DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
La desculturización, el menoscabo de los valores entre otras varias desnaturalizaciones, han hecho, tanto en la vida como en el fútbol, que de a poco, y peligrosamente, se normalice lo anormal.
Por estos días, la decisión del entrenador del Madrid de instar a través “arqueros-mensajeros”, a que Sergio Ramos y Xabi Alonso se hicieran expulsar innecesariamente en el partido contra Ajax por la Copa de Campeones, para llegar a la siguiente instancia limpios de tarjetas, no puede menos que llamar a la reflexión, independientemente de que lo urdido por Mourinho no contravenga las reglas del fútbol.
También molesta que las “maquiaveladas” típicamente bilardistas como ésta se difundan a punto tal que en una encuesta del diario Clarín entre sus lectores, hubo respaldo mayoritario a lo decidido por el portugués.
Que dos campeones mundiales como Ramos y Alonso se presten a tal maniobra debe necesariamente preocupar. Sus respectivas cualidades como jugadores pasan por otro carril. Y esta actitud de “no rebeldía” de los dos lleva a la memoria a otro episodio no demasiado lejano, en tiempos en que el técnico del Madrid era el olvidable Wanderley Luxemburgo cuando “obligó” a dos consagradas figuras como Roberto Carlos y Raúl a recibir órdenes durante un partido amistoso a través de un intercomunicador.
Es que si tampoco en estas cuestiones no hay rebeldía de parte de los jugadores, los entrenadores se la creerán en serio aquello de que son más importantes que los futbolistas y oráculos e ignorantes insistirán en que el juego de Barcelona los aburre.
Si no saben disfrutar de lo bueno... que se jodan.
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