› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn
El mismo día que llegué a Alemania recibí un paquete de Puerto Pirámides. Sí, de la lejana y bien querida Patagonia. Me informaban del éxito tenido con la acción “Poniéndoles nombre a las calles de mi pueblo”. La más democrática de las acciones que se pueda uno imaginar. Toda una actividad comenzada hace tres años por la docente Eugenia Eraso y acompañada desde un principio por otros docentes y las autoridades municipales. Era necesario ya poner nombres a las calles porque la población había crecido.
Pero esta vez se hizo al revés. Es decir, no se esperó que los nombres fueran puestos por las llamadas autoridades nacionales o provinciales –como siempre fue costumbre en nuestro país–, sino que las votara el mismo pueblo. Para lo cual se pusieron tres categorías de nombres. En la primera, “Nombres de antiguos pobladores y pobladoras de la península Valdés”. En la segunda, “Pueblos originarios”, y la tercera categoría: “Hombres y mujeres que tuvieron un rol protagónico en la Historia de la Patagonia”. Para lograr lo primero, se movilizó a los alumnos mayores de 12 años del ciclo básico del nivel secundario de la Escuela N° 87, a fin de que ellos visitaran a todos los más antiguos pobladores y escucharan su opinión acerca de quiénes merecían que las calles de ese pueblo que ellos ayudaron a construir llevaran sus nombres. Durante dos años esos estudiantes salieron a la calle a buscar los datos, con lápiz, papel, grabador y cámara en mano. Recogieron y grabaron decenas de charlas de prolongada duración. Fueron a las raíces del origen. Es decir, se reunía a la historia con el porvenir, los viejos y los apenas salidos a la vida. ¿Por qué así? Lo dice la docente Eugenia Eraso: “La posibilidad de involucrar a los jóvenes con la población adulta ofrece una valiosa oportunidad de transformarlos a ambos en protagonistas en la reconstrucción y también en la proyección de la historia futura”, y “así se deja de lado aquella postura de siempre de nombrar calles de las ciudades con los nombres que dicta la historia oficial”.
Es decir, un principio sano, bien democrático. Más en la Patagonia, donde todo se llama Roca, Perito Moreno y el nombre de todos los oficiales de aquella expedición militar que tuvo como objeto sólo quedarse con toda la tierra. “Recordar nuestros orígenes y a los primeros que vinieron desde otras latitudes”, señala el proyecto. Y así fue. Se organizó luego una comisión de vecinos y de docentes, que actuaron junto a la presidenta del Concejo Deliberante local y el director de Cultura. Además, contaron con el asesoramiento de los historiadores de la Universidad de Trelew.
Es la primera vez que se hace algo así en nuestra república: votaron todos los habitantes mayores de 12 años, es decir que también se integró en esta historia a los que asomaban a la adolescencia. Fueron votados así diecisiete nombres de antiguos pobladores. Siete, de los pueblos originarios, entre ellos los nombres tehuelches, Cacique Inacayal, Cuadro del Indio, Aymé Payné, Cacique Sayhueque, y Nancuyeo, y una de las principales calles llevará precisamente ese nombre: Pueblos originarios. Y siete, de protagonistas de la historia patagónica. En esta categoría, el más votado fue el nombre de Peones patagónicos, en recuerdo de los trabajadores de la tierra fusilados por el 10 de Caballería en las huelgas de 1921; y en segundo lugar, nada menos que Facón Grande, el nombre que le asignaron las peonadas a ese gaucho que salió en defensa de los huelguistas y murió ejecutado por los militares. Otros de los votados fue el nombre del abogado Mario Abel Amaya, desaparecido por la última dictadura militar. También se eligió como nombre a Hermanos Cugura, dos jóvenes chubutenses, desaparecidos durante la dictadura de Videla.
Es decir, la opinión del pueblo, debido a una proposición venida desde las bases. Todo un ejemplo a seguir. Vemos así cómo se aprende de la verdadera historia. Y cómo, con el tiempo, los valores éticos van derrotando a la historia oficial: Peones patagónicos, Facón Grande, Mario Abel Amaya, Pueblos originarios, Cacique Inacayal. Justamente Ina-cayal, el tehuelche que fue exhibido en el museo de La Plata por el perito Moreno, y que al morir, pronunció estas palabras: “Yo, hijo de esta tierra... blancos ladrones, matar a mis hermanos, robar mis caballos y la tierra que me vio nacer... ahora prisionero... desdichado”. Ahora lo recordará para siempre Puerto Pirámides. Algo para aprender.
Como decimos, en la historia –a veces tarda– finalmente triunfa la Etica. Porque también en nuestra querida Patagonia, justamente el próximo martes, se llevará a cabo, como todos los años para esta fecha, el acto de recordación de los peones rurales fusilados en 1921 en la estancia La Anita, propiedad de los Braun Menéndez. Organizado por la Comisión de la Memoria de las Huelgas Patagónicas de 1921, que preside el historiador Luis Milton Ibarra Philemon, se llevará a cabo ese acto justamente en el cenotafio que recuerda a las decenas de trabajadores fusilados en dichas huelgas rurales. Concurren siempre muchos patagónicos, principalmente estudiantes universitarios y secundarios y representantes de los trabajadores rurales. Pero creemos que ha llegado el momento de solicitar que se inicie de una vez también la reivindicación de tantos seres humildes asesinados por el poder, dado que fue el presidente Yrigoyen quien dio el bando de la pena de muerte al teniente coronel Varela, jefe del 10 de Caballería para terminar con los huelguistas. No hace mucho tiempo, en una entrevista que tuve con el dueño de la estancia La Anita, Federico Braun, le sugerí que donara una cuarta parte de su extensísima estancia a los trabajadores rurales para que ellos organizaran una cooperativa de trabajo y producción. De esa manera, se indemnizaría en el recuerdo a aquellos otros humildes trabajadores que fueron fusilados por pedir tan poco, justo en esa estancia. Pero el latifundista Federico Braun se hizo el desentendido. Creemos que ya es hora de que la Legislatura santacruceña expropie una parte de esa estancia y promueva esa cooperativa. Fueron los poderes públicos los responsables. Tiene que haber una respuesta ante tanto crimen. Es hora de comenzar a discutir esto que se mantiene sólo como “un error del pasado”.
Errores que seguimos cometiendo los argentinos. Porque demos vuelta la hoja, hasta aquí, en Europa, ha llegado el eco de un nuevo hecho vergonzoso que acaba de ocurrir en suelo argentino, que lo llena a uno de dudas y de profunda indignación. El desalojo brutal a que fueron sometidos los habitantes del espacio ancestral de la comunidad Paicil-Antreao en la ladera del cerro Belvedere, en Villa La Angostura, sur de Neuquén. Aquí se ha podido ver por televisión la entrada brutal, la destrucción de las viviendas, a palazo limpio, y la humillación a que fue sometida esa población originaria por parte de la policía neuquina y parapoliciales. Todo porque el latifundista norteamericano William Fisher lo solicitó al juez Videla, quien aprobó el desalojo. Ya se ha vuelto cosa común en la Patagonia. Se vende toda la tierra –ver el caso Benetton, con casi un millón de héctareas– al mejor postor, sin tener la menor consideración con las familias autóctonas que viven desde hace siglos en esas regiones. Lo escribimos ya en estas contratapas cuando se desalojó a la familia Curiñanco-Nahuelquir, en Leleque. Ahora es el gobernador Sapag que permite la actuación de parapoliciales en el caso Paicil-Antreao. Pero, uno se pregunta, ¿no hay otros procedimientos? Por ejemplo, ante todo, respetar el derecho a las familias con sus hijos a tener un techo en tierras que siempre fueron habitados por ellos. Es que en “la práctica” la moral se mide por los millones de dólares que pone un extraño sobre la mesa y al cual nuestra Justicia le da derecho a la vida y a la muerte de los demás, más siendo éstos humildes. Porque no exagero, si esas familias se hubieran resistido con violencia, la policía neuquina y sus parapoliciales habrían dejado tendido en el suelo a más de uno, como ya lo hizo con el maestro Fuentealba. Parece ser que los gobernadores de Neuquén toman como modelo a Sobisch.
La pregunta, entonces, es: ¿cuándo se van a poner los derechos humanos –más cuando se trata de familias– por delante del dinero en nuestro país? ¿Cómo es que la provincia de Neuquén –en su Justicia y sus autoridades de gobierno– no atendió primero los intereses de las familias antes que los intereses mezquinos de un dueño de todo menos de la moral? Más teniendo en cuenta que esas poblaciones son milenarias y que debe respetarse su falta de sentido de la propiedad, que los enaltece ante nosotros.
De Puerto Pirámides a los actos reivindicativos en la estancia La Anita, sí, pero... para finalizar con la ignominia de los palos a la comunidad Paicil-Antreao. Un tiempo argentino. ¿Y el pensamiento de los héroes de aquel 25 de mayo de 1810, dónde queda? ¿Y nuestro Himno con ese verso definitivo “Ved en trono a la noble igualdad, Libertad, Libertad, Libertad”?
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