Sáb 23.03.2013

DEPORTES  › EL CRACK DEL BARCELONA, OBJETO DEL CARIÑO DE LOS HINCHAS ARGENTINOS

Lio, el que enciende pasiones

› Por Ariel Greco

“Vení, vení, bailá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Lio Messi, todos la vuelta vamos a dar.” No bien el crack rosarino anotó el penal que empezaba a asegurar el triunfo argentino, el cantito bajó espontáneo desde una de las populares y se extendió hacia todo el estadio. Como pocas veces antes, el público argentino pareció ir al Monumental especialmente para vivar a su ídolo, que le devolvió el cariño con destellos de su fútbol y otra actuación memorable.

Todo el cariño por Messi arrancó antes del partido. Por más que en la semana había dicho que no le gustaba un reconocimiento previo al encuentro “por si después pasa algo”, los dirigentes de la AFA lo agasajaron con una plaqueta, que recordaba sus 100 partidos –contando selecciones juveniles– con la camiseta argentina y, sobre todo, los cuatro Balones de Oro que le concedió la FIFA como mejor jugador del mundo. La curiosidad de la ceremonia estuvo en un asistente vestido de blanco que arrojaba pétalos de rosas, que quedaron en el campo justo frente al banco argentino. “D10S y el MESSIas”, “MESSIento enamorado”, “Hacé Lío Messi”, “Doña Tota y Mamá Celia” eran algunas de las banderas que marcaban el amor por el Diez.

Ya en el juego, el astro del Barcelona tardó más de cinco minutos en tomar contacto con el balón. Pero en el primer arranque dejó su sello y levantó por primera vez a las 40 mil personas presentes en el Monumental. La jugada derivó en un corner, que significó su primera ocasión de riesgo: tras el rechazo venezolano, recibió de Gago como puntero derecho, armó un zigzag hacia el medio con su estilo y sacó un zurdazo que le quemó las manos al arquero Hernández. A esa altura, el juego argentino no aparecía y el público se mostraba apagado. Hasta que una nueva corrida, como un shock eléctrico, lo despertaba: apilada sobre la izquierda y zurdazo cruzado, que Hernández desvió con esfuerzo.

La siguiente ovación llegó tras el gol de Higuaín. Messi recibió de Montillo y con un toque mágico, de primera y al vacío, habilitó al goleador, que definió con clase. Ahí bajó el “olé, olé, Messi, Messi”, que se repetiría varias veces a lo largo de la noche. Otro mimo surgió cuando quedó tendido en el área, tras un golpe de Rincón que le dejó una marca en el pómulo. Luego llegó el penal de Cichero, tras una jugada que inició y fue a terminar el propio Messi, y una imagen asombrosa: como si se tratara de un recital, los flashazos de las cámaras de fotos iluminaban cada tribuna, buscando inmortalizar el momento del gol del ídolo.

No muy distinto resultó el panorama en la segunda mitad. Cuando el juego y el público se apagaba, Messi se encargaba de reavivar las llamas. Giro sobre la izquierda, traslado de 30 metros y asistencia perfecta para el puntazo goleador de Higuaín. Y el rito repetido. “Que de la mano...” y “olé, olé...” para vitorear al crack. De a poco, sus apariciones se fueron apagando, como si guardara fuerzas para Bolivia. Claro que el trabajo ya estaba hecho, con un sobresaliente como calificación. Y con el cariño del público, que gozó muchísimo con otra función a pleno del mejor futbolista del mundo.

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