Mié 19.08.2015

CIENCIA • SUBNOTA

El debe y el haber

› Por Pablo Esteban

–Desde el Conicet, ¿qué áreas y proyectos opina que están mejor desarrollados y cuáles aún se configuran como cuentas pendientes?

–Nosotros trabajamos con tres temas en los que hemos progresado pero aún se nos presentan como desafíos. En primer lugar, la articulación: el sistema científico está constituido sobre la base de una multiplicidad de organismos de ciencia y técnica que necesitan fortalecer sus relaciones. Desde este lugar, considero que si bien hemos logrado avances y hemos aceitado los circuitos para integrar las distintas instituciones científicas, todavía hay mucho camino por recorrer. Luego, otro punto a trabajar es la federalización. La concentración de investigadores en las grandes urbes (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, sobre todo) es muy alta, pues estas regiones nuclean algo así como el 80 por ciento de los recursos humanos. Para democratizar esto, el Conicet trabajó en la creación de centros de investigación y transferencia en aquellas provincias donde no había presencia. Esto se realizó a partir de acuerdos con las universidades.

–¿Por ejemplo?

–En Catamarca, se multiplicó por cinco el número de investigadores; en Jujuy se crearon dos institutos de investigación –uno especializado en litio–; hay sedes de investigación en Comodoro Rivadavia y en Caleta Olivia; procuramos llevar científicos a Río Gallegos y a Villa María. Al menos, no profundizamos la concentración. Sin embargo, el problema persiste y estamos trabajando en eso con la ejecución de políticas proactivas.

–Señalaba que, desde el Conicet, trabajaba en tres temáticas que aún representaban importantes desafíos: la articulación, la federalización, y por último...

–Por último, un desafío constante que nos planteamos es potenciar los canales de transferencia. Es decir, pensar de qué manera nuestros desarrollos e innovaciones llegan a las pymes y cómo se pueden consolidar los consorcios público-privados. Considero que, en la actualidad, todavía hay temáticas en las que el sector privado no interviene. Por ejemplo, hoy en día, llevar al mercado un producto de biotecnología vegetal –por ejemplo, una soja modificada– implica la realización de proyectos a largo plazo y compromete la inversión de sumas millonarias. En efecto, cuesta convencer a los empresarios de que es necesario apostar a las innovaciones científicas locales. Allí, también hay que empeñarse para que nuestros desarrollos alcancen a los productores y a la sociedad.

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