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Esto se dijo ayer en el Centro Cultural Recoleta:

- “La libertad de expresión debe proteger al arte crítico y si es crítico es molesto, irritante o provocador. Es en el respeto de la libertad a esa forma de arte que la sociedad prueba la genuina tolerancia. No puede admitirse que la existencia de actos de violencia contra una muestra justifiquen su clausura. Sólo una sociedad articulada alrededor del miedo podría imaginar una solución de ese tipo. No es mediante la clausura de la muestra que se conserva el orden sino por medio de la aplicación de la ley, la educación y el ejercicio mismo de la libertad” (Juez Horacio Corti en el fallo que posibilitó la reapertura de la muestra).

- “Hay una ligazón entre la clausura de la retrospectiva y lo que pasó en el boliche Cromañón: es la falta de educación. Por ejemplo, yo me opongo a que hayan construido un santuario en la puerta del boliche; creo que es parte de la misma ignorancia que fomenta la Iglesia cuando intenta clausurar una muestra de arte o promueve la fetichización del dolor. Y sigue ejerciendo su poder cada vez que se instala un santuario, como está pasando ahora. A su manera el que pone un altar aporta a la censura, a la ignorancia, a la intolerancia cada vez que se ‘marca’ al que pasa y no se persigna, a ese vecino que termina siendo mal visto” (Mónica Lorchi, empresaria y primera en llegar al Recoleta para apoyar la reapertura).

- “Todos tienen derecho a opinar, pero no a censurar una manifestación artística. En arte, la intervención de la Justicia está de más: nunca es delito, está para expresar un pensamiento individual que puede a su vez ser referente de un grupo, y como tal no puede ser castigado. Todo lo que sucedió hizo repensar sus posturas a los propios grupos católicos: la discusión enriquece, aunque sea inconcebible para esta altura del Siglo XXI” (Marino Santamaría, primer artista plástico en llegar al Recoleta).