Dom 06.02.2011

DEPORTES  › EL DETALLE JURIDICO QUE NO SE TUVO EN CUENTA EN EL PASE DE ERVITI

Habilidad para eludir una norma

La novela por la llegada del marplatense a Boca dejó de lado un artículo del Estatuto y Transferencias de Jugadores de la FIFA, que no permite a un futbolista rescindir un contrato durante un período protegido. El volante había firmado en agosto, hasta 2014, en Banfield.

› Por Gustavo Veiga

Erviti firmó su contrato con Boca. Seis meses antes había firmado otro con Banfield.

El pase top de la temporada dejó algunos cabos sueltos que los medios no advirtieron en su afán por ocuparse más de las miserias y desplantes del conflicto entre Walter Erviti y el presidente de Banfield, Carlos Portell. El principal es que los contratos firmados en el fútbol argentino valen menos que un patacón. A menudo, los dirigentes no respetan los que firman con técnicos y jugadores. Pero de vez en cuando los imitan quienes mejor mueven la pelotita. Invocan la libertad de trabajo o la pérdida de una oportunidad de progreso sublime, condiciones que les dan una aureola de rehenes de un sistema injusto. Cambian rápidamente de colores aunque no son trabajadores golondrina. La gran diferencia con éstos es que ganan cientos de millones y pueden ejercer presión mediática para lograr sus fines. Con indignación, Dante Panzeri hubiera exclamado ante el fenómeno: “Chantocracia”.

El volante que ahora disfruta su meneada llegada a Boca había renovado su contrato con Banfield el 6 de agosto del año pasado hasta 2014. Casi seis meses después, el 31 de enero, firmaba otro en su nuevo club. ¿Cómo se explica? Sin realizar disquisiciones jurídicas sobre el asunto, al menos llama la atención un dato por lo ignorado que fue. El artículo 17 del Estatuto y Transferencias de los Jugadores que rige en la FIFA habla de un período protegido durante el cual no se debe rescindir unilateralmente un contrato. Erviti, como es mayor de 28 años (tiene 30), estaba obligado a esperar dos años para interrumpir su vínculo con Banfield de modo unilateral. O sea, si negociaba con Boca en agosto del 2012, no hubiera incumplido la norma. En su ex club tenía pactados ingresos –según los dirigentes– de 420 mil dólares anuales. Era uno de los futbolistas mejor pagos del mercado local.

La comisión directiva que preside Portell lo había tasado en 4 millones de dólares, vendió su pase en 3,2 y consiguió que Boca subiera su oferta original de 2 millones. “En Banfield soy feliz, tengo contrato hasta 2014”, dijo Erviti en agosto. “Sería irrespetuoso no reconocer lo bien que me tratan”, agregó como para que no quedaran dudas del idilio que mantenía con el club que salió campeón en diciembre de 2009.

El amor recíproco comenzó a hacer agua en junio del 2010. El presidente confirmó desde Sudáfrica, durante el Mundial, que un control antidoping efectuado al cotizado volante había dado resultado positivo en la Copa Libertadores. Fue en el partido revancha con Internacional de Porto Alegre, cuando el equipo quedó eliminado. Igual situación vivió el juvenil Federico Sardella, quien ni siquiera jugó un minuto contra los brasileños. Ambos casos quedaron cerrados en octubre, cuando la Conmebol los archivó. No hubo la mínima sanción por ingerir lo que el presidente había definido como “diuréticos muy livianos”. Erviti pareció no perdonarlo a Portell y ya cuando Boca andaba tras su pase, en el juego de amores y de- samores entre los dos, le dedicó una frase lapidaria: “Mi relación con el presidente está terminada”.

Otro tanto ocurrió entre muchos hinchas y el jugador. Los foros de Internet son una marquesina donde quedaron en exposición el malestar, la indignación e incluso términos muy duros como traición. “En Boca serás uno más, en Banfield un ídolo eterno”, escribió un hincha dolido, pero con reconocimiento por los momentos vividos. Esa parece ser la mejor síntesis del sentimiento hacia el jugador.

Aquel 6 de agosto, en el complejo deportivo de Guillón, quedó demasiado lejos. Ese día, Erviti y Portell sonrientes firmaban el contrato que los ligaría hasta 2014. Estaban acompañados por los vicepresidentes Néstor Villar y Gastón Lassalle, el secretario Roberto Santamaría, el tesorero Raúl Boffi, algunos dirigentes de menor rango y hasta el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, un hincha reconocido del Taladro. Tan fanático que hasta inauguró en marzo la plaza del campeón, ubicada junto a la estación de Banfield, entre las calles Vergara, Maipú y Talcahuano. La intendencia de Lomas la definió como una plaza temática en honor al primer campeón futbolístico del distrito.

De ese campeón del Apertura 2009 se alejaron las principales figuras: James Rodríguez, Santiago Silva, Sebastián Fernández, Roberto Battión y Cristian Lucchetti. El técnico Julio César Falcioni cambió el sur del Gran Buenos Aires por la Bombonera y se salió con la suya: convenció a Erviti para que lo acompañara. Sebastián Méndez fue uno de los pocos que sigue en Banfield, pero como entrenador. Hace rato que a las palabras se las llevó el viento. “En ningún momento dije que me voy de Banfield a otra institución porque soy respetuoso y tengo un contrato. Soy muy claro en mi forma de ser”, afirmaba el jugador.

Boca es como la manzana de Eva para los muy buenos jugadores que emergen del club. Ya pasó con Rodrigo Palacio, Daniel Bilos, Jesús Dátolo y Lucchetti. Los tres primeros pasaron por la Selección. Por eso Lassalle, el vice de Banfield, dijo lo que dijo: “Estoy recaliente con lo que está haciendo Boca. Nos falta el respeto otra vez. Nos quieren humillar y no lo podemos permitir. Esto se ha tornado una joda”. Con excepción del arquero, los pases pueden entenderse por la estrecha relación que mantenían Portell y Mauricio Macri cuando el actual jefe de Gobierno porteño presidía Boca. Con un dato adicional: Pablo, el hijo del presidente de Banfield, es un conocido político del PRO en Lomas de Zamora. Y se propone ser candidato a intendente este año. Un gran cartel amarillo con su foto en la avenida Pavón invita a votarlo.

Macri ya no controla a Boca, pero Jorge Ameal le sigue comprando jugadores a Banfield. Y le sacó a su DT, que tenía contrato hasta julio de 2012. En su caso no corría el artículo 17 del Estatuto del Jugador. Tampoco el período protegido que con Erviti se pasó por alto. La rescisión del acuerdo que el futbolista había firmado hasta 2014, según las normas de la FIFA, es un claro incumplimiento que ni siquiera podía resarcirse con una indemnización. En situaciones semejantes, los conflictos se resuelven a través de la Cámara de Resolución de Disputas de la federación que aplica sanciones a los jugadores y agentes que los inducen a romper contratos vigentes como el de la ex figura de Banfield. Ya lo decía Quevedo: “Es hermoso, aunque sea fiero. Poderoso caballero es Don Dinero”.

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