Vie 11.06.2004

DEPORTES • SUBNOTA  › CRONICA DE LOS INCIDENTES EN LA BOMBONERA

Parecía la Copa de los ’60

› Por Facundo Martínez

El partido se calentó desde el primer minuto, Claudio Martín acertó cuando sacó la primera amarilla a Villarreal, porque con ese gesto dio a entender que era la autoridad y que no iba dejarse manejar el partido. Inclusive, dos minutos más tarde, tras una segunda falta de López forcejeando contra Schiavi, el árbitro volvió a dar una señal de mando, amonestando al delantero. Esta vez, no aceptó la protesta colectiva y marcó el límite de lo aceptable.
Pero los jugadores iban cada vez más fuerte a trabar cada pelota. Martín volvió a acertar con una amarilla a Cascini y con otra a Rojas, por dos faltas pegando de atrás. Sin embargo, la situación, lejos de encaminarse, se le complicó al árbitro tras el gol de Schiavi, ya que los roces, que habían desaparecido tras las tarjetas, volvieron a ganarse el protagonismo del partido.
El encuentro, entonces, cambió dramáticamente cuando tras una falta absurda de Gallardo sobre Cascini, el volante de Boca se incorporó para recriminarle la falta a su agresor y entonces el jugador de River le aplicó un cabezazo, ante lo cual el árbitro decidió expulsar a ambos.
Allí se generó un bochorno que duró casi diez minutos: Gallardo y Ameli pellizcando y arañando a Abbondanzieri hasta hacerlo sangrar; Barijho corriendo a Gallardo para golpearlo; Barros Schelotto pegándole un codazo al preparador físico de River, Gabriel Macaya. La tribuna cantaba “y pegue, Boca, pegue”, como en aquellos viejos partidos de la Libertadores de fines de los ’60.
Bianchi entró a la cancha a calmar a sus jugadores, lo mismo hizo Astrada con los suyos, lo mejor se vio cuando Lux –que el domingo fue suplente de Abbondanzieri en el banco de la Selección– apartó al arquero de Boca del problema.
En medio de esa confusión cayó Macaya, quien quedó tendido por varios minutos y debió ser ayudado por otros miembros del cuerpo técnico visitante para reincorporarse.
Tras la gresca, el árbitro reanudó el partido, insólitamente sin castigar a nadie. A partir de esa decisión quedó claro que la autoridad que había mostrado en el inicio desapareció junto con las tarjetas. En el recuento hubo tres amarillas y una roja en Boca, contra seis y dos en River.

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