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Una de las más oportunas puntualizaciones que el gran Arturo Jauretche –malversado por estos tiempos su legado por algunos y algunas sedicentes herederos de Forja– hace en su Manual de zonceras argentinas está referida a Domingo Faustino Sarmiento. Es que la historia oficial, la que desde siempre nos contaron en nuestras escuelas, insistía machaconamente en que Sarmiento jamás había faltado a clases, aunque lloviera. Y Jauretche razona sabiamente que en San Juan, prácticamente nunca llovía durante los períodos lectivos.

Algo parecido, pero al revés, sucede con gran parte de las naciones del norte de Europa, especialmente con los países del Reino –por ahora “Unido”–, en los que casi siempre llueve en tiempos de clases, coincidentemente con la realización de los torneos de fútbol. Por esta razón allá se juega siempre. Con lluvia, granizo, viento y nieve.

La colonización cultural que hace que absurdamente se haya denominado “Clausura” a los campeonatos que se iniciaban en febrero y “Apertura” a los comenzados en agosto, para coincidir innecesariamente con los calendarios europeos –también decía Jauretche que si damos vuelta el mapa, el Sur queda arriba y el Norte abajo–, es la misma que hace que se desnaturalice totalmente el juego, como sucedió el domingo con el fútbol.

Total, pareciera que lo que importa es “parecerse” y no “ser”.