Lun 14.02.2005

CULTURA • SUBNOTA

TEXTUAL

El día en que se suicidó Inni Wintrop las acciones de Philips se cotizaban a 149,60. El cambio al cierre del Banco de Amsterdam había sido del orden de 375 y el de la Unión Naviera había bajado a 141,50. El recuerdo es como un perro, que se echa donde le apetece. Y de lo que se acordaba –si es que se acordaba de algo– era de las oscilaciones de la bolsa, de la luna espejeando en el canal y de que se había ahorcado en el water de su casa porque él mismo había pronosticado, en el horóscopo del Het Parool, que su mujer lo abandonaría por otro y que él, de signo de Leo, se suicidaría. Pronóstico cumplido: Zita se fugó aquel día con un italiano y él, Inni, se quitó la vida colgándose en el water. También había leído aquel día un poema de Bloem, pero ya no recordaba cuál. Se ve que el caprichoso chucho le falló en ese punto.
Hacía seis años, la víspera de su boda, sentado en la escalinata del Palacio de Justicia, en el canal del Príncipe, había derramado lágrimas tan auténticas como las que vertió Zita la noche en la que la desfloró en un antro lleno de ranas y reptiles de la calle Valerius. Y por las mismas razones: oscuros presentimientos y una insondable congoja por algo, no sabía qué, pero en todo caso algún signo o ceremonia que viniese a cambiar su vida.

* Fragmento de la novela Rituales (Anagrama).

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