CONTRATAPA

Personas como nosotros

 Por Luis Bruschtein

En las asambleas de vecinos no participan todos los vecinos de los barrios. Sin embargo, su legitimidad surgió porque expresaban los reclamos principales, incluso de los que no participan en las reuniones. Y mantendrán esa legitimidad en la medida en que mantengan esa capacidad de expresar lo que es sentido por todos y no es expresado en otro lado. Una de las consignas espontáneas que surgió de ese movimiento fue “que se vayan todos”. A cualquier partido político le hubiera parecido insensato plantearla. Ni siquiera la planteaba la izquierda antes del 19 de diciembre.
La riqueza de los nuevos movimientos es que se atreven a confrontar verdades establecidas, que además es la única forma de generar cambios. La Tierra plana era una verdad establecida, igual que la física de Newton antes de Einstein. Decir que la Tierra era redonda daba miedo. Decir “que se vayan todos” también da miedo, sobre todo para quienes han estado relacionados, bien o mal, con la política. No es “que se vaya fulano o zutano”, como pretenden algunos partidos, sino simplemente “que se vayan todos”.
Es una consigna cuestionada, discutida y algunos la señalan como expresión de la irracionalidad de ese movimiento o como una demostración de hartazgo casero y descomprometido. Otros se sienten injustamente comprendidos dentro de esa expresión de rechazo y, por lo tanto, les parece arbitraria porque no hace diferencia entre los buenos y los malos políticos. Otros teorizan sobre la capacidad de veto de este movimiento y su incapacidad de construir. Entre los políticos tradicionales, que son los más cuestionados, prefieren circunscribirlo despectivamente como un fenómeno exclusivo de la clase media porteña o buscan cualquier argumento para descalificarlo.
Seguramente no todo lo que producen las asambleas de vecinos sea correcto, justo o cierto, y nadie puede asegurar cuál será su destino, pero sería un error grave no tratar de entender los cambios profundos de la comunidad que se manifiestan en ellas. Lo que es cierto es que las asambleas de vecinos son un producto más genuino de esta realidad que los partidos y los dirigentes políticos heredados de la anterior.
Habría que decir que en las asambleas tampoco está claro qué implica la consigna “que se vayan todos”: si es que nadie haga política o si vendrán otros a hacerla y, si es así, de dónde saldrían. Porque nadie se plantea en este momento hacer de las asambleas un partido. Y muchos en las asambleas simpatizan con algún político y aceptan que hay excepciones a la regla. Sin embargo, es una de las consignas que tiene más consenso, como si tuviera una lógica subyacente que fuera difícil de detectar.
Es claro que no quieren más corrupción ni mentiras y, al incorporarse a las asambleas, es como si estuvieran diciendo: hagan política como la hacemos nosotros: no curramos a nadie, no le mentimos a nadie, no venimos aquí por dinero, decimos lo que pensamos porque no tenemos intereses ocultos, no dejamos de ser lo que somos y no tenemos doble discurso. Todo lo contrario a lo que se concibe como el político profesional.
Desde la política se habla de “reforma política” y algunos hasta plantean incorporar a las asambleas a la estructura política. Desde las asambleas dicen que se vayan todos. Eso también es una reforma política, pero planteada desde abajo. Y quiere decir que cambió la currícula de la carrera, que cambiaron las aptitudes necesarias, los mecanismos para hacerla, la calidad de las recompensas. Cambió todo. Los que estaban cursando tienen que hacer reválida y están en el mismo plano, o atrás si se quiere, de los nuevos aspirantes. Aun los que fueron buenos y honestos tendrán que rendir ese examen que implica regresar a sus orígenes, mezclarse con los vecinos, con el pueblo, volver a ser uno más y nunca dejar de serlo.
La gente quiere ver personas como ellos, trabajadores, comerciantes, abogados o médicos o lo que sea, menos políticos profesionales que seasuman como casta o clase, esa especie de maniquíes con dos celulares, saco cruzado y sonrisa canchera a la espera del mejor negocio que se les cruce, como fue la camada de jóvenes políticos que empezó a producir el modelo. Lo que se está planteando es una reforma política, pero de abajo para arriba, eso quiere decir “que se vayan todos”. En esa consigna está el espíritu de una renovación total. Los políticos que se ofenden, se engañan si creen que porque no esté clara la manera de concretarla, el reclamo se perderá en el vacío. Porque es un reclamo muy extendido, más allá, incluso, de las mismas asambleas de vecinos y, por lo tanto, con el tiempo irá encontrando formas de encausarse y generar una cultura política diferente.

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