros dependen de los seres humanos para acceder a un montón de recursos, de modo que el vínculo más fuerte que ellos establecen es con las personas. De ello, no hay duda. Incluso, hay estudios que exhiben cómo ante la presencia de otros perros el animal se siente más resguardado si permanece junto a su dueño. Desde esa perspectiva, el humano podría ser visto como el mejor amigo del perro. De todos modos, para que esto ocurra, el animal debe tener en su etapa de desarrollo temprano un vínculo positivo con las personas porque allí configuran lo que se denomina figuras de apego.
–En general, las personas tienden a asignar características propias al resto de los seres vivos. Ello ocurre con los perros especialmente. ¿Es cierto que existen ciertas razas que son más agresivas que otras?
–Los comportamientos, en general, son el resultado de la interacción de factores genéticos y ambientales. Este último se vincula con los modos de aprendizaje. Que un perro sea de tal o cual raza lo que permite dar cuenta es de cierta tendencia que tendría el animal a comportarse de una forma en particular. Sin embargo, esa tendencia depende mucho de las experiencias que cada individuo afronte durante su vida. Existen casos de animales que provienen de razas “agresivas” y no desarrollan prácticas de ese estilo, o bien sucede el caso contrario con ejemplares que provienen de razas “amigables” y exhiben conductas temerarias. Con lo cual, no es tan tajante. No existen razas agresivas de por sí. Existen muchos mitos. Por otro lado, esto es muy corriente y se vincula con lo que se denomina sesgo de antropomorfismo, es decir, la atribución de características humanas al resto de los seres vivos. El problema es cuando nosotros, los humanos, esperamos conductas de nuestra especie en los perros y los perros se comportan de un modo distinto.
–Ya que mencionó la existencia de mitos, ¿qué hay de cierto en aquel que afirma que “los perros se parecen a sus dueños”? Imagino, vinculado a lo que comentó anteriormente, que ello se relaciona con los procesos de socialización que experimenta el animal…
–Exacto. En general, ocurre que, incluso sin proponérselo, los dueños enseñan una gran variedad de comportamientos a sus mascotas. Por ejemplo, cuando una persona camina por la calle y demuestra miedo suele sujetar la correa con fuerza como reacción frente a una supuesta amenaza (que puede ser otro perro). De ese modo, el animal codifica respuestas emocionales que luego replica por su cuenta de forma natural. Ellos aprenden porque todo el tiempo nos observan. Sucede algo similar a lo que ocurre entre los padres y los hijos. Si bien cuando son pequeños les enseñamos una serie de conductas que creemos que deben aprender, la mayor cantidad la incorporan sin que nos demos cuenta.
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