› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Leo en el fascículo de The New York Times incluido el pasado jueves en El País un artículo sin firma titulado “El lado bueno de la crisis”. Me sumerjo en él sin demora, pero ya a la cuarta línea descubro que quien asegura que éstos “son tiempos maravillosos” es un pastor del Centro Cultural Cristiano de Brooklyn llamado A. R. Bernard, quien, a continuación, profundiza en su particular idea del milagro: “La crisis es una gran oportunidad evangelista para nosotros. El hecho de que la gente se vea tan afectada puede abrir puertas”. Aleluya. Visto de ese modo, entonces los momentos más oscuros de la historia fueron, siempre, religiosamente inolvidables. Bernard debería saber que de las grandes crisis –recordar a un tal Adolf Hitler– suelen surgir peligrosos falsos profetas. Y debería preguntarse también por qué será que durante los terremotos siempre se vienen abajo las iglesias sobre los temblorosos fieles.
DOS Continúo leyendo la noticia y allí aparecen también citadas las palabras del sociólogo estrella Gilles Lipovetsky, quien celebra la recesión sufrida en Francia porque pondrá en su sitio a los fabricantes y consumidores de artículos de lujo: “Representan el derroche, lo superficial, la desigualdad de la riqueza”. Idea completada por una tal Elaine Sciolino, quien asegura que ha llegado el momento de alegrarse por “la posibilidad de recuperar las clásicas virtudes francesas de la moderación y la modestia”. Lipovetsky y Sciolino no parecen comprender que los principales afectados por esta crisis no son los magnates sino los humildes. Y así es como una reciente feria de artículos para millonarios en Alemania rompió todos los records de ventas. La explicación para semejante “lado bueno” es que los ricos, en tiempos duros, deciden gastar más que nunca, para no deprimirse, para seguir sintiéndose ricos y sabrosos.
TRES Durante la guerra de Vietnam, los noticieros norteamericanos de la noche crearon una nueva sección –antes del pronóstico meteorológico– donde se daba cuenta de las nuevas bajas del día. La costumbre ha vuelto, pero lo que se informa ahora son los despidos de la jornada. Así, noches atrás me enteré de los caídos en Kodak, Starbucks, Ford y AOL. Unos 13.100 puestos. Podía imaginármelos: todos tan felices de recibir sus últimos cheques y de ahí, derechito, rumbo a las iglesias del padre Bernard, quien los espera con los brazos abiertos feliz al enterarse de que el Fondo Monetario Internacional ya asegura que esta crisis será peor que las de 1974 y 1980.
Mientras tanto, en España, la sensación es que nadie sabe muy bien qué es lo que pasa. Una cosa sí está clara: el país ya ha entrado en la recesión más grave de su historia y se viene la deflación, cuyo “lado bueno” es que bajarán los precios de productos que ya nadie podrá comprar. La cuestión aquí es dónde está la puerta de salida. Se suponía que todo esto comenzaría a cambiar el próximo abril, luego a finales del 2009, después a principios del 2010, y ahora ya se habla de que tendremos que ir pensando en nuevos “lados buenos” hasta por lo menos las orillas del 2011. El gobierno de Zapatero (y Solbes, su inefable experto económico) se la pasan arrojando pronósticos que, de inmediato, son considerados demasiado optimistas por los entendidos. Para colmo, el futuro del país a mediano plazo no luce demasiado promisorio. La crisis ha de-sarmado todos los índices de crecimiento y así, para el 2018 –por el frenazo de una inmigración que ya no piensa en España como en la Tierra Prometida– se sabe ya que habrá más jubilados y menos niños. Y el tema es de dónde va a salir el dinero para costear las jubilaciones y la asistencia médica de una nación de viejos que cada vez viven más.
CUATRO Para Zapatero, el “lado bueno” de todas estas revelaciones pasa porque coinciden con el descalabro del Partido Popular, metido en un escándalo de espías de sí mismos que no recuerdan a John Le Carré sino a Mortadelo y Filemón. Mariano Rajoy aparece con su habitual sonrisa trémula llena de dientecitos (tan parecida a un rictus mitad de asco y mitad de pánico), su partido se desploma en las encuestas de intención de voto y de nada sirven sus reproches al gobierno por el bestial aumento de la desocupación y los pedidos de confianza a la gente recordándoles aquello de que “la economía es un estado de ánimo”. De acuerdo, es posible que así sea, pero se trata de un estado de ánimo más bien triste. Y si no, pregúntenselo al mendigo que robó en Barcelona media barra de pan y ahora se enfrenta a año y medio de cárcel. El “lado bueno” es que tal vez alguien lo use para una versión local de Los miserables y gane uno de los muchos premios literarios locales.
CINCO Otro “lado bueno” lo han experimentado los guardias de seguridad, quienes han descubierto una nueva faceta de su trabajo. La filial de Pirelli en Manresa, Cataluña, contrató a unos cuantos para que sean ellos los que informen a 257 trabajadores que estaban despedidos. Así, la gente iba llegando y se encontraba con un musculoso que le pedía sus documentos, comprobaba si su nombre figuraba en una lista negra y los enviaba de regreso a casita. El “lado bueno” es que llegaron a tiempo para ver los talk-shows de la mañana y enterarse así de con cuál modelo es que sale Casillas, arquero de la selección de fútbol. El “lado bueno” es que España va bien en deportes. Aunque Nadal, se sabe, sea extraterrestre.
SEIS Para terminar, el artículo ya mencionado de The New York Times incluía también la felicidad de los altos mandos militares (porque la crisis había vuelto a hacer de la carrera en el ejército algo atractivo) y, sobre todo, de los adoradores del skate. Este fue el “lado bueno” que más me gustó de todos. Parece ser que –por el parón del desarrollo inmobiliario en California– los skaters se han encontrado con cientos de casas deshabitadas y piscinas vacías donde hacer lo suyo. Un paisaje entrópico y ballardiano al que ya acuden skaters de Australia y Alemania. “Tenemos tantas piscinas que no sabemos qué hacer con ellas”, aseguraba allí, deslizándose, un acólito. Y, en su página web, concluía: “Dios bendiga a Greenspan, santo patrono del skate en piscina”.
El lado malo de todo lo anterior es, claro, todo lo demás.
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