CONTRATAPA
Peleas
› Por Juan Gelman
La leyenda instaló el Jardín del Edén en Irak. La realidad, no. Ni para invasores ni para invadidos. La población Irakuí sigue padeciendo desabastecimiento, escasez de servicios básicos y, sobre todo, muerte. El brutal atentado contra la mezquita de Najaf, que causó más de cien muertos civiles y heridos incontables, el asesinato de nacionales que colaboran o trabajan con las fuerzas de ocupación, tachados de traidores, y los constantes ataques guerrilleros acentúan una inseguridad que acarrea nostalgias por Hussein. La llamada reconstrucción del país, a cargo del virrey Paul Bremer, tampoco avanza. La Casa Blanca esperaba financiarla con petróleo Irakuí, pero el oleoducto del norte es objeto de continuos atentados. Antes de la invasión transportaba a Turquía un millón de barriles diarios. Hoy no. Los expertos estiman que Irak puede producir oro negro por valor de 27 a 50 mil millones de dólares anuales. El ingreso actual es apenas superior a los 6 mil millones.
Bremer señaló la semana pasada que es necesaria una inversión de “varias decenas de billones de dólares” para resanar la arruinada infraestructura Irakuí. La cifra no incluye los 4 mil millones de dólares mensuales que, según el Finantial Times (2-9-03), Washington destina al mantenimiento y la acción de sus tropas en Irak. La Casa Blanca busca ahora el apoyo militar y económico de la comunidad internacional para enfrentar las consecuencias de una invasión que llevó a cabo burlándose de la comunidad internacional. Encuentra renuencias y resistencias, en especial de Francia, porque las condiciones de seguridad son débiles y la eventual ayuda de otros países no escaparía a la voluntad hegemónica de los ocupantes. En octubre próximo tendrá lugar en Madrid una conferencia de donantes auspiciada por las Naciones Unidas, pero pocos dudan de que las promesas de donación serán tímidas y estarán lejos de cubrir los 13 mil millones de dólares previstos para un plan quinquenal de suministro de energía eléctrica, o los 16 mil millones que exigiría la instalación de un sistema nacional de agua potable.
Las tropas invasoras también conocen privaciones diversas y muerte diaria. No cesa la actividad guerrillera enemiga y el número de bajas estadounidenses aumenta de manera implacable. Los muertos en acción desde el 1º de mayo, día en que Bush hijo declaró el fin de la guerra, superan el total de los caídos durante la invasión. La cantidad de heridos asciende –según investigó The Washington Post (2-09-03)– a 1124 hasta el 3l de agosto, discriminados así: 684 en los dos meses de guerra (550 por fuego Irakuí, 134 en accidentes) y 740 desde el teórico fin de las hostilidades (574 por acciones guerrilleras y 166 en accidentes). Sólo en el mes de agosto 297 soldados norteamericanos fueron heridos por fuego hostil, unos diez cada día. “Sin fanfarrias y casi sin conocimiento público –informa el diario–, gigantescos aviones de transporte C-17 aterrizan prácticamente todas las noches en la base Andrews de la Fuerza Aérea, en las afueras de Washington, cumpliendo misiones de evacuación por razones médicas. Desde que comenzó la guerra, más de 6000 efectivos fueron devueltos a los Estados Unidos. El número incluye a los 1124 heridos en acción, 30l heridos en accidentes conduciendo sus vehículos y en otros percances, y a miles que enfermaron física o mentalmente.”
No aparecen en Irak las armas de destrucción masiva que justificaron la invasión y vale la pena reproducir algunas de las preguntas que el periodista y escritor William Rivers Pitt formuló ante la Convención Nacional de Veteranos por la Paz realizada en San Francisco el 10 de agosto: “¿Forma parte de nuestro sistema de valores mentir al pueblo estadounidense, mentir profunda y ampliamente y sin vergüenza alguna, sobre por qué peleamos en Irak? ¿Forma parte de nuestro sistema de valores sacrificar a 300 soldados norteamericanos en el altar de esas mentiras, sacrificar a miles y miles y miles de civiles Irakuíes inocentes en elaltar de esas mentiras? ¿Forma parte de nuestro sistema de valores usar el horror del 11 de septiembre para aterrorizar al pueblo estadounidense e infligirle una guerra innecesaria, la bancarrota de sus derechos civiles, el aniquilamiento de la Constitución? ... Una de las peores cosas que jamás le haya sucedido a este país es permitir que personas del gobierno utilicen palabras como ‘libertad’ y ‘justicia’ y ‘democracia’ y ‘patriotismo’, porque esas buenas y nobles palabras se convierten en una sucia mentira cuando pasan por sus labios”. Pitt fue ovacionado. Había hablado el otro Estados Unidos.
Un caso notable atrajo la atención de la prensa norteamericana hace un par de semanas: la familia de Sally Baron, fallecida a los 71 de edad a consecuencia de una operación cardíaca, solicitó que las acostumbradas donaciones en su honor se canalizaran hacia organizaciones empeñadas en destituir al presidente Bush. No había perdido a ninguno de sus seis hijos en la guerra, pero Sally lo odiaba por “mentiroso y ladrón de elecciones”, aclaró su hija Maureen. Una cosa es pelear hasta la muerte, otra hacerlo después. Como ese caballero retratado por Ariosto que, ya muerto, sólo cayó de su cabalgadura cuando el combate terminó.