Vie 25.06.2004

DEPORTES  › DESPUES DE LA PRIMERA FINAL DE LA LIBERTADORES

Hora de repartir la culpa

Las responsabilidades pasan por Boca, pero más por el Once Caldas, en especial comparado con el fútbol de otras latitudes.

› Por Juan José Panno

¿Quién tiene la culpa de que haya salido lo que salió en la primera final de la Copa Libertadores de América?
¿Boca tiene la culpa? Bastante responsabilidad le cabe al equipo argentino que conduce Carlos Bianchi. Porque no tuvo juego durante los 90 minutos, tampoco ideas, ni siquiera categoría –salvo en aislados intentos individuales– para forzar el cerrojo colombiano, lo que hubiera obligado a los rivales a salir de su área, con lo que se podría haber armado un verdadero partido de fútbol, lo que se esperaba de una final y más después de la electrizante semifinal que resultó el último de los superclásicos, en el Monumental.
¿Barijho tiene la culpa? Bueno, si el delantero boquense hubiera metido al menos uno de los goles que tuvo servidos debajo del arco, en una de ésas el partido se habría abierto.
¿Tevez tiene la culpa? Un poco le cabe también, porque la tonta burla antigallinácea del partido del Monumental (después de haber convertido un gol que, a la larga, tampoco fue decisivo) le impidió estar en un partido en el que su equipo necesitaba como nunca de su presencia.
¿Once Caldas tiene la culpa? Mucha responsabilidad le cabe, naturalmente, porque se colgó del travesaño de manera casi grosera desde el primer minuto hasta el último y renunció a intentar alguna cosa ante un rival jugadísimo en ataque desde el arranque y hasta el final. El cuadro de don Montoya, con la excusa de la humildad y la modestia de su plantel, mostró un amarretismo tal que rompió en mil pedazos la tradición de buen juego que todos conocemos de los colombianos.
¿El uruguayo Méndez tiene la culpa? Algo de responsabilidad le cabe, porque no fue lo suficientemente enérgico con los colombianos y porque les permitió recurrir a la falta sistemática. También porque, además, no cobró muchísimas faltas que merecían castigo. Dos ejemplos groseros fueron el patadón no cobrado en la lesión de Valentierra y el involuntario strip-tease de Barijho en un agarrón que también debió ser sancionado con foul y tarjeta y que, sin embargo, no mereció ni una cosa ni la otra.
Pero la mayor de las culpas no la tienen ni el árbitro, ni Boca, ni el Once Caldas, ni River o San Pablo, que se quedaron afuera y capaz que armaban otra cosa distinta en el momento de afrontar la responsabilidad de jugar una final de Copa Libertadores, ni ninguno de los que estuvieron en la Bombonera.
La culpa la tuvieron, sí señor, Inglaterra y Portugal. Los jugadores ingleses y los portugueses, que ayer en Lisboa jugaron un partido extraordinario por los cuartos de final de la Eurocopa (del que se da cuenta aparte) y que demostraron que el fútbol todavía existe y que, lo mejor de todo, puede ser una maravilla y no esa porquería que salió en la primera final de la Copa Libertadores de América.

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