DEPORTES
› HUBO TRES EXPULSADOS EN EL PARTIDO QUE LE GANO 1-0 A RIVER
Boca, en un clásico raro y violento
Al partido de ida de la semifinal de la Libertadores le faltó fútbol y le sobraron golpes. Después de que Rolando Schiavi marcara el único tanto del partido, el árbitro Martín echó a Gallardo, Cascini y Garcé y el encuentro se desnaturalizó. River terminó aceptando el resultado como un negocio para la revancha.
› Por Ariel Greco
Fue un clásico paradójico: Boca terminó ganando 1-0 pero el que hizo el negocio fue River; empezó con todas las fricciones y terminó como un entrenamiento. Boca pudo haber definido la semifinal, pero quedó abierta para el jueves próximo, cuando vuelvan a encontrarse en el Monumental...
Pelota afuera, patadas, tarjeta amarilla, fricción, protesta, tarjeta amarilla, pelota afuera, patadas. El comienzo del superclásico fue una sucesión de acciones similares. Los dos salieron con la premisa de demostrar cuál era el más guapo. ¿Fútbol? No, de eso ni hablar.
Hasta los 15 minutos, cualquier cronista apostado en la cancha tenía anotadas cuatro amonestaciones, y ninguna situación de gol. Recién cuando Maxi López se tiró a la derecha para prevalecer sobre la pierna zurda de Burdisso, aparecieron los primeros momentos de juego. El rubio se le escapó por afuera y metió un centro, que Abbondanzieri alcanzó a anticipárselo a Cavenaghi cuando el goleador estaba en posición apropiada para convertir.
Esa jugada resultó un llamado de atención para Boca, que a partir de allí encontró más presencia en la mitad de la cancha, gracias al despliegue de Vargas. Además, la propuesta de aislar a Barros Schelotto con Rojas generaba muy buenos dividendos. El Mellizo no sólo hizo amnonestar a su marcador, sino que también, si Martín no se hubiese arrepentido de las primeras amarillas, lo habría hecho expulsar.
River entendió mal el partido. En la pelea que quiso armar, palmo a palmo, terminó menguando sus atributos. En el terreno de la lucha, Boca lo equiparó y hasta le sacó alguna ventaja. El aspecto futbolístico, donde se insinuaba superior, lo dejó de lado por la pelea.
En ese panorama paupérrimo a nivel juego, Boca encontró el gol en una buena maniobra de Barros Schelotto a la derecha, que recibió de Villarreal a la salida de un corner y envió un centro al primer palo. Allí Barijho la dejó pasar y Schiavi, mitad hombro, mitad cabeza, la puso lejos del alcance de Lux.
Como el viejo lugar común indica, con el gol comenzó otro partido. Y ni hablar tres minutos más tarde, cuando Gallardo y Cascini se fueron expulsados. River entró en un nerviosismo extremo, lo que se tradujo en la rápida expulsión de Garcé, fruto de una descalificadora plancha sobre Vargas. Confiado en liquidarlo de contra, Boca se refugió excesivamente atrás y permitió que su rival manejara la pelota y hasta incluso le generara algunos sustos vía tiros libres.
Los quince minutos del entretiempo sirvieron para calmar los ánimos, en especial los visitantes, que salieron a la segunda mitad con una única premisa: sostener el 0-1. Por el contrario, los locales insinuaron una arremetida en busca de sellar anoche mismo la clasificación, pero eso apenas duró unos minutos.
Con el correr del juego, de manera inexplicable, Boca casi no forzó el desarrollo a pesar de que, prácticamente, tuvo el monopolio de la pelota. Salvo algunos centros, un intento de Cangele que se fue desviado y una aparición mal definida de Calvo, el equipo de Bianchi casi no generó situaciones de gol, a pesar de jugar 60 minutos con un jugador más.
Por eso, la frialdad con que el público de Boca celebró la victoria, lo que en otras condiciones hubiese sido algarabía absoluta. Tanto que casi ni siquiera protestó el grotesco penal que no cobró Martín en la última jugada, cuando Coudet, en una recreación del episodio Delem-Roma, se adelantó en el tiro libre y tapó el remate como el legendario arquero boquense.
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