Mié 23.02.2005

CULTURA  › TODOS RECUERDAN A GUILLERMO CABRERA INFANTE

Palabras de despedida

La muerte del escritor desató una ola de reacciones en el mundo literario. En Cuba, Granma optó por un mutis profundo.

La muerte de Guillermo Cabrera Infante, el lunes en un hospital de Londres, despertó tanta polémica como había levantado en vida su sanguínea oposición al gobierno de Fidel Castro, desde que abandonó la isla y partió al exilio en 1965. Su viuda, la actriz Miriam Gómez, anunció que los restos del autor de Tres tristes tigres serán incinerados “lo más rápido posible” en la capital británica, donde “serán guardados hasta que puedan volver algún día a una Cuba libre”. El novelista y cinéfilo apasionado falleció de una infección, tras haber sido internado por una quebradura de cadera y una neumonía.
Ayer los medios cubanos trataron la muerte de Cabrera Infante igual que habían tratado su vida desde su oposición frontal a Castro: ignorándola por completo. En las páginas culturales de los dos diarios de circulación nacional, Granma y Juventud Rebelde, no apareció ninguna noticia sobre su fallecimiento, como tampoco en las principales cadenas de radio y televisión. Sólo la edición digital de la revista cultural La Jiribilla, que opera bajo control estatal en Cuba, informó de su muerte con una breve reseña en la que elogia su estilo literario y lamenta su “obsesión fanática” contra la Revolución Cubana. Tras ser declarado enemigo público del régimen, Cabrera Infante había sido borrado hasta del Diccionario de la Literatura Cubana, publicado en 1980. Sus libros no se publicaban en la isla, aunque el lector atento podía encontrar algún ejemplar perdido de ediciones en el exterior en las improvisadas estanterías de las ventas de segunda mano en portales y plazas de La Habana.
En otros círculos cubanos, los logros literarios del escritor pesaron más que las diferencias políticas. “Respeto su talento literario, aunque no comparto sus posiciones políticas. El está instalado en nuestra literatura y sería miserable negarlo”, declaró, por ejemplo, el poeta cubano César López. Desde otra posición ideológica, el poeta recientemente excarcelado Raúl Rivero coincidió con López en la “pérdida fatal” sufrida por las letras hispanas. Rivero, condenado a prisión en 2003 junto a otros disidentes, lamentó el desconocimiento de la obra de Cabrera Infante en Cuba desde que en 1963 se publicó allí Oficio del siglo XX. La escritora Zoé Valdés, exiliada en París, lamentó la muerte “del gran escritor cubano, el hombre que transformó el lenguaje e hizo danzar a las palabras, otorgándoles un gran valor testimonial”. Valdés lamentó que su compatriota muriera sin poder volver a Cuba, al igual su colega y compatriota Eliseo Alberto, desde México: “Su gran sueño era regresar a Cuba, no me cabe la menor duda de que hoy Guillermo está en La Habana”, aseguró.
Del otro lado de la isla, la muerte de Cabrera Infante unió a los numerosos grupos del exilio cubano en Miami. “Seguirá siendo por siempre orgullo cubano por su postura, perseverancia y paciencia para defender la verdad”, señaló Luis Montoto, subdirector de la Fundación Nacional Cubano Americana, anticastrista a ultranza. “Todos los cubanos que amamos las letras sentimos su muerte como una inmensa pérdida, aunque fuera un hombre políticamente inmaduro que osciló de la izquierda a la derecha”, dijo por su parte Alfredo Durán, director del Comité Cubano por la Democracia, partidario del diálogo con el gobierno cubano.
En toda Latinoamérica, numerosos poetas y escritores destacaron el humor filoso que caracterizó la prosa del Premio Cervantes de Literatura, la forma en que su pluma recogió la oralidad o en que mezcló el erotismo con la parodia. El chileno Jorge Edwards destacó que “era un escritor muy original y contemporáneo, tenía algo del mundo literario de James Joyce o del mundo literario de algunos otros ingleses muy experimentales”. El historiador británico Hugh Thomas se declaró orgulloso de haber firmado los documentos por los que el escritor se nacionalizó y reconoció que los consejos de Cabrera Infante fueron indispensables cuando escribió Cuba, la lucha por la libertad. El director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, señaló en un comunicado su “profundo dolor” por la desaparición de “un gran escritor y un gran amigo al que conocía desde hace muchos años”.
Hasta su internación, Cabrera Infante seguía trabajando en la novela La infanta inconstante, que había comenzado en 1996, y se manifestaba feliz con el guión que había escrito para Andy García, La ciudad perdida, filmado en Santo Domingo. “En el terreno político prefiero actuar como un reaccionario de izquierdas”, había dicho, fiel a su estilo. Hasta el último momento sus pensamientos siguieron atados a Cuba, hasta el punto de seguir los programas de la televisión oficial gracias a un aparato que había comprado en Londres y que mostraba orgulloso a todo el que lo visitaba.

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