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“Conocí a Manuel Vázquez Montalbán en 1981, en un festival de novelas policíacas en Reims: allí, los franceses descubrieron la novela negra española. Desde entonces, hasta su muerte, siempre fuimos amigos y colegas políticos. Como tenía ocho años más que yo, lo veía como a un hermano mayor, con quien he hablado y pasado largas noches de discusión, bebida y alegría. El presentaba mis libros y yo los de él; fui personaje en alguno de sus relatos y él estaba en alguno de los míos. Siempre lo he admirado por su versatilidad para moverse en muchos campos: periodismo, ficción, ensayo, poesía... Cuando terminaba un cuento o una novela, siempre me preguntaba qué opinaba mi madre, que era una vieja militante del Partido Comunista y tenía con él muy buena relación. Sentí mucho la pérdida de Manolo. Y cuál fue mi sorpresa cuando vi que gente que realmente lo detestaba, literaria e ideológicamente, se deshacía en alabanzas. Por eso me negué a hablar de él en los periódicos. Esta es la primera vez que hablo tras su muerte. No quería contribuir a un coro detestable.”