Vie 05.02.2016

DEPORTES  › DIALOGO CON JOSE GARRIGA ZUCAL, DOCTOR EN ANTOPOLOGIA SOCIAL

“Hay que cambiar las formas de la legitimidad de la violencia”

Los hechos lamentables ocurridos durante el verano entre los propios futbolistas son analizados en profundidad por este docente universitario, autor del libro Haciendo amigos a las piñas, entre otros títulos.

› Por Leonel Lenga

Tras la muerte de un hincha de Lanús por un balazo de goma disparado por la Policía Bonaerense en un partido ante Estudiantes, en el estadio Ciudad de La Plata, se suspendió la presencia del público visitante en junio de 2013. En 2015 se intentó gestionar un regreso paulatino, en algunos partidos disputados en la provincia de Buenos Aires. Esta situación, no obstante, era distinta en los torneos de verano donde ambas parcialidades podían acudir al estadio. En ese contexto, se dio una nueva muestra de violencia cuando la parcialidad de Gimnasia exhibió las banderas que le había robado a su clásico rival y calentó los motores para la pelea que posteriormente se desarrolló en el campo de juego entre los jugadores. Esta situación y el comienzo del campeonato favorece un escenario para conversar con el doctor en Antropología Social José Garriga Zucal, docente universitario y autor de Haciendo amigos a las piñas (2007) y Violencia en el fútbol. Investigaciones sociales y fracasos políticos (2013), entre otras publicaciones.

–¿Por qué la violencia parece estar tan enquistada, que ya no sólo la barra se anima a portar las banderas del eterno rival?

–La prohibición de los hinchas visitantes no modificó para nada la lógica del aguante. Y esta lógica está legitimada por todos los espectadores, no solamente por las barra bravas. Reducir la violencia en el fútbol a las barras es un error recurrente y común. La violencia es un problema de todos los actores del mundo del fútbol.

–¿Cómo le parece que se debería abordar este tema que se viene padeciendo hace mucho tiempo?

–Trabajando en varias dimensiones al mismo tiempo. Trabajar en cambiar las formas de la legitimidad de la violencia, apuntando a todos los actores del mundo futbolístico. Con la barra, pero también con los otros espectadores. Con los periodistas, con los dirigentes y con los jugadores, para comenzar a cambiar la legitimidad. También resulta necesario trabajar con la policía para modificar algunos aspectos de su accionar, en los que cometen actos de violencia y a su vez la legitiman. Hay que apuntar a varios frentes y algunos a largo plazo. En otros, a corto y mediano plazo. Hace un tiempo nosotros –un colectivo de investigadores de ciencias sociales– habíamos hecho una gran cantidad de propuestas tendientes a intentar disminuir y solucionar el problema. Teniendo en cuenta que siempre va a haber violencia, que siempre hubo violencia. Lo hicimos a través de los medios de comunicación y se lo presentamos a algunos legisladores, pero la verdad es que no tuvimos ningún éxito.

–El 8 de octubre pasado, por ejemplo, la violencia se hizo extensiva a los menores de edad, y la noticia fue una batalla campal entre chicos de Boca y Huracán. Treinta y seis jugadores fueron suspendidos por lo sucedido. Incluso el campeonato pasado y el torneo de verano demostraron varias acciones desleales entre los propios jugadores. ¿La violencia también llegó a los jugadores y se puede contagiar hacia afuera?

–Los primeros hechos de violencia en el fútbol estaban más vinculados a los jugadores que a los espectadores. Luego, con el correr del tiempo, la violencia llegó a los hinchas, pero siempre hubo violencia entre los jugadores. El principal problema no radica solamente en la violencia entre pares sino cuando se legitiman y naturalizan ciertas formas de violencia de la lógica del aguante. Cuando legitiman que está bien agredir a un rival, que el fútbol es una batalla de vida o muerte. En esos casos el futbolista cumple un rol de legitimador de la violencia.

–Sin embargo, también resulta frecuente la imagen de los jugadores acercándose a la hinchada para pedirles que se calmen frente a un episodio de violencia, que lleva a que el juego se detenga...

–Por supuesto que se trata de una relación compleja. No todos los periodistas cometen actos en los que legitiman la violencia ni la naturalizan como entendiéndola dentro del folklore del fútbol. Hay algunos que a veces lo hacen y otras no. Así como hay hinchas que en ciertas ocasiones insultan al rival y le dicen que lo van a matar y otras no. Es una situación enrevesada porque el que legitima la violencia no lo hace siempre, pero a veces sí y contribuye a construir en el espacio del fútbol un mega espacio donde la muerte del otro es una posibilidad.

–Uno de los argumentos de la Secretaría de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, bajo el mandato del por entonces gobernador Daniel Scioli, era que la vuelta de ambas parcialidades era posible al contar con 16 mil policías más que pudieran hacerse cargo de la seguridad en los estadios y las adyacencias. ¿Está de acuerdo?

–Te hago una pregunta yo: hay 16 mil policías más, ¿pero están preparados para trabajar en eventos deportivos? No. Para mí, las condiciones no están dadas para que vuelva el público visitante porque no cambió nada el escenario. Puede haber más policías pero no están más preparados para trabajar en esto. De hecho la presencia del público visitante se suspende por la muerte de un hincha de Lanús, ¡al que lo mató la policía! ¿Se trabajó en la violencia policial para prevenir esto? Entonces no están dadas las condiciones.

–Por ciertos enfrentamientos entre facciones que hubo dentro de las mismas hinchadas a veces resulta violento hasta la presencia de una sola parcialidad en ciertas ocasiones.

–Dentro de poco vamos a suspender a todas las parcialidades. Más allá del chiste, y tomando esto como un dato central, observamos que la lógica del aguante está tan incorporada en el universo futbolístico que la ausencia de hinchas visitantes hace que los que comparten hinchada se peleen entre ellos. Porque a alguien le tienen que demostrar que se la aguantan. Así, más allá de los negociados que hay, se generan disputas internas para ver qué facción o qué barrio se la aguanta más. La lógica del aguante no se modificó. Y si ésta no se trabaja, no se deconstruye para eliminar los rankings imaginarios para ver quién tiene más resistencia, la prohibición del hincha visitante no tiene ningún asidero. De todas formas, considero que el hincha visitante debe volver por una cuestión clara: porque desde el mismo Estado no se puede prohibir al otro. Porque lo que se construye con la prohibición es la idea de que el otro es el peligroso.

–La ministra de Seguridad Patricia Bullrich confirmó recientemente que “el Estado informará sobre los barras alcanzados por el derecho de admisión” como pedían muchos dirigentes de los clubes. ¿Qué le parece?

–La verdad es que puede ser una herramienta. El tema es pensar que la problemática de la violencia en el fútbol se va a solucionar con una sola herramienta. A modo de ejemplo vemos que se prohibió la presencia de hinchas visitantes, también la posibilidad de decidir quién entra y quién no con la admisión, incluso se buscó intentar armar una ley perfecta, pero son todas herramientas aisladas. Entonces se deja de pensar en un plan en conjunto que pueda atacar el problema desde diferentes direcciones. El gran problema es que no se piensa esta violencia de una forma compleja, teniendo en cuenta a todos los actores que cometen actos violentos y dando cuenta de la legitimidad de la violencia, que supera ampliamente a los barra bravas. Hay que trabajar en varias dimensiones. Aunque obviamente que la barra brava es uno los actores centrales para pensar la violencia en el fútbol.

–Tanto es así que en muchos casos las dirigencias deportivas terminan trabajando codo a codo con las barras. Fomentan y alimentan un monstruo que después no pueden controlar

–Lo primero pasa por pensar que la relación entre los dirigentes y las barras en casi todos los casos es una relación de interdependencia. Ambas partes se necesitan, aunque esto no significa que la relación sea armónica. La mayor parte de los vínculos son bastante conflictivos. Los dirigentes necesitan a la barra pero no se llevan bien con ellos, así me lo indicaron los directivos con los que trabajé. Les tenían miedo. Sin embargo estaban ahí, eran un actor más del mundo de la institución deportiva y eran personalidades con las que resultaba, no obligatorio, pero sí importante negociar. Y los que no negociaban tenían problemas, como le pasó en su momento a Javier Cantero en Independiente. Entonces queda claro que los dirigentes son parte de una lógica relacional con las barras. Cada vez menos tal vez, porque en los últimos 20 años se fue modificando y hoy en día se necesita menos a las barras de lo que se los precisaba anteriormente. Pero la barra aún sigue siendo un actor importante en la vida institucional. No sé si te pueden dar vuelta una elección, pero sí enrarecer todo el clima político institucional y eso a los dirigentes les puede jugar en contra en su carrera.

–En busca de romper esta lógica de medidas aisladas que planteaba, ¿le parece que se podría trabajar desde las escuelas, con la educación, para revertir esta tendencia?

–Sin dudas que se puede trabajar, porque aparte hay una dimensión en la violencia en el fútbol que se vincula a otra forma de violencia en la sociedad. Con lo cual en las escuelas se puede abordar y de esa forma trabajás también otras violencias. Aunque, claro, la violencia en el fútbol tiene sus particularidades, no es lo mismo que la violencia doméstica por ejemplo. Pero en el trabajo sobre la violencia en el fútbol hay una dimensión que se vincula, por ejemplo, con la violencia de género. Entonces podes trabajar en la prevención de las dos violencias, ayudando a deconstruir la lógica de que el más macho debe pelearse.

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