Dom 28.11.2010

DEPORTES  › UNA PLAZA DEL BARRIO DE SAAVEDRA LLEVARA EL NOMBRE DANIEL H. GARCIA

Homenaje a un hincha asesinado

Los vecinos harán hoy un homenaje informal al hincha asesinado en 1995 en Paysandú, Uruguay, durante la 37ª edición de la Copa América. La iniciativa será oficial si se aprueba un proyecto presentado por el diputado socialista Raúl Puy en la Legislatura.

› Por Gustavo Veiga

Si el verde es un color que transmite vida y un espacio verde es como un pulmón que da vida al planeta, Daniel Hernán García recobrará en una plaza un poquito de su vida tan corta. Hoy a las 18.30, vecinos sensibles del barrio de Saavedra le harán un homenaje informal al hincha asesinado el 11 de julio de 1995 en Paysandú, Uruguay, durante la trigésimo séptima edición de la Copa América. El acto tiene la pretensión de inaugurar de manera extraoficial un sector de esparcimiento con el nombre del joven. Pero pasará a ser oficial si se aprueba un proyecto (número 2699/2010) presentado por el diputado socialista Raúl Puy en la Legislatura porteña. Su propósito es que se llame Daniel H. García el sector delimitado por las calles Ruiz Huidobro, Ramallo, Holmberg y Goyeneche, al lado de un terreno donde el gobierno de Mauricio Macri levanta una comisaría. La historia es una historia de sueños truncos –el esclarecimiento del crimen es un ejemplo–, pero también de fuerzas vitales, como la que demuestra hasta hoy Liliana, la madre de Daniel, que nunca en quince años ha dejado de clamar justicia para su hijo.

El proyecto de Puy para bautizar la plaza con el nombre del joven apuñalado por barrabravas de Deportivo Morón se da de patadas con la construcción de un precinto (el 12) de la Policía Metropolitana lindante con el espacio verde. Los vecinos, entre quienes se encuentra el diputado, juntaron casi 2000 firmas para acompañar la iniciativa. Daniel ya le da su nombre a un centro cultural donde funcionaba una huerta orgánica desde las luchas vecinales de 2001. En esa parte del barrio también se encuentra la plaza Madres del Pañuelo Blanco, por voluntad de los mismos vecinos que consiguieron la aprobación de la Legislatura el 6 de noviembre de 2008.

El caso de García, quien tenía 19 años cuando lo mataron en Paysandú, es uno entre los tantos de violencia en el fútbol que se mantienen impunes. Aquella noche de julio del ’95, la Selección nacional había goleado a la de Chile por 4 a 0 en el estadio Artigas. Miles de argentinos habían viajado desde distintos puntos del país para ver el partido. Daniel estaba entre ellos. Hijo de Pablo y Liliana, y hermano de Alberto y Gabriel (era el del medio), cursaba estudios secundarios en el ENET Nº 1 de la avenida Triunvirato al 4900. Los 320 kilómetros que separan a Buenos Aires de la ciudad uruguaya los había cubierto en una combi de color blanco, de la empresa Turismo Uno Viajes. Entre treinta y cuarenta jóvenes, en su mayoría hinchas de Platense y Defensores de Belgrano, ocupaban los tres vehículos parecidos que atacó una patota amparándose en la oscuridad y falta de vigilancia en las cercanías de la cancha.

Daniel llevó la peor parte. Otros dos hinchas, Martín Vera y Gustavo Fabián González, fueron heridos de gravedad en el vientre y en el hígado. Sebastián Portilla, la víctima restante, sufrió apenas un corte en la axila derecha. Las pistas del crimen, a partir de ahí, se evaporaron como una voluta de humo. Los asesinos no utilizaron armas de fuego y sí cuchillos, tijeras, botellas rotas y hasta un filoso estilete que sobresalía de una manopla. De ese modo, sin gritar o dar señales de por qué club hacían el mal entendido aguante, se le fueron encima al grupo que integraba García. La mamá siempre sospechó y aún hoy acusa con convicción a barrabravas de Morón y Tigre, dos hinchadas amigas. “Son ellos, los que siempre se nombraron. Hay protección política y una mafia espantosa detrás de todo esto”, acusó un par de años después del asesinato.

Su irrefrenable voluntad de lucha la llevó varias veces a peregrinar hasta Paysandú. Nunca encontró respuestas en el despacho del inoperante juez uruguayo Otto Alfredo Gómez Borro. Liliana jamás se sacó de la cabeza un apodo: Gordo Cadena. Ni otro: Negro Café. Ni otro más: Pájaro. Los tres identifican a viejos líderes de la barra del Gallo, Deportivo Morón. Las presunciones de la sufrida mujer chocaron con las coartadas de este trío, laboriosamente pergeñadas en el distrito que controlaba el intendente Juan Carlos Rousselot, ya fallecido. El alimentaba con diferentes prebendas el accionar de la patota. La policía bonaerense plantaba fotografías truchas de los presuntos implicados que parecían estampitas de comunión. Cadena, una mole superior a los cien kilos –como señaló la madre de Daniel– “aparecía más flaco y muy joven”.

Un grupo de diputados ayudó a Liliana y presentó un proyecto de Resolución en el Congreso. Julio Grondona, remiso como siempre a tratar estos temas dolorosos, confesaba: “Que nadie mire para el costado y se haga el tonto; todos sabemos quiénes son. Estos muchachos no son San Francisco de Asís” (El Telégrafo de Paysandú, 14 de julio de 1995). El viejo presidente de la AFA nunca aportó las pruebas suficientes sobre los asesinos que presuntamente decía conocer. Aún hoy desfila por el Congreso pasando y recibiendo facturas sobre la violencia que domina al fútbol, una de las peores manchas de sus 31 años de gestión.

La plaza Daniel H. García simboliza una forma de repudio contra la violencia del aparato represivo o la sinrazón de los barrabravas sostenidos por políticos, sindicalistas corruptos o dirigentes de fútbol sin escrúpulos. Es un mojón colocado en el largo camino contra la impunidad. Un espacio verde, un pedazo de vida entre tanta bestialidad sin remedio. Está muy bien que los vecinos del barrio de Saavedra, conocedores de historias con héroes cotidianos como García (cursaba el 5º año y trabajaba simultáneamente el taxi de su padre), no los abandonen al olvido. Como dice Liliana García: “Fue una satisfacción y un reconocimiento que una plaza lleve el nombre de mi hijo. El era muy querido en el barrio, muy querido por sus amigos. Aunque la causa judicial fue archivada y los asesinos siguen libres, éste es un pequeño logro. Como madre intenté buscar la justicia que no obtuve. Pero aquí estoy, quince años después sigo luchando por la memoria de Daniel”.

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