› Por Jorge Alemán *
I
El Occidente desarrollado y Europa en particular se encuentran con su final. Sobre este final distintos pensadores ensayaron un diagnóstico anticipado. Marx, indicando cómo la Lógica del Capital y el “fetichismo de la Mercancía” iban a producir tal dislocamiento en la realidad, de tal modo que “todo lo sólido se desvanecería en el aire y se hundiría en las aguas heladas del cálculo egoísta”. Freud, mostrando cómo la civilización iba a ir intensificando sus exigencias de renuncia en los sujetos al servicio voraz de la pulsión de muerte. Heidegger, anunciando que la metafísica europea desembocaba en una “objetivación y emplazamiento” de la existencia humana que terminaría uniformizando al mundo como imagen. Por último Lacan, a partir de su teoría del Sujeto en relación con lo Real, concluiría que el nuevo malestar del capitalismo se definiría como una inédita extensión de la lógica del campo de concentración y el aumento incesante de nuevas formas de segregación. Marx, Freud, Heidegger, Lacan. En este sentido constituyen otro modo de pensar lo político por fuera de la racionalidad neoliberal que es en definitiva la metafísica dominante del capital.
II
Latinoamérica, al constituirse al final del siglo XX y comienzos del XXI en un intento de contraexperienca de la racionalidad neoliberal vigente, puede aparecer como la eventual invocación a otro Inicio. Un nuevo comienzo que ya no se trata de presentar al modo de las metáforas vitalistas que siempre aluden a Latinoamérica y su supuesto realismo mágico, tributarias aun del dictamen hegeliano que quiso ver a Latinoamérica fuera de la historia del Espíritu. Este inicio es una reapropiación radical de la tradición ilustrada europea y sus impasses, y a su vez es una relectura de los distintos proyectos históricos de la Emancipación. Por ello, las anticipaciones de Marx, Freud, Heidegger y Lacan encuentran una resignificación que intenta estar a la altura de las nuevas invenciones políticas que el otro Inicio requiere. El otro Inicio en Latinoamérica es una invocación a pensar en una universalidad no “eurocéntrica”. Esta vez el otro Inicio latinoamericano es lo que debe atender el mundo si quiere salvarse de su deriva nihilista en el Fin, una deriva que en Europa sólo promueve acontecimientos éticos o estéticos que no se articulan a proyecto político alguno.
III
El otro Inicio latinoamericano no es un comienzo absoluto, es un acontecimiento político que reinterpreta los legados latinoamericanos enviándole un mensaje al mundo, al Occidente que busca desde su archivo agotado los recursos de una nueva invención política. Pero esta nueva invención esta vez ha tomado existencia material en América latina, único lugar desde donde se podría convocar, como lo propuso Chávez, una quinta Internacional. El inicio, es necesario aclararlo, tiene un tiempo histórico impreciso, puede durar años y está, por ser un comienzo distinto del de la metafísica neoliberal, siempre amenazado, a punto de fracasar, asediado por enemigos que se multiplican, que intentan capturar su sentido para mostrarlo como lo de siempre, la mascarada política en la que se duerme el sueño corporativo del Poder. El otro Inicio es un deseo de despertar y por ello vive entre tensiones irreductibles. Por ello Latinoamérica, desde esta perspectiva, es el lugar de la Diferencia insuperable y no lo “diferente que siempre llama a lo diferente” en los espejismos de lo nuevo.
IV
Estas tensiones irreductibles son las que en el otro inicio se asumen y se encarnan para dar lugar a la Diferencia:
1) La diferencia entre la democracia y Estado de Derecho, como meros dispositivos jerárquicos e institucionales garantes de orden público, y la democracia y el Estado, como instrumentos de lucha frente al proyecto homogeneizante mundial del capital y sus agencias. En definitiva, aludimos aquí a la tensión irreductible entre el Derecho instituido y la Justicia siempre por venir.
2) La diferencia entre la ciencia moderna, con su construcción de la verdad y sus investigaciones, y la técnica que es una estructura tan acéfala como el capital, que ha emplazado a la democracia misma, y que sólo busca perpetuarse en su espectáculo ilimitado.
3) La diferencia entre la Sanidad pública y universal y las nuevas estrategias del “biopoder” que extienden sobre las poblaciones diversos dispositivos de evaluación al servicio de lógicas segregativas.
4) La diferencia entre la cultura del entretenimiento y la cultura popular que exige siempre la presencia de las teorías críticas que permitan decidir sobre la situación.
5) La diferencia entre Salud mental farmacológica y de clasificación tecnológica y las prácticas que respetan el carácter irrepetible del sujeto singular advenido al mundo de la palabra y el lenguaje.
Hay muchas más diferencias que se podrían establecer, pero todas configuran el campo de la Diferencia Absoluta, que es siempre una diferencia que no se puede reabsorber en ningún proceso dialéctico, en una síntesis final. En el otro Inicio siempre se trata de vivir en la tensión sin solución entre las mismas, pero admitiéndolas. Ningún progreso eliminará su fractura, pero al menos hay procesos políticos que, como el latinoamericano, serán depositarios de las huellas de dichas tensiones.
El otro Inicio no dispone de garantías a priori, está asediado por las reglas de juego del neoliberalismo vigente, pero Latinoamérica es, en este caso, el lugar donde la impronta de la Diferencia constituye una huella lo suficientemente insistente en su reaparecer, para que suscite un llamado a definir esa universalidad que ahora permanece apresada en la pinza metafísica de la razón eurocéntrica del Occidente dominante.
* Psicoanalista y escritor.
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