Sábado, 9 de julio de 2011 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
La Conferencia Nacional de la Pobreza. Sí, en Alemania. Uno de los países con más alto nivel de vida del mundo. Una organización no gubernamental que no se conforma con la imagen exterior de que goza este país. “Riqueza mal repartida”, titula su crónica Kai Friedrich Schade. Justo ése es el lema de la organización. Y aquí cabe la pregunta nunca respondida: ¿se puede llamar democracia a un sistema que reparte mal la riqueza? Y estamos hablando de uno de los países más “equitativos” del mundo. Y justo ésa es la conclusión de la conferencia. Tendría que ser lema de todos los congresos políticos y sociales del mundo: “Pobreza es riqueza mal repartida”. Y lo dicen las estadísticas oficiales. En la Europa actual viven 60 millones de personas bajo el nivel de pobreza. La conferencia se ha tomado como meta reducir esa cifra a 20 millones para el año 2020. Una organización que ha puesto el tema en el escenario ya que antes se decía: “¿pobreza?, no, eso es apenas algo de los marginados, es algo que inventan los críticos negativos de siempre, esos que siempre protestan”. Hoy está en las estadísticas oficiales. Hay pobres. Existen. Son. Más todavía, la conferencia sobre la pobreza ha demostrado que ésta aumenta en su porcentaje año tras año. Y lo dijo con todas las letras el nuevo portavoz de la organización, Thomas Beyer, al expresar: “La pobreza es femenina, porque la mayoría de las familias pobres son mujeres solas con hijos”. El índice de pobreza en Alemania alcanza al 10 por ciento de la población. Y si se mide la pobreza entre los niños ese nivel alcanza al 16 por ciento. Por supuesto un porcentaje mucho menor que en Grecia, Portugal y España, los tres países que han entrado en una crisis económica lamentable.
En Francia, el sociólogo Stéphane Hessels ha difundido un llamamiento titulado “¡Indignaos!”. Su fin es terminar principalmente con el nivel de pobreza por lo menos en las familias con niños y poner fin a la creencia de que todo se trata sólo de un problema de transferencia social. No, hay que ir a las raíces del sistema injusto.
Al mismo tiempo que se realizaba la Conferencia Nacional de la Pobreza, los diarios –algunos con orgullo– publicaron los sueldos de los ejecutivos de las grandes empresas alemanas. Es increíble. Parece que viviéramos en dos mundos distintos. Aquí va parte de la lista: el ejecutivo que ganó más en el 2010 fue el presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, con 9,3 millones de euros, que superó por poco al presidente del Banco Alemán, Josef Ackermann, quien recibió en el año pasado 8,99 millones de euros. El presidente de Siemens, Peter Löscher ganó 8,98 millones; Dieter Zetsche, de Daimler, 8,8 millones. Y sigue la lista empresa por empresa. El diario General Anzeiger de Bonn dice un tanto contrito: “Lo ganado por los directivos alemanes es, comparado con lo recibido por los ejecutivos de Estados Unidos, relativamente modesto ya que por ejemplo el presidente de Disney, Robert Iger, recibió en el 2010, 21 millones de euros, mientras el promedio ganado por los ejecutivos norteamericanos de grandes empresas, en el año pasado, fue de 12,9 millones de euros.
Y bien, también es mucho mayor la pobreza en Estados Unidos que en Alemania. Sebastián Moll lo ha descrito con toda fidelidad. Señala que en Nueva York, por ejemplo, 1,3 millón de personas sufren de la llamada “inseguridad alimentaria”, dicho con palabras finas. Es decir, hambre. En total, en Estados Unidos, son 49 millones, es decir 16 por ciento de la población. Simplemente se resume en este dicho popular: “O pagamos el seguro de salud o renunciamos a comer”. En Nueva York existe la Coalition Against Hunger que mantiene comedores para gente sin dinero. Pero esos comedores no alcanzan para todos los menesterosos. En una ciudad “en que viven 55 multimillonarios, esto es una vergüenza”, escribe el autor. Eso sí, antes de servirse la bien humilde comida en las mesas de los pobres, llegan coros de niños que cantan canciones cristianas. A rezar, señores, si quieren comer.
Todo esto, para un analista neutral, conforma el más increíble cinismo. Vayamos a la fabricación de armas, al mantenimiento de fuerzas armadas. En Alemania, justo en estos momentos, se lleva a cabo una profunda discusión que abarca a todos los sectores. Se llegó a saber que el gobierno alemán vendió a la Arabia Saudita doscientos tanques de guerra Leopard II A G, que cuestan tres millones de euros cada uno. Son verdaderos monstruos de acero. Se los llama “invencibles”, resisten todo ataque. Marchan a 70 km por hora, llegan con sus disparos hasta 2500 metros y pueden cruzar profundidades de agua de hasta 2,25 metros de altura. El Partido Verde alemán ha iniciado un proceso judicial contra la jefa de gobierno Angela Merkel (demócrata cristiana) por haber permitido esa venta. Hasta ahora, Alemania ha vendido tres mil de estos tanques a 16 naciones, entre ellas Chile, Singapur, Canadá, Italia, Holanda, Bélgica, sí, hasta Suiza.
Da pena, rabia. La nación que después de las dos guerras mundiales decidió decir nunca más al militarismo hoy vende toda clase de armas a 63 países, pese a la lucha de los pacifistas germanos que hablan en las calles del peligro que eso significa. Los más grandes compradores son nada menos que Egipto, Sudán, Irak, Argelia y Arabia Saudita. Queda claro qué líneas éticas dominan al mundo.
El negocio de las armas es el que más rinde. Está todo dicho.
El filósofo alemán Richard Precht, el más leído en la Alemania actual dentro de su materia, ha declarado en estos días que “vivimos en una época de mucho suspenso. Tal vez nos encontramos en una situación parecida a aquélla de mediados de los sesenta cuando determinados temas no pudieron ser más reprimidos. Hoy tenemos un profundo cansancio con los partidos políticos, porque tales partidos intentan seguir remendando un sistema que ya no sirve para enfrentar los actuales desafíos. Espero que, en lo posible, muchas personas sean influenciadas por ese espíritu crítico que está naciendo. Que se organicen en grupos y comiencen a actuar. Es decir, que seamos capaces de intentar más democracia”. Y más adelante señaló: “Si tomamos todo en serio debemos responder a la pregunta: ¿es legítimo el sistema financiero internacional? Cuando el Deutsche Bank (Banco Alemán) es más poderoso que el propio gobierno federal, ¿quién es entonces el que gobierna? ¿Es esto aún una democracia? Hoy hay cientos de oficinas de lobbistas justo al lado de las de los diputados. Y hay políticos que les hacen favores a los empresarios desde hace más de quince años para luego recibir de esas empresas un alto cargo. Quien juzga que eso no es democrático tiene que actuar ya”.
Pero dejemos Europa y vayamos también un poco a lo nuestro. Hablamos de la falta de trabajo en Europa. Pues bien, he recibido noticias de Formosa. Nuestra provincia norteña. Hermosa tierra, donde viven los colores. Pero todavía no hemos podido los argentinos vencer allí el hambre. Sí, hablábamos de los niños. De su muerte por hambre, desnutrición. También nosotros todavía no hemos podido superar ese drama que no tiene disculpas bajo ningún caso. Me escriben que en Potrillos hay niños desnutridos internados en el hospital y ya en un estado desesperante. Me preguntan qué hacer. Pues exigir que los atiendan; si hay que trasladarlos, que los trasladen. Hay que movilizarse. No puede ser que haya niños hambrientos nada menos que en la Argentina. Y si los hay, todos somos responsables de permitir ese estado de cosas. Todos tenemos que interesarnos sobre los niños formoseños, desde las autoridades responsables a los gremios de la salud, de las iglesias a las asambleas de vecinos. Es un tema agobiante que se difunde en el mundo: niños argentinos mueren de hambre. ¿Alguien puede sentirse libre de culpa? ¿O nos conformamos con leer, en el diario, sentados cómodamente que murieron niños de hambre en tierras argentinas? Y sin problemas después prendemos el televisor para ver si Messi estuvo bien o no metió goles.
Para recordar: la localidad de Potrillos, allá en Formosa.
Pero, y otra vez lo repetimos, a pesar de todo, la ética siempre se asoma y está ahí, permanente en la Historia. Por ejemplo lo que acaba de suceder en Bowen, en tierras mendocinas de General Alvear. Un acto que fue todo un símbolo en nuestra historia tan cruel y despiadada. Allí se llevaron los restos del primer desaparecido en Mendoza, restos que fueron identificados por el Equipo de Antropología Forense. Su nombre: Osvaldo Sabino Rosales, un hombre que dio todo para que en su país no hubiera niños con hambre. Primero se descubrió una placa en la plaza principal de Bowen y luego se efectuó el sepelio.
Allí la poeta Nora Bruccoleri leyó una poesía al caído en la cual lo llamó: “Has sido el primero, al pie del Aconcagua”. Un hijo del pueblo. Desaparecido. Pero presente siempre. La emoción de su pueblo natal lo cubrió de honra. Esos son los auténticos valores que sabe expresar la Historia.
Empresarios multimillonarios. Gente sin trabajo. Niños con hambre. Pero siempre la existencia de héroes del pueblo que van a tratar de corregir esa falta de poesía de vida.
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