Jue 21.07.2005

CULTURA  › COMIENZA EN EL GOETHE EL SEGUNDO
FESTIVAL LATINOAMERICANO DE POESIA

Como solos y solas, se reúnen los poetas

Washington Cucurto, de Argentina, y Elisabeth Neira, de Chile, son dos de los organizadores del festival que funcionará a partir de hoy en cuatro sedes paralelas, propuesto como intercambio y centro de encuentro.

› Por Silvina Friera

La cumbia es su gramática, su narrativa y acaso su modo de traspasar la rígida moldura de los conceptos que generan a priori desconfianza. Washington Cucurto, el más “cumbianchero” de los jóvenes poetas argentinos, dice que Flor de Piedra, la banda de Pablo Lescano, es uno de sus referentes poéticos y no le importa que muchos de sus colegas –narradores y poetas– se queden con las mandíbulas paralizadas cuando defiende con tanta pasión un género al que la palabra marginal le queda chica. Si tuviera que poner una cortina musical para cerrar el Segundo Festival Latinoamericano de Poesía Salida al Mar –que empieza hoy en el Instituto Goethe y concluye el domingo en una iglesia de San Telmo–, cuenta que elegiría alguna canción de Lescano o de Leonardo Favio porque es “muy moderno, muy border, muy de avanzada”. Organizador de este encuentro sudamericano que nuclea a todas las corrientes estéticas de la poesía actual, Cucurto señala que los poetas siempre se cruzan de país en país, llevando libros o conociendo gente, como si fueran mochileros. “Decidimos armar algo entre nosotros con la idea de que la literatura nos sirva para encontrarnos, para que cada uno muestre lo que está haciendo.”
Salida al Mar, organizado por Cucurto, Cristian de Nápoli, Elisabeth Neira (Chile) y Timo Berger, es el único festival de poesía internacional que se realiza en Buenos Aires en cuatro sedes distintas: el Instituto Goethe, el Centro Cultural de España, la Casa de la Poesía y la Iglesia de los Marineros Finlandeses. Con tres invitados de lujo, Raúl Zurita (Chile) y los argentinos Hugo Padeletti y Juana Bignozzi, durante los cuatro días que durará el encuentro habrá una feria de publicaciones de editoriales y revistas de poesía, se presentarán libros, se realizarán lecturas, talleres, charlas con los invitados de honor y performances como la del uruguayo Dani Umpi (ver aparte), siempre con entrada libre y gratuita. La primera edición, el año pasado, comenzó de una manera casi espontánea. “Nos dimos cuenta de que muchos compartíamos la misma estética o estábamos cercanos generacionalmente y entonces nos planteamos juntarnos con nuestros colegas latinoamericanos. Era lo único que teníamos claro porque no había un peso para invitar a la gente”, subraya Elisabeth Neira, poeta chilena que vive hace un año y medio en Argentina, en la entrevista con Página/12.
Pero decidieron hacer ese primer festival y pusieron a prueba su propia capacidad de autogestión. “Simplemente con la suma de muchas voluntades y reuniendo a nuestros contemporáneos, que están en la misma que nosotros, ganándose la vida con todas las dificultades que esto implica en América latina, surgió la primera convocatoria con un éxito que a nosotros nos impresionó –confiesa Neira–. De alguna manera, sin alojamiento ni pasajes, nuestros colegas consiguieron la manera de venir, porque la necesidad de encuentro y diálogo entre los poetas de América latina era mucho más fuerte que las imposibilidades que podíamos tener por el hecho de ser poetas que trabajamos con poéticas muy arriesgadas.”
–¿Hay una concepción de unidad panamericana entre los poetas latinoamericanos?
Elisabeth Neira: –Siempre tuvimos una idea bolivariana porque nos parece que las fronteras de nuestros países-naciones no se corresponden con nuestra idea panamericana de la literatura y el arte. En el fondo somos poetas que estamos sufriendo las mismas dificultades y que tenemos una historia en común de dictaduras y pobreza. Por lo tanto, los problemas políticos no son ajenos a nosotros. Salida al Mar se propone romper estas dificultades.
Washington Cucurto: –Los poetas jóvenes nos relacionamos de otra manera con la literatura, más emparentada con la autogestión. Muchos crean sus pequeñas editoriales, los mismos autores muestran sus textos a través de recitales o performances, como le dicen ahora. La poesía borra las diferencias y acerca más a la gente.
–Sin embargo, el mercado editorial no publica poesía y reduce la posibilidad de sumar nuevos lectores.
E. N.: –La poesía siempre tuvo un lugar marginal en el mercado de la literatura y lo sigue teniendo, es una condena que de alguna manera intentamos torcer. Todos los poetas sabemos que somos los hermanos pobres de la literatura: somos conscientes de que nunca vamos a publicar en grandes editoriales, y entonces frente a estas dificultades nace esta hermandad en la que percibimos que juntos podemos más que separados.
–¿A qué atribuyen esa marginalidad de la poesía? ¿Es acaso por el prejuicio de que es “un género difícil”?
W. C.: –La gente tiende a leer historias, cuentos, novelas. La poesía siempre requiere un poco más de información, de conocimiento, de riesgo con el lector.
E. N.: –No es tanto porque sea un género difícil o elitista sino porque básicamente es marginal para el mercado editorial, que define ciertas pautas dirigidas a los géneros vinculados con la narración. Desde mi experiencia, puedo afirmar que la poesía convoca más gente que un festival de narradores. Si el género no “vende”, es por una decisión de las editoriales manejadas por empresas transnacionales.
–¿Hay mayor libertad a la hora de definir lo que se entiende por poesía entre los jóvenes poetas?
E. N.: –Sí. Siento que entendemos al género más como un hecho poético que como una cuestión estrictamente estética. La poesía contemporánea latinoamericana dialoga con otros géneros, se mixtura, se va transformando.
–¿Cómo entienden la idea de “compromiso político”?
W. C.: –La política está siempre en la poesía porque la poesía es una política desde el momento en que te sentás a escribir un poema.
E. N.: –Dentro de la política que puedo establecer a través de la poesía, están, entre mis preferencias, las minorías. Siento que siempre tiro hacia ahí: las mujeres, los homosexuales, la gente que no es productiva. Son intereses inconscientes hacia los que me dirijo. No es que digo: “voy a ser una poeta piquetera” (risas). Pero mi propio deseo va hacia esos lugares de marginación. No es como antes que lo político era mucho más explícito: todos los poetas o la gran mayoría pertenecían al Partido Comunista o al trotskista. Hoy prevalecen más las políticas personales y subjetivas, que concentran aspectos de la realidad a partir de los cuales uno toma partido o no.
–¿De qué manera impacta esta subjetividad en la estética de la poesía latinoamericana?
W. C.: –Las estéticas son muy variadas y no se puede hablar en singular. En México hay una fuerza más formal, con más relieve en el lenguaje, no trabajan tanto la coloquialidad y hay mucho barroco o neobarroco. Acá, en Argentina, hay de todo: ninguna estética es dominante, no hay nada establecido y conviven todas las estéticas.
E. N.: –En Chile los poetas experimentan mucho con los géneros, están muy engolosinados con el tema de la modernidad. Quizá la única diferencia que puede haber respecto del resto de los países latinoamericanos es que el tema del género es muy fuerte, especialmente las escrituras sobre la mujer y los homosexuales, que en estos momentos son hegemónicas.
–¿Qué rol cumplen las editoriales independientes de poesía?
E. N.: –Las grandes editoriales que editan algunos libros de poesía saben que publican fórmulas ya seguras y probadas; en el único lugar donde puede haber experimentación es en las pequeñas publicaciones independientes, que se arriesgan a dar a conocer cosas atrevidas o que pueden ir contra el canon.
–¿Está en la “naturaleza” de los jóvenes poetas ser anticanónicos?
E. N.: –Las poéticas que en los ochenta en Chile fueron combativas y estaban al margen en este momento hoy son el canon. Zurita, uno de nuestros padrinos, era un tipo al que llevaban preso porque cada vez que realizaba una lectura se quemaba la cara y hacía quilombo. Y Zurita, que no podía entrar a muchas instituciones, ahora es un premio nacional. No es que uno tenga toda la vida una postura per se contra el canon, sino que son desplazamientos que uno va adoptando como poeta.

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