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Nuevo con olor a viejo
Por Diego Bonadeo
Dos veces por año –a veces también tres– en postemporadas o pretemporadas, que en definitiva son casi la misma cosa, pareciera que las aperturas de los libros de pases del fútbol vernáculo fuesen las panaceas; y los cierres de esos mismos libros, los apocalipsis.
Es que el fútbol argentino no tuvo su 19/20 de diciembre de 2001 que pretendió, aunque es cierto que con poco éxito –casi ninguno, en realidad– que “lo viejo”, por un montón de razones, y no precisamente por cuestiones de almanaque, dejara de ser. Y así el falaz gatopardismo hace que, en las semanas sin “fútbol-juego” local, lo vinculado a la pelotita se circunscriba a expectativas, casi siempre falsas, respecto de idas y venidas, incorporaciones y, valga el neologismo, “excorporaciones” de jugadores diversos a clubes diversos, como para maquillar el campeonato por venir como “novedoso”.
El “nuevo”, sea River, Boca, Independiente, San Lorenzo, Racing o Tiro Federal de Rosario, es moneda corriente entre quienes en antesalas de despachos de dirigentes, redacciones de diarios, salas de producción de radios o canales de televisión, bares, casas de familia, colas para pagar impuestos y demás. Pero todo tiene olor a “viejo”. Solamente la mágica impredictibilidad del fútbol y de los pocos diferentes que nos quedan podrán evitar como sabiamente mendiga Eduardo Galeano en Fútbol a sol y a sombra: “... una jugadita, por el amor de Dios”.