CONTRATAPA

Estaciones noruegas

 Por Leonardo Moledo

Medrano. Raras veces se ve a alguien leyendo en el subte de la línea B, y sin embargo me pareció natural, excesivamente natural, ver a una chica desafiar las inclemencias y horrendos apretujones de la hora pico, sumida, casi hipnotizada en las sagas escandinavas del gran cronista islandés Snorri Sturluson (siglo XII), y en particular, en una de las más bellas historias de Noruega, el relato casi legendario del rey Olaf Triggveson, que en el año 1000, cerca de la isla de Svold, se enfrentó en una batalla naval con el jarl Eric, que sería conocido más tarde como Eric el Rojo, y que comandaba las flotas coaligadas de Suecia y Dinamarca. La historia fue recogida por Carlyle y llevada al poema heroico por Browning, y también por el menos conocido, aunque también grande Drag Armtessen.

Carlos Gardel. Lo cierto es que los reyes de Suecia y Dinamarca atrajeron al rey Olaf a la batalla valiéndose del traidor Sigwald, que habían logrado infiltrar entre los grandes de Noruega. Olaf, previendo el enfrentamiento, había mandado construir el navío más grande que se hubiera visto jamás en Escandinavia, el “Serpiente Larga”. Los reyes coaligados contemplaban desde un peñasco el desfile de la flota de Olaf, que tardó más de una hora y media en pasar, y tanto el jarl Eric como Svein, de Dinamarca, comentaban el largo y el esplendor de los navíos: cada uno que pasaba parecía ser el más grande y poderoso que jamás hubieran visto.

Pueyrredón. Por tres veces Svein de Dinamarca supuso que la inmensa nave que aparecía sería el “Serpiente Larga” pero Eric siempre lo sacaba del error:
–No, éste no es aún el “Serpiente Larga”, ni tú serás su dueño cuando aparezca.
Y luego aparecía un navío aún más portentoso, y cuando Svein, admirado, comentaba:
–Ahora sí, he ahí por fin el “Serpiente Larga”.
Eric volvía a sacarlo de su error.
–No, éste no es aún el “Serpiente Larga”, ni tú serás su dueño cuando aparezca.
En eso apareció el “Serpiente Larga” y un grito de admiración partió tanto de Eric como de Svein, aunque Eric, Svein y el rey de Suecia se precipitaron a bordo y salieron de su escondite a mar abierto con su enorme flota.

Pasteur. El traidor Sigwald había rodeado de pronto el cabo tras del cual sus amigos se hallaban ocultos y penetrado en la bahía hasta perderse de vista, dejando a las naves delanteras de Triggveson atónitas y sin saber qué hacer, hasta que arriaron las velas y esperaron que llegara Olaf con el “Serpiente Larga”.
Al ver salir aquella enorme flota enemiga y advertir lo que estaba ocurriendo, aconsejaron enérgicamente al rey Olaf que rehuyera aquel ataque y que se mantuviera en su rumbo a toda vela, pues el combate se presentaba en condiciones muy desiguales. Pero el rey, de pie en el alcázar, se negó:
–Mi gente nunca piensa en la fuga. Jamás he huido del combate. Que Dios disponga de mi vida, pero nunca he de huir.

Callao. La batalla comenzó con toda furia; duró, horas tras hora, casi hasta la puesta del sol.
“Olaf estaba en pie en el alcázar del ‘Serpiente Larga’ –cuenta Snorri– y dominaba en estatura a todos los demás. Llevaba un escudo dorado y un yelmo incrustado de oro; vestía, sobre su armadura, una corta cota roja y se le distinguía fácilmente de los demás.” La batalla arreciaba y los contendientes arrojaban flechas, jabalinas y grandes piedras, luego abordaban y era el choque final. Olaf se mantuvo todo el día en pie, destacándose en el lanzamiento de las jabalinas con mortífero acierto con ambas manos a la vez, alentando, luchando y mandando como un gran rey del mar.
Las flotas danesa y sueca se retiraron fuera del alcance de los proyectiles. Pero entonces llegó el jarl Eric y abordó con furia al “Serpiente Larga” o, mejor dicho, a los buques que lo rodeaban, y poco a poco, a medida que aniquilaba a sus tripulantes, se enfrentó con el mismísimo “Serpiente Larga”. La lucha se hizo cada vez más encarnizada y furiosa. Eric recibía refuerzos en hombres de los suecos y los daneses, mientras que Olaf no tenía ese recurso, y pronto todas sus naves, con excepción del “Serpiente Larga”, habían sido vencidas y despojadas de sus tripulantes. Olaf siguió luchando sin ceder.

Uruguay. Eric abordó dos veces y dos veces fue rechazado. Olaf se mantenía en su alcázar, invencible, aunque cada vez más desesperado y fatalmente falto de ayuda.
Un joven alto, llamado Einar Tamberskelver, que luego fue muy famoso e importante en Noruega y era ya el mejor arquero que se conocía, estaba manejando su arma. Por dos veces alcanzó casi al jarl Eric, que se hallaba en su buque.
–Hiéreme a ese hombre –dijo el jarl Eric a un arquero que tenía a su lado.
Y en el preciso momento en que Tamberskelver estaba por lanzar su flecha por tercera vez, una flecha le dio en medio del arco, rompiéndolo en dos pedazos.
–¿Qué se ha roto? –preguntó el rey Olaf.
–Noruega, rey, entre mis manos –contestó Tamberskelver.

Carlos Pellegrini. El rey Olaf no sobrevivió a la batalla de Svold; cuando Eric abordó el “Serpiente Larga” por tercera vez, Olaf Triggveson, a quien apenas le quedaba un solo tripulante, saltó por la borda (su cota roja aún brilló al sol del atardecer), se hundió en las aguas y nunca más fue visto. En el fondo de los fiordos, los pocos bardos que aún subsisten, lloran su ausencia.

Florida. El subte llegó a la estación Florida y la chica que leía a Snorri Sturluson, como el rey Olaf, se perdió en la marea de gente, en la espuma humana de la que nunca se vuelve.

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