DEPORTES › CRóNICA GRUYèRE DEL PARTIDO

¡Cantón lleno!

Jugamos contra Suiza.

Ellos tienen el chocolate más rico del mundo y nosotros inventamos el dulce de leche.

Ellos tienen Basilea y nosotros al Coco Basile.

Ellos tienen el cuerpo de Borges y nosotros el alma.

Ellos tienen a Hermann Hesse, que era alemán, y nosotros tenemos a Cortázar, que era belga.

Hasta acá venimos parejos.

Ellos tienen a Heidi y nosotros a Mafalda.

Ellos tienen cuentas bancarias secretas y nosotros a Sabella, que a veces no se da cuenta de quién está en el banco.

Ellos tienen a la FIFA y nosotros la AFIP.

Ellos tienen a Le Corbusier y nosotros al arquitecto Livingston.

Ellos tienen a Alfonsina Storni y nosotros la tenemos más que ellos.

Ellos tienen a Shaqiri y nosotros tenemos a Messi.

O sea, en los papeles estamos un poco mejor que ellos, pero ya se sabe que en este campeonato nada es fácil, nada es gratuito y a los papeles se los lleva el viento, hacia los paraísos fiscales. Hay que mirar a Brasil, que sufrió con los penales; a Holanda, que resolvió en los minutos finales; a Alemania, que debió estirarse hasta el suplementario con Argelia.

Arranca el partido. Los suizos son prolijos, ordenados, ¡un relojito, vea! y los nuestros atacan pero no sincronizan bien los movimientos y hay más de uno que necesita un despertador. El partido es malo, los dos saben que sus defensas tienen más agujeros que un queso gruyère (cinco les hizo Francia a los suizos) y tratan de no dar ventajas, pero los nuestros dan ventajas y los tipos resuelven como si pateara Blatter. El primer tiempo se va de largo sin goles.

En el segundo, Sabella mira al banco y le abre una cuenta a Palacio, mientras Lavezzi sale de la cancha todo transpirado y caen babas con perfume de mujer argentina. Las suizas tienen para elegir. Los suizos miran el banco en el que tienen depositado pasado, presente y futuro, pero en el partido nada cambia y se van al alargue sin goles. Lo mejor está por venir. El alargue es tenso, emocionante, es a todo o nada, no se juega bien, pero juega Messi y le da a Di María un cheque al portador y Di María lo cruza. Gol, gol, a llorar a las catedrales de Ginebra, de Lugano, de Zurich, cantón lleno. No hay penales porque Romero deposita en la Bank of Cul. Un palo pone. Y ganamos. Quédense usted con sus millones, que nosotros por hoy nos conformamos con esta alegría chiquita.

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