“En México no hacemos distinción entre vida y muerte, es una de sus particularidades. En estos días en todo México se celebra el Día de los Muertos: calaveras de azúcar, pan de muerto, visitas a los cementerios; en Chiapas, por ejemplo, hay gente que lleva las puertas de la casa al cementerio para que el difunto la reconozca, salga y vuelva. Yo creo que esto viene mucho de la cosmogonía azteca, donde el lugar al que van los muertos es a la vez paraíso e infierno. Todos vamos a esa tierra de flores y llovizna dulce y caliente que recibe a los buenos y a los malos. Es un país muy poco maniqueo en lo que respecta a la muerte, e incluso hay muchas bromas sobre el tema y los mexicanos: ‘¿Cómo te llamas?’ ‘Jorge Negrete.’ ‘Pum, pum: te llamabas’. Yo quiero imaginarme una fantasía como la de Ray Bradbury en Fahrenheit: un paraíso donde todo el mundo se dedica a leer libros. Eso es lo que más angustia a un lector; caramba, veo mi biblioteca y digo ‘me voy a morir y no voy a poder leer todo lo que tengo aquí’. Me da una angustia horrible. Entonces espero que en el paraíso tenga yo tiempo para leer los libros que no leí en vida. Y espero encontrarme con mis padres, mi hijo y con mucha otra gente que quiero volver a ver.”