DEPORTES › TENIS EL NúMERO 1 DEL MUNDO DEFIENDE A SU PAíS, SERBIA
› Por Sebastián Fest
Fama, éxito, dinero, reconocimiento deportivo: no hay prácticamente nada que se le resista a Novak Djokovic. O quizás sí, quizás haya algo que al serbio le sigue haciendo ruido, un tema que no deja de molestarlo: la imagen internacional de Serbia, su país. “Lo que veo es que la prensa viene siendo muy negativa hacia Serbia desde hace 20 años. Cuando se habla de Serbia, el principal objetivo de la prensa es el lado negativo”, dijo el número uno del tenis mundial.
La conversación transcurrió en Montecarlo, torneo que Djokovic conquistó este año por primera vez en su carrera, una muy buena señal de cara a su meta de ser campeón en Roland Garros, el único torneo de Grand Slam que se le resiste aún. Luego tropezaría prematuramente en Madrid y Roma, pero París se mantiene como gran objetivo para Djokovic.
Serbia está permanentemente en el centro de las preocupaciones de un Djokovic que ayer cumplió 26 años, pero que de niño vivió la Guerra de los Balcanes y quedó marcado por ella. Si el tema es su país, se le adivina un torrente de adrenalina no muy lejano al que le brota en una final de Grand Slam.
–Años atrás usted conducía por las calles de Montecarlo, estacionó el coche y se sentó con un grupo de periodistas a hablar de fútbol. No era aún una gran estrella. ¿Qué queda de ese Djokovic hoy?
–Intento ser la misma persona, aunque la vida obviamente me haya puesto ante nuevos desafíos y experiencias. Estoy comprometido y dedicado a este deporte que tanto amo. Tengo que ser responsable ante tanto éxito, pero la base es la misma, porque tengo a mi familia y los mismos amigos. Nunca debes olvidar de dónde vienes y las experiencias que tuviste de chico. Eso es lo que me permite mantenerme con los pies en la tierra. Y sigo teniendo aquel Mini rojo. Fue el regalo que recibí tras ganar en 2008 mi primer Grand Slam, en Australia, y con mi familia decidimos que no lo venderíamos.
–¿No hay momentos en los que quiera esconderse y dejar de ser estrella?
–Hacer lo que hago es una bendición. Hay mucha gente en todo el mundo, gente de mi generación que amaría estar en el lugar en que estoy, y soy consciente de eso. Pero claro que hay momentos en los que me gustaría tener algo más de privacidad.
–¿Qué tan grande fue, al inicio de su carrera, la presión por demostrar que Serbia tenía también un lado bueno?
–Yo era joven, y me tomó tiempo entender la seriedad de la situación en mi país, en especial tras la guerra. Hubo muchos problemas económicos y políticos en Serbia en los últimos diez años, el estándar es muy bajo y la gente sufre. Como en cualquier lugar del mundo, aunque muy especialmente en Serbia, porque es un país marcado por la guerra. Por eso intento representar a Serbia de la mejor manera posible, demostrar que tiene muchas cosas positivas que ofrecer, no sólo negativas. Pero es un proceso, claro, y yo no puedo ser el único que influya en ese sentido, se necesita más gente. Lo puedo hacer jugando la Copa Davis, pero también hablando de los valores reales y positivos que Serbia ofrece. Lo que veo es que la prensa viene siendo muy negativa hacia Serbia desde hace 20 años. El principal objetivo de la prensa es el lado negativo. La violencia, los criminales, todas esas cosas. No estoy de acuerdo, y quiero cambiarlo.
–¿Sintió alguna vez la presión, por el hecho de venir de Serbia, de ser incluso más simpático y agradable de lo que naturalmente sería?
–Es una buena pregunta, porque recuerdo cuando viajaba con mi padre jugando torneos juveniles por el mundo. La mayoría de las veces, cuando decíamos de dónde veníamos, la gente se ponía muy cautelosa y tenía cuidado con nosotros. Era una sensación muy fea. Primero, porque no creo que nadie deba tener prejuicios sobre la gente, de dónde viene o su religión. Pero vuelvo a lo anterior: lo entiendo, porque la mayor parte del mundo mostraba una mala imagen de Serbia. Así empezó, pero de a poco cambió, porque la gente comenzó a quererme a mí y a mi familia, entendieron lo que hacía, que lo hacía con el corazón y la conciencia limpia. Fue importante demostrar que los serbios son buena gente.
–En 2011 usted jugó la final del US Open con Rafael Nadal. Al entrar al estadio llevaba una gorra del Departamento de Bomberos de Nueva York. Nadal no. ¿Por qué lo hizo?
–Sí, sí... Es un tema muy sensible para hablar. Estados Unidos, Serbia, la relación entre ambos... Estados Unidos fue uno de los países que lideró la guerra contra Serbia en los ’90. No quiero entrar en eso, no juzgo a la gente, no tengo prejuicios, tengo muchos amigos en Estados Unidos. Disfruto allí y en aquella final sentí mucha empatía y compasión por la gente que murió en esos terribles hechos, en especial los bomberos. Fue un gesto de respeto, fue rendirles tributo. Sé lo que es conocer a alguien cercano (que muere), sé lo que es que destruyan a tu país. Sentí que era el momento adecuado para hacer algo así.
–Jimmy Connors dijo hace un tiempo que las rivalidaes más atractivas fueron las de los ’70 y ’80, cuando gente como él, McEnroe, Lendl o Borg se detestaban. Cree que el Federer-Nadal-Djokovic de hoy es “muy blando”.
–No estoy en absoluto de acuerdo, no creo que debas faltarle el respeto a tu rival para que la competencia sea más fuerte en el deporte. Creo, por el contrario, que rivalizas, compites y luchas por los trofeos más grandes, pero debes respetar a los demás, debes tener dignidad y fair-play, porque eso es lo mejor que tenemos en el tenis.
–En todos estos años conoció mucha gente, y seguramente algunos dejaron una gran impresión en usted. ¿A quién destacaría?
–Uno de ellos fue Carlos Santana, el músico. Lo conocí hace algunos años en Montecarlo y tuvimos una gran conversación por una media hora. Trato de ser siempre abierto de mente y de aprender cosas nuevas, no podemos ser tan obstinados de no escuchar a los demás.
–Tres palabras para definir a Federer.
–(Piensa largamente y se ríe.): Muy, muy responsable, muy competitivo y... profesional.
–¿Y a Nadal?
–Apasionado, sangre caliente y muy humilde.
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