Mié 16.10.2013

CONTRATAPA

Clones

› Por Vicente Battista

Uno de los enigmas irresueltos en nuestro país es por qué razón tantos hombres y mujeres de la política, del sindicalismo y del periodismo de un día para otro cambian de ideología: aquellos que ayer nomás elogiaban la ley de medios audiovisuales, hoy la repudian en nombre de la libertad de prensa; aquellos que explicaban, gráfico detallado mediante, el enorme poder de los grupos hegemónicos, hoy esfuman ese gráfico, olvidan todo lo que han dicho y se ofrecen como mascarones de proa de esos mismos grupos. Históricamente hubo conversiones relámpago: pienso en la de Pablo, que en poco más de tres días pasó de ser un judío terror de los cristianos a un cristiano terror de los judíos, aunque habrá que tener en cuenta que, según anuncia el Nuevo Testamento, fue el propio Jesús quien se presentó ante Pablo y en tono de reproche le preguntó por qué lo perseguía (Hechos de los Apóstoles, 9:4). Esa inesperada aparición justifica cualquier metamorfosis; no hay noticia de que Jesús se haya presentado ante los recientes convertidos. Hay quienes repiten el trillado argumento de que estos hombres y mujeres se vendieron al mejor postor. Es difícil aceptar que respetables personajes de la política, del sindicalismo y del periodismo hayan descendido hasta el noveno círculo del Infierno, precisamente aquel que, según Dante, alberga a los mercenarios y traidores. Habrá que buscar entonces otras razones, menos teológicas y más cercanas a nuestros días.

En 1886, tres años antes de que Sigmund Freud diera a conocer La interpretación de los sueños, piedra angular del psicoanálisis, Robert Louis Stevenson publicaba El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, la inquietante novela que pondría sobre el tapete uno de los numerosos conflictos que tiempo después sistematizaría Freud. Como se recordará, el doctor Jekyll elabora una misteriosa pócima capaz de despertar al monstruo secreto que todos los seres humanos llevamos adentro. A falta de conejillo de Indias, Jekyll decide probar la droga en su propio cuerpo: los terribles resultados de esa experiencia se revelan en las páginas de la novela de Stevenson.

La oveja Dolly (1996-2003) tuvo poca vida, pero muchísima publicidad; es comprensible: se trata del primer mamífero que se clonó con éxito a partir de una célula adulta. Ian Wilmut y Keith Campbel, científicos del Instituto Rosling de Edimburgo, fueron los responsables de ese nacimiento. El rústico ladrido de un perro basta para movilizar a un rebaño de ovejas, resulta difícil vincular a estos animales, pacíficos y obedientes, con criaturas monstruosas. No obstante, la oveja Dolly y Mister Hyde tienen más de un punto en común: ambos son fruto de una manipulación y, según se mire, Dolly podría ser más atroz que Hyde. Después de beber el brebaje diabólico, el doctor Jekyll se transforma en Mister Hyde: el cambio es total, tanto en su cuerpo como en su mente, Hyde y Jekyll no se parecen en nada. Esto no sucedió con Dolly, ni sucede con cualquier otra criatura clonada: el nuevo ser es una copia fiel del modelo original, se confunden como una y otra gota.

Los políticos, sindicalistas y periodistas que han registrado conversiones express sostienen que sus ideas de hoy son idénticas a las de ayer y sin el menor rubor aseguran que resisten cualquier archivo, aunque ciertamente esos archivos los destrozan sin remedio y sin piedad. Si aceptamos que estos respetables y encumbrados personajes no han descendido al noveno círculo del Infierno, si convenimos que tampoco han bebido el brebaje que creara el doctor Jekyll, sólo queda pensar que han sido clonados a partir de la cédula adulta de los modelos originales. Esto explicaría por qué perdieron la memoria.

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