Mar 22.10.2002

DEPORTES  › RUBEN MAGNANO, ENTRENADOR DE BASQUETBOL

“Los deportistas quieren darle al pueblo una cuota de alegría”

El técnico de la selección subcampeona del mundo explica por qué, en la peor crisis de la Argentina, sus representantes consiguen grandes logros a nivel mundial en muchas disciplinas y cuenta las sensaciones vividas tras el Mundial de Indianápolis y analiza el futuro del equipo nacional.

› Por Ariel Greco

Rubén Magnano sigue a full. Ya pasó más de un mes desde el Mundial de Indianápolis en el que su equipo obtuvo la medalla de plata, pero el entrenador de la Selección Argentina de Básquetbol continúa recibiendo todos los días muestras de cariño y admiración por la tarea desarrollada. Su estadía en Mar del Plata, donde brindó una clínica junto a su asistente Fernando Duró y el preparador físico Mario Mouches, no fue la excepción: casi 200 entrenadores de todo el país y el exterior disfrutaron con sus conocimientos y pudieron interiorizarse de los métodos de entrenamientos que utilizan Magnano y sus colaboradores. “Esto lo vivimos con mucha satisfacción. Está en el seno del cuerpo técnico difundir lo que hacemos, es nuestro principal propósito. Hoy somos expositores, pero podemos ser receptores en cualquier otro momento. Una suerte de virtud que tenemos es saber escuchar también”, le explica Magnano a Página/12, en el inicio de una charla en la que el entrenador cordobés contó las sensaciones vividas en el Mundial y en los días posteriores, y en la que analizó el futuro del equipo nacional.
–Ya en frío y sin la emoción del momento, ¿cómo valora la reacción de la gente ante el rendimiento de la Selección?
–La repercusión, el cariño de la gente y el agradecimiento que nos brindan a cada momento supera al podio mismo, al hecho de haber logrado un subcampeonato mundial. La alegría que se despertó en el pueblo fue lo mejor que nos podía haber pasado. En la carrera deportiva de todos nosotros es, sin dudas, nuestro mayor logro.
–¿En su sueño más optimista estaba contemplado acceder a la final?
–No pensaba que podíamos llegar a la final del mundo. Estaba en mis sueños poder meternos en el podio, pero por fortuna superamos los objetivos, que era estar entre los seis, y superamos hasta los sueños. Bienvenido sea.
–Ya pasó un mes y medio. ¿Qué sensación tiene con la final?
–Solamente vi quince segundos, los últimos del tiempo regular. Masoquismo, que le dicen... Y día a día se me va borrando cada vez más. Por eso me gustaría verla tranquilo para poder analizarla bien. Creo que sufrimos una injusticia en los últimos 10 segundos, pero se dio así. No son justificativos. Se perdió y hay que valorar lo que hizo el equipo.
–¿Si pudiera volver a jugarla, tácticamente cambiaría algo? ¿Se reprocha por alguna situación?
–Tendría que verla bien, pero en principio no cambiaría nada. Hicimos lo que habíamos planificado. Además, si el griego no se hubiese tragado el silbato en los últimos diez segundos, hoy estaríamos hablando de otra cosa.
–A pesar de no haberla visto, ¿la siguió jugando en su cabeza?
–No. Trato de que no me lastime más. Me lastimó ese día y los dos o tres días posteriores. A partir de ese momento me dediqué a disfrutar de lo que conseguimos.
–¿Fueron muy contradictorias las sensaciones en la entrega de premios?
–Por cómo se dio la situación, con los chicos no disfrutamos de la ceremonia, estábamos muy amargados. La sensación era muy agria. Recién celebramos un poco cuando llegamos al hotel. Hasta ese momento, era más grande la bronca por haber perdido que la alegría por haber superado los objetivos y subir al podio. Y tomamos dimensión de la importancia de la medalla de plata cuando llegamos al país. Por los diarios, o cuando hablábamos con alguien, nos enterábamos de lo que se generaba en Argentina, pero la verdad es que recién tomamos conciencia cuando lo vivimos en carne propia.
–¿Cómo se entiende que en el peor momento económico del país los deportistas argentinos, y no sólo en el básquet, logren tan buenos resultados?
–La primera variable a tener en cuenta es que la mayoría de estos atletas no están en el país, no están desarrollándose acá. Y tal vez es la más importante de todas. Segundo, ellos perciben lo que está pasando en el país y quieren devolverle al pueblo, aunque sea con un resultado deportivo, una cuota de alegría. En cada atleta está inserta esa sensación, que además está magnificada por el hecho de estar afuera, en otro contexto político-social. Por su interior pasa muchísimo esta procesión de querer brindarle una alegría a la gente.
–¿La explosión del básquet se debe sólo a que los jugadores actúan en el exterior?
–El talento es nuestro, sale de acá del país. De eso no me cabe ninguna duda. Pero el desarrollo técnico, táctico, físico y, hasta en algunos casos, cultural, surge del estamento en el que están compitiendo. Por eso, que los muchachos estén jugando en el máximo nivel de FIBA y en la NBA es fundamental para el nivel de la Selección. Igual, no hay que olvidarse que ellos salieron de la Liga Nacional y son parte de un proceso que se inició hace muchos años. Somos conscientes de que se dieron varios factores para que se produjera esta explosión y por suerte nosotros pudimos aprovechar el momento, sin olvidarnos del trabajo que hicieron otros durante mucho tiempo.
–Muchos de sus jugadores son o fueron compañeros de estrellas de las selecciones rivales, como por ejemplo Sánchez con Bodiroga, Wolkowyski con Nowitzki u Oberto con Tomasevic. ¿Cómo se aprovecha esa circunstancia?
–Acá hay un elemento vital, que está por encima de los nombres, que es el equipo. Todo lo que le sirva al equipo va a ser tomado, sin distinción de rangos. Esa es una de las virtudes de este cuerpo técnico, que es muy receptivo. Además, este plantel está compuesto por jugadores muy inteligentes, que conocen mucho del juego y que saben reconocer muy rápido los puntos fuertes y débiles de los otros. Por eso se los escucha con atención. Y otra cosa muy importante es que se perdió el temor al desconocimiento de los rivales. Ese miedo no existe más. Están compitiendo semanalmente contra ellos y saben que son iguales o mejores. Ahora vamos a una lucha mano a mano, sin complejos.
–¿Qué es lo que más rescata del equipo?
–La disciplina y el respeto. Son las dos variables que han determinado esta actuación, más allá de que son grandísimos jugadores de básquetbol. Y se dio tanto hacia el cuerpo técnico como entre ellos. Eso es lo que más enorgullece y lo que nos permitió llegar tan alto. Es muy difícil conformar a todos, en especial a los que juegan poco, pero la gente con pocos minutos se comportó de manera sensacional con sus compañeros y con el cuerpo técnico. Son elementos que hacen a la salud del grupo.
–¿Qué se puede esperar de cara al futuro?
–Si podemos mantener este nivel, nos pueden pasar cosas muy buenas. Llegar es muy difícil, mantenerse es mucho más duro. Ahora sí se puede decir que estamos mezclados con las potencias. Argentina está en ese grupo, para luchar con otros cinco o seis equipos.
–El próximo objetivo son los Juegos Olímpicos. ¿Es demasiado ilusionarse con la medalla dorada?
–Mi primer sueño es clasificar para los Juegos Olímpicos, un objetivo difícil. No imposible, pero tampoco sencillo. Una vez que se consiga la clasificación, recién ahí nos permitiremos soñar con lo próximo. La idea es no saltearnos nada, como hemos hecho hasta ahora.
–¿Los puede presionar el exitismo que se generó a partir del Mundial?
–En ese aspecto tenemos una ventaja: contamos con un grupo muy inteligente, con jugadores bastante recatados a la hora de declarar y de promulgar objetivos. Ellos conocen muy bien cómo es el ambiente internacional y saben todas las dificultades que pueden plantearse.
–¿Le preocupa no poder contar con algunos jugadores por la negativa de sus clubes a cederlos con tiempo?
–Ese es el juego más importante que tenemos que lograr. En su momento lo sabremos, hoy es vaticinar. Hay que tener en cuenta qué impacto tienen los jugadores en cada competencia, el tiempo que dispondremos de ellos, si se pueden pagar los seguros y otras cuestiones relacionadas. Hoy es imposible saberlo, y tendremos que prepararnos para poder resolverlo.

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