Dom 26.12.2010

DEPORTES  › VILLA VEREDA, EL ASENTAMIENTO LINDERO AL PREDIO DEPORTIVO DEL CLUB ARGENTINOS JUNIORS

El Bicho canta sur, paredón y después

La entidad deportiva levantó una pared para proteger las nueve hectáreas que posee en el Bajo Flores, donde se entrenan y juegan las inferiores. El resultado no fue el deseado: un grupo de indigentes utilizó la medianera para levantar ahí sus precarias viviendas.

› Por Gustavo Veiga

Si Argentinos Juniors tuviera su predio del Bajo Flores en Villa Fiorito, el muro que levantó para defenderse de los robos hubiera dejado del lado de afuera a pibes que, como Diego Maradona, soñaron alguna vez con jugar al fútbol. La decisión de levantar un paredón de 500 metros de largo para proteger esas 9 hectáreas tuvo un efecto no deseado. Cientos de indigentes lo utilizaron como medianera para levantar sus improvisadas viviendas de cartón y maderas. Incluso lo perforaron para colocar vigas con las que sostienen sus techos precarios. Al perímetro del complejo que lleva el nombre del ídolo, ahora le dicen Villa Vereda. La psicosis generada tras la toma del club Albariño se extendió a otras instituciones deportivas del sur porteño. “Tenemos el predio rodeado”, se quejó el presidente Luis Segura, aunque se cuidó de expresar que está rodeado de pobres.

En esa zona descuidada de la ciudad y no en La Paternal, donde se arraigó en 1904, Argentinos inició los trámites para la compra de su anexo cuando era intendente de la dictadura Osvaldo Cacciatore. Y pese a que se atrasó de manera ostensible en los pagos, al punto de que generó una resolución en su contra de la Defensoría del Pueblo, nunca lo movieron de ahí. Ni siquiera cuando una asamblea de socios aprobó su venta a la cadena de hipermercados Wall Mart en 1998. El caso deja al descubierto cómo se concede el espacio público, cuáles son sus beneficiarios y las dificultades que impiden resolver la gravísima crisis habitacional.

El trámite de adquisición de las 13 hectáreas originales que se encuentran entre las calles Lafuente, Portela y las avenidas Riestra y Castañares, data de 1979. Gobernaba el club el suboficial del Ejército Próspero Cónsoli, lo secundaba como vicepresidente Segura y ambos se reportaban al genocida Carlos Suárez Mason, el titiritero detrás del poder formal. Con fondos de dos empresas estatales, YPF y Austral, el jefe del Primer Cuerpo en los peores años de la represión ilegal, había logrado retener a Maradona entre 1976 y 1980. Mucho menos podía costarle una gestión para obtener tierras en el Bajo Flores que, en aquella época, no estaba demasiado habitado. Lo curioso es que recién durante la intendencia de Carlos Grosso, ya en democracia, Argentinos se hizo del boleto de compra venta, con un precio fijado en australes, la moneda vigente. Pero recibió varias denuncias por no pagar lo que le correspondía. En 1998, un dictamen de la Procuración de la ciudad pidió la restitución del predio. La desaparecida Comisión Municipal de la Vivienda también lo reclamó “ante la necesidad de contar con tierras vacantes que posibiliten la puesta en marcha de distintos planes de viviendas”. Esos que hoy casi no existen en la ciudad gobernada por Mauricio Macri.

Conclusión: aunque el club dio como parte de pago por los terrenos una vivienda que había sido su sede social, ubicada en Artigas 2262, y pese a que el ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra regularizó la posesión del campo deportivo en 2004, la resolución 2081/06 de Atilio Alimena, defensor del Pueblo adjunto, resultó lapidaria para los intereses de Argentinos: “Hay que recordar que cumplir un contrato implica la plena y absoluta realización de lo convenido por las partes al contraer las obligaciones asumidas. Para esto es menester ajustar las conductas a lo realmente pactado. En este caso el incumplimiento contractual por parte de la citada asociación, sumado a la imposibilidad de disponer del predio por parte del Gobierno de la Ciudad, podría llevar a inferir que se hubiera ocasionado un perjuicio económico y social a los vecinos de la ciudad”. El club sólo había abonado el 43 por ciento de la deuda. Pero el juicio por desalojo nunca se inició, aunque hubiera sido posible por la falta de pago de dos cuotas consecutivas.

Es necesario recordar estos antecedentes para saber de qué estamos hablando cuando la miseria se mimetiza en un muro levantado para ocultarla. Un muro que costó 100 mil pesos. El presidente Segura se queja de que lo rompieron todo. Su objetivo era evitar “apariciones furtivas”, “robos menores” y “grandes molestias”, como él explica. El dinero alcanzó para edificar un paredón, pero no alcanzaba para pagar las tierras que protege. Es más, en declaraciones recientes el dirigente sostuvo que “la plata de la televisión, que este año fue varias veces más de lo que veníamos cobrando, ya no alcanza”. Sería conducente que desde el gobierno nacional se verifique a dónde van a parar esos fondos.

Los problemas en el muro empezaron el 27 de noviembre, unos cuantos días antes de que explotara la crisis habitacional en el Parque Indoamericano, con 13.333 personas ocupándolo, según un censo realizado en esa zona de Villa Soldati y Villa Lugano. En el complejo deportivo Diego Armando Maradona, donde se entrenan y juegan las divisiones inferiores de Argentinos, hay cinco canchas con riego por aspersión supervisadas por el célebre canchero Rubén “Lelo” García, seis vestuarios y lugar suficiente para que los jugadores juveniles descansen cuando practican en doble turno. La cancha principal, bautizada Campeones de América 1985, cuenta con una tribuna para 400 personas. Además, se construyeron una confitería y un gimnasio, bautizado Fabián “Fito” Castán, en honor a un recordado barrabrava del club fallecido en marzo de este año y que trabajó siete años como intendente del predio.

Segura admitió en una entrevista que le hizo Radio 10 que el paredón “fue el peor error que tuvimos”, pero no por su significado medieval o porque se trató de una medida inocua para evitar la presencia de intrusos. Dijo que el error consistió en que “fue usado como espalda para las casillas que se instalaron después”. No tuvo en cuenta el ingenio de los habitantes de Villa Vereda que ocupan el perímetro del campo de deportes sobre Portela y Riestra y un sector de Lafuente, donde se ubica la entrada. Pero sí se encargó, como buen vecino, de denunciar los robos de zapatillas a los pibes que juegan en las divisiones inferiores, como si eso no fuera moneda corriente en los alrededores de otros clubes, sobre todo los ubicados en el conurbano.

En la zona cercana a donde avanza a paso sostenido Villa Vereda, hay más instituciones que tienen sus campos de deportes: DAOM, Club Italiano, el Colegio Marianista, la Asociación Cristiana de Jóvenes y el Centro de Suboficiales de la Policía Federal. El primero de los nombrados, según el diario La Nación, sufrió la toma momentánea de una de sus canchas de rugby por un grupo de ocupas que intentó lotearla. Argentinos Juniors descubrió ante sus puertas una problemática que sus dirigentes quisieron aislar con un muro. El remedio no dio resultado. Al contrario, hizo más grotesca la situación.

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