Sin el goleador comprado, el juvenil de las Inferiores que estaba entre los suplentes le dio la victoria a un River nervioso y confundido. Federico Andrada, con un cabezazo, tuvo su ingreso soñado y anotó el único tanto con el que River le ganó a un Central intenso y agresivo.

Luego del frustrante debut en La Plata, la expectativa pasaba por ver un nuevo examen para el equipo de Ramón Díaz, con el estreno de Jonathan Fabbro, el refuerzo que el entrenador pidió desde hace un semestre. Sin embargo, más allá de algunos destellos de calidad, el ex jugador de Cerro Porteño no pudo hacerse eje del equipo. Por eso, River volvió a padecer para generar fútbol ante un rival que se animó a torearlo y que, a través de Luna, le provocó algunos sofocones.

Sin fútbol asociado, los intentos de River se limitaron a las trepadas de Vangioni, alguna corrida de Carbonero o la pegada de Fabbro. Con esos argumentos le costó generar chances de gol, salvo por un cabezazo del colombiano, que salió desviado. Con confianza porque no sufría, Central se animaba con algunas réplicas. Y tuvo una ocasión inmejorable cuando Luna habilitó por la izquierda a Lagos, pero el ex delantero de Instituto remató de manera defectuosa y dilapidó la ocasión.

A medida que transcurrían los minutos, el nerviosismo del público por el flojo rendimiento se trasladaba al terreno de juego. Por eso, River se mostraba cada vez más impreciso y apurado. Y para colmo, dejaba algunas grietas que, para su fortuna, Central no terminaba de aprovechar. Por eso, el trámite no terminaba de definirse.

Parecía que en el inicio de la segunda mitad River podía llevarse por delante a Central. Con algo más de continuidad de Fabbro, el conjunto de Ramón Díaz encontró algunas ocasiones, como un pase del jugador de la selección paraguaya para Giovanni Simeone, que no pudo resolver bien ante el cierre Donatti. Pero de nuevo como en la primera parte, Central pudo salir del asedio. Y con espacios casi llega a la apertura con una entrada de Encina, pero Barovero alcanzó a rechazar con el pie. A esa altura, el empate parecía sellado.

Sin embargo, lo que no podía por abajo, River lo encontró por arriba. Tras un corner desde la derecha, Simeone peinó en el primer palo y el pibe Federico Andrada apareció por el segundo palo para meter un cabezazo salvador, que significó un desahogo importante porque el reloj ya comenzaba a apremiar. La infantil expulsión de Fabbro, con una tremenda patada a la cabeza de Guillermo Fernández, le pasó a River una sensación de nerviosismo que recién se disipó en el final, con la victoria consumada.