DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Está claro que una de las madres espurias más notorias de la corrupción es la impunidad. Es que hubo impunidad (por lo menos hasta hace horas, cuando morosamente se decidió suspender la cancha de River por cinco fechas, tras haberse jugado el partido contra Chacarita en Núñez) después de la invasión-agresión de los energúmenos en Córdoba durante el primer partido contra Belgrano. Y luego respecto de los aprietes comprobados por las cámaras de seguridad de otros energúmenos (¿o quizás algunos de los mismos del partido de ida?), que en clara connivencia con policías, miembros de la seguridad privada, dirigentes seguramente también, irrumpieron en el entretiempo en el vestuario del árbitro Pezzotta.
Tampoco se investigaron de verdad los destrozos posteriores al partido empatado 1-1, que en falaz determinación del organismo de penas de la AFA decidió darle por ganado a Belgrano por 1-0. Eso sí, como para que algún desprevenido crea que la justicia de los amanuenses de Julio Grondona existe, se le aplicaron ocho amonestaciones a River. Como en la escuela, para que no se quede libre...
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