Mié 16.12.2009

DEPORTES  › OPINIóN

El control de la natalidad

› Por Diego Bonadeo

“Apasionante”, “dramático” y exageraciones parecidas anuncian año a año, torneo a torneo, las últimas paupérrimas definiciones de los campeonatos de fútbol de Primera. Quizá la que más se pareció a los calificativos, por paridad en la pobreza de juego como en el puntaje de cada uno, fue la que un par de torneos atrás encontró en el triangular para determinar al campeón a Boca, Tigre y San Lorenzo. Pero en lo que el último fin de semana se definió con los dos candidatos –Banfield y Newell’s– perdiendo contra dos que alguna vez fueron futbolísticamente “grandes” –Boca y San Lorenzo– cuando estaba en juego el título, obliga a que quienes en las horas previas se regodeaban con los números –en especial con los de Banfield– entiendan de una vez por todas que no todo pasa solamente porque el campeón haya tenido la valla menos vencida y a Silva como goleador.

La permanente reivindicación tanto de Banfield como de Newell’s como equipos “sólidos” o “compactos” o “equilibrados” no se condice para nada con las performances de los dos candidatos en los partidos de cierre, perdiendo contra dos de las más olvidables alineaciones que alguna vez presentaran Boca y San Lorenzo. Es que no se explica, simplemente porque en términos del juego no se puede explicar, qué quiere decir “sólido”, “compacto” o “equilibrado”. Quienes pregonan la necesidad de “tomar precauciones” no son más que apólogos del control de la natalidad.

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