› Por Juan Gelman
Los aspirantes son ocho, pero Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts, y Herman Cain, magnate de la pizza, son los mejor posicionados –por ahora– para obtener la candidatura a presidente por el Partido Republicano en los comicios de noviembre de 2012. El proceso pre-electoral ha comenzado ya en EE.UU. y se reiteran pruritos conocidos, aunque siempre sorprendentes, de la clase política estadounidense. Por ejemplo, el uso de Dios y de la religión en contiendas presuntamente laicas en virtud de la Constitución vigente que establece, al menos de manera indirecta pero clara, la separación de la Iglesia y el Estado.
Robert Jeffres, un influyente pastor bautista de Dallas, descalifica a Romney: dice que, por mormón, no es “un verdadero seguidor de Cristo” y que Dios quiere que el futuro presidente sea un cristiano evangelista (www.rightwingwatch.org, 7-10-11). Pareciera que Jeffres goza del mismo don que W. Bush, a quien solía hablarle Dios. Romney, por su parte, también conoce a fondo los designios divinos, pero en otro plano: adhiere con fervor a la causa del “destino manifiesto” que inventaron los puritanos ingleses en América del Norte a mediados del siglo XVII. Tradiciones son tradiciones.
“Dios no creó este país para que fuera una nación de subalternos. EE.UU. debe dirigir el mundo”, explicó en un acto público (//blogs.wsj.com, 7-10-11). Agregó, por las dudas: “Este debe ser el siglo de EE.UU.”, con una economía dominante y “la fuerza militar más poderosa del mundo”. “¿Por qué EE.UU. deber ser diferente de todos los demás países del globo? Creo que somos un país excepcional con un destino y un papel únicos”, remachó. Nada de esto dicen los dos Testamentos de la Biblia, pero en la potencia del Norte siempre están escribiendo el tercero, con un nuevo pueblo elegido para salvar a la humanidad y conducirla a una nueva Tierra Prometida. Ninguno de sus rivales republicanos en la búsqueda de la nominación presidencial le cuestionaría a Romney estas “teorías” excepcionalistas.
En septiembre de 1960, el entonces candidato demócrata a la presidencia John F. Ke-nnedy pronunció un discurso meridiano ante un grupo de pastores protestantes que cuestionaban su capacidad de tomar decisiones correctas porque era católico, el primero en toda la historia estadounidense si era, como lo fue, elegido. “Creo en un EE.UU. –dijo– en el que la separación de la Iglesia y el Estado es absoluta, en el que ningún prelado católico le diría al presidente (aunque fuera católico) cómo actuar, y en el que ningún ministro protestante diría a sus feligreses por quién votar... Creo en un EE.UU. que no es oficialmente católico, ni protestante, ni judío... Hay problemas reales que no son de índole religiosa, porque la guerra y el hambre y la ignorancia y la desesperanza no conocen barreras religiosas” (www.presidency.ucbs.edu, 12-9-60). Lejos, y muy atrás, quedaron esos días.
La Constitución de EE.UU. establece en su artículo VI, sección 3, que ningún requisito religioso debe exigírsele a nadie para ocupar un puesto público. Pero en Arkansas, Maryland, Tennessee, Mississippi y otros tres estados se prohíbe a los ateos el acceso a las respectivas administraciones (www.patheos.com, 15-12-09). La Constitución federal es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Herman Cain, el rival más peligroso para Romney, se dedica a tocar otras cuerdas, en especial lo que él llama “la crisis de la inmigración ilegal”. Este ciento por ciento afroamericano propuso que se instale una valla electrificada en la frontera con México que sería mortal para los miles y miles de mexicanos y centroamericanos que procuran ingresar cada año en busca de trabajo, es decir, una suerte de silla eléctrica de más 3100 kilómetros de largo. Las críticas a tal propuesta obligaron a Cain a decir que era “una broma”, sólo que la grabación de sus declaraciones sugieren algo completamente distinto (www.washingtonmonthly.com, 17-10-11). Cain hablaba en serio.
Véase su explicación: “Pido disculpas si ofendí a alguien. Mea culpa, mea culpa, mea culpa. No me gusta ofender a nadie... sin embargo, no pido disculpas por referirme a la combinación de una valla. Que podría ser electrificada, no doy un paso atrás en eso... Fue una broma en el contexto de las opiniones vertidas en ese discurso, pero en términos de lo que necesitamos hacer, intento plenamente hacerlo porque soy más sensible a la posibilidad de que nuestros ciudadanos sufran algún perjuicio” (//blogs.phoenixnewtimes.com, 17-10-11). Como disculpa no deja de ser otra muestra de la evidente sensibilidad del señor Cain.
Ni Romney ni Cain parecen demasiado preocupados por la crisis económica y la altísima tasa de desempleo que EE.UU. padece. Son los precandidatos del Partido Republicano mejor vistos para ocupar la Casa Blanca y tal vez alguno de ellos la ocupe. La pobreza política es otra de las que el pueblo estadounidense soporta.
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