Jue 29.05.2003

CONTRATAPA

Calentando motores

› Por Juan Gelman

En dirección a Irán, al parecer, ese otro integrante de la tríada del Mal. Según The Washington Post, el martes que pasó se reunía el equipo interdisciplinario de la Casa Blanca para estudiar los pasos destinados a “desestabilizar” al gobierno moderado de Mohammed Khatani. Se lo acusa de permisividad con los miembros de Al-Qaida que habrían salido de su país para ejecutar los atentados terroristas que el 12 de mayo segaron la vida de 34 personas, nueve estadounidenses entre ellas, en la capital de Arabia Saudita. El gobierno republicano tiene la compañía indiscreta de demócratas conspicuos: el senador Joseph Lieberman –ex candidato a vicepresidente– postuló que “sería de interés para el mundo, y en particular para el pueblo iraní, que se produzca un cambio de régimen en Irán”. La cantilena es conocida.
Otra acusación: se supone que Teherán aplica un programa de desarrollo de armamento nuclear. El 2 de febrero último el gobierno iraní hizo público que había descubierto yacimientos de uranio y erigido en Natanz instalaciones para enriquecerlo con fines pacíficos. Trascendió que el vicepresidente Dick Cheney propone destruirlas con un ataque aéreo. No hay muchas novedades bajo el sol: Irak fue invadido por la presunta relación de Hussein con Osama bin Laden y los atentados del 11/9 –de la que incluso la CIA duda– y por la posesión de armas de destrucción masiva, químicas y biológicas, que hasta ahora brillan por su ausencia en el país ocupado. Cuando hay ganas, hay ganas.
Por lo pronto, la Casa Blanca ha interrumpido los contactos diplomáticos secretos que mantuvo en Nueva York y capitales europeas con funcionarios iraníes antes y durante la invasión a Irak. En el entorno de Bush hijo algunos señalan que Irán se abstuvo de intervenir en los conflictos afgano e iraquí. Javda Zarif, embajador de Teherán ante las Naciones Unidas, anunció el lunes 26 que su gobierno había detenido a un grupo de seguidores de Bin Laden y que estaba dispuesto a entregarlos a “un país amistoso” como Arabia Saudita, Egipto tal vez. Irán se jacta de estar persiguiendo a Al-Qaida desde mucho antes que EE.UU. y afirma que ha expulsado de su territorio a más de 500 de sus miembros que huían de Afganistán, Irak y Pakistán. Esto alienta a los funcionarios de Washington que prefieren la vía diplomática, pero la manifiesta hostilidad norteamericana endurece a los ayatolas contra las políticas más abiertas del presidente Khatami.
Los halcones del Pentágono “preconizan una política de confrontación, o al menos de amenaza de confrontación, con el gobierno de Teherán”, indicó The New York Times el lunes 26. Esa política incluiría la ayuda a la organización terrorista Mujaidines del Pueblo –creada por Saddam Hussein con opositores iraníes, asentada en el norte de Irak y perpetradora de asesinatos y atentados en Irán– “según el diseño del apoyo estadounidense a la oposición dirigida por Ahmed Chalabi que precedió a la guerra con Irak”. El detalle es que Bush hijo incluyó a esos mujaidines en la lista de organizaciones terroristas que se propone aniquilar. Pero ahora son útiles.
En tanto, el Congreso norteamericano aprobó, a pedido del Ejecutivo, la suspensión de la ley que desde hace diez años prohíbe en EE.UU. la investigación y desarrollo de armas nucleares llamadas “tácticas” y aun “limpias”. Se aduce que el arsenal nuclear yanqui está obsoleto y además no sirve para la lucha contra el terrorismo y contra los países que lo albergarían. Lo cual se expone claramente en un documento titulado “Revisión de la postura nuclear” que el Pentágono hizo llegar a los legisladores el año pasado. Dice: “El arsenal nuclear actual todavía corresponde a su origen, propio de la Guerra Fría” y sentencia que “es imperativo” modernizarlo, dotarlo de la capacidad de destruir objetivossubterráneos o móviles, mejorar la precisión de los ataques y reducir los “daños colaterales”. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, aseguró que sólo se trata de explorar la posibilidad de fabricar armas nucleares pequeñas, no de producirlas, “y mucho menos de usarlas”. El senador Edward Kennedy no piensa lo mismo: “No es realista –apuntó– pensar que modernizaremos y hasta ensayaremos, pero no usaremos, esas armas nucleares, en especial si nos atenemos a las expresiones y declaraciones del gobierno”. El desarrollo de esas armas está previsto en el presupuesto militar de 400 mil millones de dólares aprobado por el Congreso, y podría desatar una nueva carrera armamentista mundial.
La Casa Blanca presiona al Organismo Internacional de Energía Atómica para que establezca que la producción de uranio enriquecido en Natanz no persigue fines pacíficos, como Teherán afirma, y que en consecuencia Irán está violando el Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares de las Naciones Unidas. EE.UU., por lo visto, no. La senadora demócrata Dianne Feinstein ha calificado de “diabólica” la actitud de su gobierno, que proyecta la ampliación de su arsenal nuclear mientras lleva la guerra a otros países con el argumento de desarmarlos. Sería otro detalle, pero no hay por qué exigirle a Bush hijo que sea detallista.

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